La primera vez que oía a la edad de 16 años de este concepto nombrado presidencialismo excesivo en Colombia fue por el docente de derecho constitucional José Darío Arguello Rueda en mi segundo semestre de derecho.
En este país que se creyó roto desde el mito chibcha del florero de Llorente, ha existido un modelo de mandato presidencial sostenido por la concentración excesiva del poder.
Con los actuales aconteceres nacionales ha quedado demostrado la merced de una democracia que para nuestros jóvenes significará en los próximos años una concentración del ejecutivo a nivel de control del mismo, trayendo consigo la materialización de los temores de una sociedad apegada en sus aspectos desinteresados a nivel político en ciertas partes de Colombia.
Ya es bien sonado que en los cargos de representación y control político se ha dejado a ternas comprometidas a nivel personal la falta de los intereses ciudadanos a representar. No es necesario estudiar derecho para comprender que los nombramientos del gobierno Duque han significado el rompimiento con la misma fuerza de un jalón desde un extremo del jarrón por parte del presidente, sostenida desde el otro lado por las Altas Cortes, tal como si fuera nuestra democracia aquel florero mencionado anteriormente. Dejado al contexto, padeciendo en cada intervención de discurso, pronunciado a nombre de un partido y no del pueblo. El no reconocimiento de los importantes fenómenos políticos actuales más allá de la breve mención de los mismos.
Corresponde entonces que igual a aquel realismo mágico Alemán que hicimos nuestro con Gabo, dejar a este modelo presidencial, uno que podemos tildarlo como excesivo, ideando con maromas, nombramientos, proyectos legislativos y un Covid 19 enardecido en el común, la no gloria de parecerse al ideal de estrellas y federalismo del tío Sam.
Las ultimas caras recientes de nuestra democracia enamorada de aquel éxtasis polarizador, sofocante, nos ha dejado en la conciencia popular la creencia de ver a este país como una democracia, sin observar tal vez que igual que el mito puesto al papel del florero de Llorente, que esto a razón de ser, vuelve el mito como una verdad que no sincera de igual manera objetando al pensamiento de nuestros abuelos, padres y nosotros mimismo y como recordamos aquel acontecimiento en los libros sobre la independencia de Colombia, es igual que ahora que nos corresponde el aceptar aquella fantasía ideada por unos cuantos. Ya solo queda esperar de la sociedad de florero de Llorente, este presidencialismo Excesivo y otros males