Con gran entusiasmo, y los pitos resonando por las calles de la ciudad, como es usual en los últimos días; una nueva marcha se aproximaba el pasado 25 de noviembre en Bogotá. Esta vez el turno era para los taxistas. Un clásico gremio de transporte individual que durante décadas ha sido el número uno en el país. No solo por ser el más reconocido sino por ser el único, el exclusivo, el patrón del servicio privado. Tanto así, que se convirtió en un monopolio identificado por ese rimbombante color amarillo.
Hace aproximadamente siete años se les terminó el reinado con la llegada de las famosas apps de transporte, que gracias al desarrollo tecnológico dieron paso a otras alternativas de transporte. Al transcurrir el tiempo se fueron creando estas organizaciones que hoy conocemos como: Uber, Didi, Beat, Cabify y Fory.
El gremio de taxistas esta vez; cabe resaltar de una forma muy organizada, transitó hasta las calles por las que jamás les gusta ir, expresándole al gobierno su inconformidad y la reglamentación por parte del congreso, frente a las apps que tanto daño les están haciendo. Es comprensible la molestia de la agrupación, puesto que el cupo para registrar un taxi en Colombia es muy costoso. Además, en Bogotá se registran aproximadamente 60 empresas que brindan el servicio de taxis.
Pero aquí el problema no es si las aplicaciones de transporte no estén reguladas y que cualquier persona pueda acceder a un carro, registrarlo y ponerse a trabajar prestando el servicio. El problema es que los ciudadanos están cansados del servicio que prestan los taxistas. Son innumerables las falencias que tienen los conductores con los usuarios. Frases particulares como: “yo por allá no voy” “no tengo sencillo” o la alteración del taxímetro para cobros excesivos, los viajes extendidos, o aparentar que desconocen las direcciones para hacer un largo recorrido; son solo algunas de las conductas que definitivamente incomodan a los clientes.
Eso, sin contar con la postura que toman en la temporada alta, porque los clientes deben suplicar por las carreras; los usuarios tienen que ir por la ruta que al taxista más le convenga. Al gremio le molesta que las personas ya tengan más opciones y que ellos no sean la única elección a la hora de decidir por un servicio de transporte. Se necesita más que una regulación para que las personas prefieran ir en taxi, es pertinente una evolución tecnológica, no cae mal una capacitación de atención al cliente y una actitud de servicio.
Es lógico que no todos los taxistas son iguales y que las condiciones cuando son empleados no son las mejores, pero lastimosamente se está representando una asociación distinguida que se identifica con un color amarillo, por ende, se ha perjudicado la imagen de todos.
Definitivamente los taxistas están en la obligación de cambiar su comportamiento. Pueden sacar todas las apps de transporte del mercado, pero si no se autorregulan y empiezan a tener en cuenta a los usuarios, podrán seguir marchando y organizando todos los paros que quieran. Porque a los clientes no se les exige fidelidad, y se deben tratar como ustedes quieren ser tratados.