¿Se comerán el cuento chino del metro?

¿Se comerán el cuento chino del metro?

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Por: Germán Navas Talero y Pablo Ceballos Navas

Editor: Francisco Cristancho R.

No crea que toda innovación es buena: cambiar una cosa por otra no siempre resulta y tampoco es necesariamente ingenioso.

Divertido ha sido el sainete montado por una política con ocasión de unas declaraciones que la dejaban mal parada y que primero dijo que habían sido grabadas sin su consentimiento y tiempo después hubo de retractarse pues se publicó el video en el que se le ve incluso peinándose antes de comenzar su intervención en cámara. El contenido de la grabación, aunque aparentemente inocuo, es indicativo del carácter de la representante Juvinao: en público se alinea con la postura que mayor favor popular le traiga, como limitar a dos periodos la elección de congresistas –iniciativa que respaldó en la Cámara– pero en privado se orienta por sus puros y simples intereses personales, que se resumen en el acto de hacer política para enriquecerse y proveerse un retiro holgado en un paraje distante en el que pueda ocuparse de lo único que le interesa: de ella misma. Con el mayor respeto por los proyectos de vida de la representante, encontramos incompatible su presencia con la soledad tranquila que pretende tras su retiro a manos llenas y nos preocupa el bienestar de la vida silvestre que será importunada por su arribo.

Quien ha jugado de banda a banda ha sido nuestro amigo Urías Velásquez, quien en calidad de periodista obtuvo y publicó las grabaciones, aun con el reproche injustificado de quienes creen que por ser afín al gobierno no puede ejercer el oficio periodístico y en consecuencia reportar sobre asuntos que revisten interés público y que involucran directamente a una funcionaria electa por voto popular. En la antípoda de Urías está la representante Juvinao, quien quedó como zapato fino, es decir, como un cuero.

Nuestro pobre país sí está en la olla. Fuera de tener que soportarse gobiernos de derecha, alcaldesas de centro y congresistas de todos lados, debemos aguantarnos las invasiones de propios y extraños, como la que se registra en los llanos orientales con la llegada de los menonitas. Para quienes no los conozcan, los menonitas son un grupúsculo de cristianos ortodoxos que a su arribo han desplegado actividades de catequesis y de compra de tierras para monocultivos en los departamentos de Meta y Vichada. En suma de la conflictividad social derivada de la asimilación de sus costumbres al entorno local, los menonitas se han beneficiado de la falta de certeza sobre la propiedad de la tierra rural en esta región del país y han adquirido a precios irrisorios vastas extensiones de tierra feraz, algunas de las cuales albergaban –en pasado porque los han profanado– pequeños ecosistemas.

Regresando de estos territorios lejanos, volvemos al caos de Bogotá y no podemos pasar por alto la reiteración de una de las genialidades de nuestros alcaldes: el segundo día sin carro de 2023. Como es habitual, los resultados dejan todo por desear y nada para destacar, pues la reducción a la contaminación del aire es mínima y la congestión vial se registra en proporción similar a un día normal. De lo que la alcaldía no lleva cuenta –y que a nuestro juicio es lo verdaderamente importante– es la afectación que causa esta mala idea a las actividades regulares de quienes residen en Bogotá, que se ponen en un alto casi total; el incentivo que constituye para usar más y por mayor tiempo el vehículo particular en los días que anteceden o suceden al de la prohibición, así como las pérdidas que causa en el ingreso de quienes dependen de su automotor para procurarse un ingreso digno, como los conductores de plataformas de transportes. Otro número importantísimo, del que sí lleva registro la alcaldesa y sus socios operadores del transporte público, es la vertiginosa alza en el número de pasajeros en los buses de TransMilenio, que alcanza máximos históricos año tras año en este día, que en lugar de denominarse día sin carro debería llamarse día para los buses, pues a los únicos a los que favorece esta prohibición es a quienes asumen gran parte de la demanda inducida para los desplazamientos necesarios de trabajadores y estudiantes: los señores dueños del transporte público en Bogotá, los que nunca pierden.

Y ya que hablamos de la alcaldesa López, es bueno reparar en lo que parece un cuento chino, pero que quizá no es tan chino, aunque tenga que ver con los chinos. La revista aquella informó de una posible investigación contra Claudia López y su esposa senadora con motivo del presunto pago de coimas para la obtención de la licitación del metro elevado. Recordemos que la señora López ha sido insistente y obcecada a la hora de defender esta obra legada por su mentor, que desde un primer momento produjo toda suerte de inconformidades y sospechas en la opinión. Alcaldesa, como dicta el refrán: quien mal anda mal acaba.

Haciendo uso de nuestra memoria recordamos que el metro elevado comenzó con sus basamentos quebrados: para la época de la apertura del proceso licitatorio, Germán, coautor de esta columna y entonces representante a la Cámara, con el apoyo del concejal Hollman Morris, promovió denuncia contra el alcalde Enrique Peñalosa y más de veinte concejales por haber presentado y aprobado unas vigencias futuras para el tren cañero –que apodaron metro elevado– sin el cumplimiento de los requisitos de ley. Advertidos del proceso incluso antes de la formulación de denuncia, los cabildantes votaron favorablemente a la propuesta de la administración distrital y dispusieron unos cuantos milloncitos de recaudo futuro para una megaobra sin estudios de ingeniería de detalle. Gracias al favor del fiscal general de marras y de un joven dependiente, el señor Daniel Hernández, ahora sub júdice por auxiliar y facilitar el escape de la acción de la justicia de tres involucrados con la trama corrupta de Odebrecht, tanto el alcalde como los concejales salieron indemnes y la denuncia duerme el sueño de los justos.

Ahora que apareció este enredo con los chinos conversamos con Jorge Afanador Sánchez, abogado de la parte civil en el proceso penal contra el alcalde y los concejales, quien coincidió con que ese fue el comienzo, el primer síntoma de una enfermedad que eventualmente se diseminaría y dejaría un engendro infectado. Mucho tememos que tiene razón, por el bien de Bogotá ojalá que el metro no quede en un cuento chino.

Adenda: a los que les gusta la innovación les contamos que esta semana se llevará a cabo durante tres días el Congreso SmartFilms 2023, que dirige la actriz Yesenia Valencia. A continuación les extendemos la invitación que circula para el evento: https://congresosmartfilms.com/

 

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