Para cualquier persona, es fundamental tener una mascota en su casa. Para mi familia y claramente para mí, es importantísimo poderles brindar una gran calidad de vida a los peluditos que nos acompañan a diario. Les cuento que tengo dos hermosos perros, de raza pastor alemán, aunque para diferentes personas son unos animales más, para mí son mis hijos, mis confidentes, mis mejores amigos y sobre todo mis compañeros de vida. Se que son seres vivos que no duran tantos años porque desde donde lo veo yo, ellos desde el principio de sus pequeñas vida amán incondicionalmente y por eso tienen el cielo ganado antes de nacer y es muy doloroso saber que alguno de tus dos hijos de cuatro patas pueda estar en peligro o que una enfermedad no le permitas ser feliz como siempre han sido.
Les comento que mis perros se llaman Polo y Jerónimo, ellos se llevan dos años de diferencia y son padre e hijo. El primero a través de un criadero lo obtuve y lo llame Polo, cuando llego a mi hogar era un cachorrito flaquito, negrito y el más pequeño de sus hermanos, nosotros como sus nuevos dueños, pensábamos que era normal dado que nunca habíamos tenido un cachorro de esta raza, con el pasar del tiempo nos dimos cuenta que era algo diferente a lo que nos comentaron alguna vez, pero sin embargo era muy lindo y tierno. Por lo tanto, lo aceptamos cómo era. Hoy en día tiene siete años y diversos problemas de salud, que se suponía que por ser de criadero no iba a padecer, es entonces que no siempre es bueno comprar una mascota, aunque en sus papeles de crianza diga que tiene los mejores genes y cero posibilidades de tener enfermedades degenerativas como la displasia de cadera u otras.
Mi segundo peludito en llegar fue Jerónimo, a los 2 años de nacido Polo. Jero era un cachorrito que tan solo a dos días de nacido llegó a cautivarme, enamorarme y desarrollar mi lado maternal al 100% ya que necesitaba quien lo cuidara, lo alimentara, lo llevara al baño y demás aspectos que nadie se imagina que llegue a contemplar, hasta tal punto que me desvelaba por cuidarlo y darle de comer cada dos horas como lo estipulo el veterinario.
Entregarles mi tiempo, paciencia y amor incondicional a mis dos hijos peluditos, permitió que me enseñaran que sí todo se hace con amor, nada causa dolor, ni angustia y que la recompensa recibida es poder tenerlos como mis amigos fieles hasta que la vida lo permita. Me gustaría invitarlos a que traten a sus mascotas, peluditos, hijos de cuatro patas, como miembros de su familia puesto que ellos son seres vivos que sienten, entiende y que no merecen ser maltratados desde ningún aspecto, porque debemos recordar que ellos siempre van a ser unos bebés.
Por último, le comunico que estoy en contra total del maltrato animal, de cualquier índole, puesto que para mí todos los animales merecen respeto, amor, paciencia, comprensión y protección. No importa sí el animalito está viejito o enfermo simplemente es un deber como ciudadanos cuidar y respetar lo que tenemos en nuestro entorno.
“Hasta que uno no ha amado un animal, una parte del alma sigue sin despertar”
Anatole France.