Iván Duque: La «renovación» política

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Por: Daniel Castro

Ya se cumplieron dos meses de Iván Duque en la casa de Nariño, dos meses de un gobierno que no es claro en su función ejecutiva y que, al parecer, tampoco es tan diferente a los gobiernos anteriores.

Aún recuerdo cuando en campaña presidencial el señor Iván Duque hacía gala de su edad y decía que él representaba una nueva generación de colombianos, ganando de esta manera adeptos. Hoy, dos meses después de su posesión y observando el inicio de su gestión, les quiero contar que lo del gobierno “joven”, lo de la nueva generación quedó en promesa de campaña.

Nuestro nuevo presidente de la República en sus dos primeros meses se ha mostrado como la continuidad del glifosato, la penalización de la dosis mínima (que se debe analizar sino atenta contra la Constitución de nuestro país), la poca voluntad de avanzar en los diálogos de paz, así como de cumplir lo acordado y lo más delicado de todo, el gobierno de Duque se muestra como un gobierno dubitativo y como diría la abuela «faltándole mucho pelo pa’ moña».

Les cuento que llevo varios años militando, haciendo activismo político y tuve la grandiosa oportunidad de liderar procesos juveniles en mi organización y no les voy a ocultar que me alteraba cuando queríamos asumir posiciones y nos decían «eso es, pero dejanos que eso requiere experiencia.”

Desde su campaña no he esperado mucho del presidente que toca guitarra, hace piruetas con un balón y se pinta el cabello para aparentar mayor edad; pero la verdad si llegué a pensar que si el tipo mostraba temple, los jóvenes podríamos ganar mucho campo de acción en la política.

Créanme que yo soy consciente que sí al presidente de un país le va bien, le podría ir bien también a su nación; pero ¿qué puede esperar uno de un tipo que mientras lo mandan a pedir una guerra en un escenario internacional su padrino político y «jefe» (que ya es bien paradójico un presidente con jefe) esté hablando como si fuera el jefe de Estado y sus ministros reconociendole de esa manera?

Realmente, como líder juvenil y activista político, le recomiendo al presidente que si quiere hacer un buen papel y ser ese hombre que represente a las nuevas generaciones, tome el sartén por el mango y demuestre que los jóvenes tenemos ideas nuevas, frescas, de cambio; que tenemos autonomía y no que nuestra visión es las misma de proyectos fracasados de país como el de Pastrana o como el «patrón» del Uberrimo.

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