En un país tan violento no podemos afirmar que hemos recibido una buena crianza, causan preocupación declaraciones que aún en esta época hacen con orgullo padres dispuestos a agredir físicamente a sus hijos, le exigen al niño un respeto que no le dan, como si fuera un ser inferior por su indefensión y dependencia, nada puede ser más cruel que esto, nada más alejado del amor y la búsqueda de bienestar. Ese patrón jerárquico se convierte en una cadena de obediencia o abuso de poder -dependiendo de la posición en la que se esté- imparable si no se adquiere consciencia para frenarla; como criamos a nuestros hijos, nuestros hijos criarán a los suyos, por esto es más fácil repetir la historia que observarla y tomar acción para cambiarla, pero vale la pena el camino difícil, es la única forma de construir una sociedad más sana.
No se necesita tener mucha preparación académica para entender que el niño se encuentra en una etapa de aprendizaje y observación del mundo al que decidimos traerlo y que no hay maldad ni mala intención en sus acciones, no quieren manipularnos ni decirnos qué hacer, esas son actitudes de los adultos; el niño muestra sus necesidades y se comunica en principio de la forma que puede hacerlo -mediante el llanto- y luego de la forma en que le enseñamos a hacerlo. Por esto es tan importante atender sus necesidades físicas pero también emocionales, que es donde se falla con más frecuencia; es normal que el niño sienta enojo, frustración, tristeza, también que no esté de acuerdo con lo que se le recomienda, hablar de eso que siente le ayudará a adquirir habilidades comunicativas para que sea capaz de expresarse por medio de palabras y no haciendo pataleta, tirando las cosas etc; pero es imposible ayudarle a gestionar sus emociones cuando nosotros no sabemos gestionar las propias.
Así que quién grita, amenaza o golpea, simplemente pierde el control de si mismo, cree que está en una lucha por el poder y termina haciéndole daño a quien dice amar; además, normaliza la violencia como forma de relacionarse y desfigura el concepto de amor, indudablemente necesita ayuda profesional. Difícilmente ese niño que es maltratado va a entender sobre límites y respeto, pero si interiorizará qué es el miedo y la agresión. El solo grito paraliza y puede tener consecuencias nefastas en la forma en que el niño se relacionará con sus iguales.
Los infantes se sienten en el mundo de la forma en que son percibidos por sus cuidadores, si los padres golpean, gritan, descalifican, amenazan y ridiculizan, -lo que lamentablemente sigue siendo muy común en nuestro país- el niño sentirá que no es aceptado, será obediente por miedo, no por respeto y eso le traerá dificultades para expresarse, inmovilidad a la hora de frenar maltrato y abuso en su edad adulta, baja autoestima y enorme riesgo de sufrir depresión.
El niño ama profundamente a sus padres y siempre desea complacerlos, aún siendo maltratado, por eso es tan cruel que el adulto tome una actitud de superioridad ante él. Una relación sana tiene como base la confianza; lo contrario de un modelo de crianza jerárquico y autoritario sería uno amoroso, dónde el niño se sienta seguro y pueda ser él, dónde pueda decir no, una relación donde se practique el diálogo y se tengan en cuenta sus opiniones y deseos, salir del adulto centrismo, una crianza respetuosa. Es importante entender que como padres también nos equivocamos y que debemos estar dispuestos a ofrecer disculpas si es necesario, vivir una relación de crecimiento mutuo, donde se enseñe desde la propia experiencia. Recordemos que es el niño el que necesita comprensión, no el adulto; nosotros debemos ofrecer acompañamiento, control, brindar herramientas para que el niño aprenda a gestionar sus emociones y propiciar calma.
La relación con los hijos es un enamoramiento que dura toda la vida, los deseos del niños y por lo tanto su felicidad deben ser fuente de profunda alegría para los padres, si puedo complacer a mi hijo, ¿por qué no hacerlo?, si definitivamente no se puede tendré que explicarle que no es porque no me importe su felicidad, el debe tener claro que estoy de su lado con y para él siempre.
Según Casilda Rodrigañez Bustos, escritora e investigadora Española es necesario hacer una valoración de los deseos del niño, no como caprichos arbitrarios, sino como pulsiones vitales que animan su desarrollo psicosomático, emocional y de aprendizaje; esa valoración debe hacerse “con el respeto y la responsabilidad de la protección que le debemos a ese desarrollo, a esa criatura humana que no es mi inferior ni mi subordinada, sino que es mi semejante y socialmente mi igual. Porque el que yo pueda decidir, el que yo pueda obligarla, es una realidad de orden secundario, es un asunto del Código Civil, del Contrato Social, de una Ley que me otorga una posición de superioridad; pero no es la verdad primaria y fundamental; en realidad, no es más que una mascarada para organizar la función de este Gran Teatro del Mundo. Para nada somos superiores a ellas, y quien lo crea, quien crea que es verdad, sufre una tremenda equivocación. Nuestra función de madres es propiciar y proteger su desarrollo, puesto que las hemos parido, no manejarlas como una propiedad”.