Masacres son masacres

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Al Gobierno le corresponde actuar para enfrentar la violencia de nuevos actores con tácticas ya probadas.

No le fue bien al presidente Iván Duque en su intento de minimizar las masacres al rebautizarlas como“homicidios colectivos”. Peor le fue con su manipulación estadística en la que pretendió que bajo su guardia ocurren menos masacres cuando el fenómeno se está desbordando.La desmovilización de las AUC en 2006 había reducido sustancialmente las masacres, pero en 2018 regresaron: de 11 en 2017 aumentaron a 29; en 2019, a 36 y en lo corrido del año, a 37 y subiendo.
Al Gobierno le corresponde actuar para enfrentar la violencia de nuevos actores con tácticas ya probadas. Estamos ante la balcanización o más bien, la mexicanización de la violencia criminal, con señores de la guerra entrenados en la estrategia de la violencia paramilitar ideada para ocupar territorios desplazando comunidades mediante el terror.
Frente a este nuevo fenómeno de bandas de crimen organizado que compiten por rentas ilegales, algunas con entronques internacionales, no funciona la vieja estrategia de la contrainsurgencia guerrillera. Para afrontarlas, el Gobierno debe desarrollar una nueva estrategia para desarticular las bandas herederas del paramilitarismo, depurar los sectores de la fuerza pública que les son funcionales y sí, cumplir los compromisos sociales del acuerdo de paz.
Ya es hora de que el Gobierno entienda que ese conflicto armado que niega no caracteriza lo que ocurre en la actualidad. Parte fundamental del cambio de estrategia es cambiar de enemigo. Noticias Caracol mostró una escena inverosímil. Ante una explosión ocurrida mientras se desarrollaba una reunión de campesinos con funcionarios de la ONU, en vez de desplegar una actitud protectora de los civiles, los uniformados les gritaron amenazantes: “asesinos”, “coqueros”,“guerrilleros de civil”.

El cambio de lenguaje para nombrar las masacres hace parte de la invisibilización intencional de la barbarie, en particular, de algunos de los actores del conflicto armado para tapar la verdadera historia y responsabilidad de todos los involucrados.Aquí cabe como anillo al dedo la idea de que la historia no es lo que pasó, sino lo que cuentan quienes la escriben.

Las masacres fueron una estrategia de guerra para sembrar terror utilizada por los paramilitares contra la población civil. Nombrarlas de otra manera equivale a negar su existencia. En el informe¡Basta Ya! Memorias de Guerra y Dignidad, el Grupo de Memoria Histórica describe su funcionalidad: “Dentro de la estrategia paramilitar, la masacre ha sido importante como modalidad de violencia. Debido a su visibilidad y crueldad, ha desafiado y subvertido la oferta de protección de la guerrilla dentro del territorio. En su función de teatralización de la violencia, lleva —desde la perspectiva del perpetrador— un mensaje aleccionador para la población… (que) advierte sobre el costo de colaborar conla guerrilla.”
Cambiarle el nombre a la masacre no solamente minimiza la gravedad de lo que está sucediendo en los territorios, sino que equivale a negar su existencia. Busca, además, que el pasado se lea con una benevolencia que no merece la connivencia cómplice con el paramilitarismo de sectores de la fuerza pública, la política y terceros civiles -funcionarios, terratenientes y empresarios.
La nueva violencia que se desborda tiene gran parte de su explicación en los incumplimientos del Acuerdo de Paz y en haberse negado por testarudez partidista a firmar el cese al fuego con el ELN que estaba acordado al final del Gobierno Santos. Lo correcto habría sido culminar, mediante el diálogo que había mostrado su eficacia, la tarea de la paz completa con la insurgencia política.
También juega su papel la incapacidad y la falta de voluntad política para cambiar la doctrina militar del enemigo interno y llevar a cabo una ocupación democrática del territorio, no solo con fuerza pública, sino con la red social y económica de apoyo del Estado a las comunidades tradicionalmente excluidas.
En vez de desarrollar una nueva estrategia para abordar los desafíos de la nueva violencia, el gobierno insiste en echarle gasolina al incendio reanudando la aspersión con glifosato en contravía de salida social de la sustitución voluntaria. Presidente Duque: le está pasando lo de la mujer de Lot (Génesis 19:26). No mire hacía atrás. Atrévase a hacer futuro.

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