Un dolor de cabeza será pagar la recompensa por la captura de Otoniel

Un dolor de cabeza será pagar la recompensa por la captura de Otoniel

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Hay castigos que no son justos. Un ejemplo son las diez plagas de Egipto, pues debió de castigarse al ingrato salvado de las aguas por un egipcio y no al egipcio por haberlo salvado a él.

Los autores de esta columna hemos hecho una profundísima investigación, como tantas que se hacen en Colombia, para saber quién dice la verdad y quién miente en lo referente a si Otoniel se entregó, o si fue que le pusieron la mano (capturaron). Después de oír las versiones épicas de Mamolano y Zapateiro, llegamos a la conclusión de que ellos bien podrían dedicarse a ser libretistas de un dramatizado de guerra. Ahora bien, si miramos la forma en que don ‘Oto’ terminó en manos de las autoridades, este nos parece un acto de entrega más que una captura de un delincuente de su talla. Lo que han descuidado todos –aparentemente– es que por la captura de Otoniel se ofrecía un jurgonón de plata, más de 20 pesos (Alrededor de 5 millones de dólares). Si Otoniel se entregó no habría lugar a reclamar recompensa alguna, pues su detención no fue obra de ninguna información o colaboración de un particular. En ese caso, el buen paquete de los verdes dólares no iría a parar al bolsillo de nadie y quedaría en las arcas de EE.UU. y Colombia.

Si por el contrario se trató de una captura, como lo dice el gobierno, habría que estar pendientes de quién o quiénes se ganaron el pucho de billetes, porque cualquier trampa para quedarse con ellos vale la pena. Como todo este asunto está sujeto a reserva, nuestros asesores –cazarrecompensas de oficio– nos sugirieron ejercitar nuestra imaginación. Amanecerá y veremos, dijo el ciego, pero amaneció y no vio un pepino. En lo que hemos estado ojo avizor es en la feria de medallas que prepara Duque a quienes hicieron posible la captura de Otoniel. Insistimos, en esta trama le creemos mucho más al periodista Gonzalo Guillén (@HELIODOPTERO) que al general Zapateiro y su rocambolesca operación.

Dado que dejamos el 2021 hace unos días, nuestra mirada se fijó en retrospectiva al nacimiento del niño Dios y a las locuras que se les ocurrían en aquella época –tanto a los romanos como a los egipcios–, detalladas extensamente en ese libro de aventuras que lleva por título La Biblia. Y hemos encontrado que, para castigar a los egipcios por haber cometido el error de salvar a Moisés de morir ahogado, el dios de Abraham resolvió mandarles a ellos diez plagas.

Encontramos poco imaginativo a ese dios vengativo, teniendo en cuenta que las plagas eran bien chimbas: las aguas se ensuciaron y se volvieron rojas por el óxido de las tuberías del acueducto de los egipcios, tan descuidadas como las de Bogotá. Aparecieron unas langostas, no las de comer, que arrasaron con todo (como aspiran a hacerlo con el presupuesto los políticos en época de campañas).

Que langostas que se llevan todo las hay, las hay. Basta mirar los 1.200 cargos creados en el Ministerio Público para que la procuradora Cabello los reparta entre quienes respalden al candidato que diga Uribe en 2022. Ello no obsta a que Duque reclame la tajada de que le corresponde como presidente de esa torta burocrática. Dígase lo que se diga, el joven Iván aprendió a nadar con la corriente y contra ella, y con ese nadadito de perro está feriando los recursos del Estado en beneficio de sus copartidarios del Centro Democrático, de uno que otro godo, un pucho para los cristianos y el mordisco o ‘tarascazo’ que le toca siempre a Vargas Lleras y a su partido: Cambio Radical. Con lo entregado en prebendas, el presidente hubiese podido cubrir lo que se buscaba recaudar a través de las tres reformas tributarias que ha presentado al Congreso.

Hace un tiempo un señor nos escribió y preguntó que por qué es tan fácil tirarse el presupuesto nacional en cosas como placas de mármol, cortinas y helicópteros. Nuestra respuesta fue que cuando el despilfarro se hace evidente algunos piensan –y desean– que otro día serán ellos quienes estén en esa pesca milagrosa y podrán llevarse algo. Tristemente no son pocos quienes dicen: “si hoy esos roban, ¿quién quita que el día de mañana un mordisco de ese queso me toque a mí?”.

Volviendo a la Biblia, olvidó Dios dentro de las plagas que mandó a los egipcios enviarles unos funcionarios públicos al estilo de Alberto Carrasquilla, que les vendieran agua pura a cambio del agua sucia que trajo la plaga. Pero de todas las locuras que podrían habérsele ocurrido a Dios, no se le vino a la cabeza la que nosotros tenemos en mente. ¿Se imaginan que les hubiese mandado, muy bien envueltos en papel dorado, a Claudia López y a Enrique Peñalosa? De haberlo hecho, Peñalosa habría construido un BRT para que los aldeanos atravesaran el mar Rojo y Claudia estaría ingeniándose la manera de poner un peaje en el desierto y así cobrarles a quienes andaban en sus camellos por “usar esa vía”. En caso de no poder sufragar el costo de ninguno de los dos, los egipcios tendrían que caminar cuarenta años, como dice la Biblia.

Ese TransDesierto sería operado por el hermano de Kike, hábil comerciante de buses, ya no desde Toronto sino tal vez desde Persia, que le quedaba más cerca. Estos personajes presionarían hasta lograr prohibir el uso de los caballos, alegando cualquier motivo, a fin de obligar a los habitantes a tomar su servicio de transporte. De regreso a los tiempos después de Cristo, en estos días los mentados completaron el negocio. ¿Cómo?, se preguntarán. Muy sencillo: ahora el Pico & Placa será todo el día, de tal manera que los conductores ni por mucho que madruguen podrán sacar su carro y regresar al final de su jornada de trabajo. Quienes no tienen dos vehículos particulares tendrán que usar transporte público –deficiente y con un número de usuarios que excede la capacidad del sistema– y acá está el negocio: forzar a todos los que no tengan otra alternativa a pagar la tarifa y llenar aún más sus buses. Seguro todo esto hará muy feliz a Guillermo Peñalosa y a uno que otro ‘experto en movilidad’. Con estos anuncios y haciendo un poco de memoria, confirma uno que Kike y Claudia tienen su cabeza llena de lo que la tienen los pulpos. Averigüen qué tienen éstos dentro y podrán darse cuenta de que no estamos equivocados con esta comparación.

Para terminar, hablemos de otra especie que bien podría haber sido una plaga de Egipto. Se citan unas cuantas veces al mes en el recinto del Concejo y tienen como único oficio mantener la “contratitis”, enfermedad contagiosa que a ellos les gusta mucho contraer. De esta han salido excelsos ejemplares como el señor Miguel Uribe Turbay, quien por lo Uribe no tiene parentesco con el otro Uribe, pero sí cercanía, pues este último se benefició –vía Aeronáutica Civil– en el gobierno del abuelo del primero. El ex-presidente “doctor” Turbay Ayala recibió muchos títulos honoris causa a lo largo de su vida profesional, en gran medida debido a que ninguna universidad se atrevió a admitirlo para cursar estudios de posgrado. Se rumoraba que mientras hacía su pregrado, Turbay pasó por la universidad pero nunca entró, caso similar al de Peñalosa en París II. Ante la falta de títulos académicos, Turbay –el abuelo de Uribe Turbay– decía que para qué títulos universitarios si con títulos de capitalización era suficiente.

Nos vamos de vacaciones pero acá seguiremos, les agradecemos por leernos en el 2021. Un abrazo con los mejores deseos para este nuevo año.

Adenda: en el bello departamento del Huila acaba de encontrarse el origen de la burocracia colombiana. Se hallaron restos de una tortuga con trece millones de años de antigüedad, cuya presencia en ese lugar nos hace concluir que caminar lento tuvo su origen en ‘Opitalandia’ y los burócratas solo siguieron el ejemplo. No sabemos si esta tortuga fue la que le ganó la competencia a la liebre, pero en todo caso tortuga es tortuga, liebre es liebre y la liebre que más corre es la que más se parece a un raponero.

Las opiniones realizadas por los columnistas del portal www.laotravoz.co no representan la identidad y línea editorial del medio. Les invitamos a leer, comentar, compartir y a debatir con respeto.

 

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