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La polémica por la estatua de Carlos Vives con el maestro Guillermo Buitrago en Ciénaga, nos recuerda el cuento Macondiano de la estatua del Prometeo de la Libertad de la Plaza de Los Mártires de esta misma población. Esta obra fue donada por el maestro Rodrigo Arenas Betancourt, en 1978, homenaje a los 50 años de la Masacre de Las Bananeras. Cuenta la leyenda que además del debate que suscitó que esta obra representaría más al fenotipo afroamericano del Gran Caribe insular o de Las Antillas, relatada recientemente en un artículo de El Informador, hubo una protesta por el tamaño de su miembro en la estatua original.
Algo similar, guardada las proporciones, nos recuerda el misterio de la desaparición desde 1961, del miembro de la escultura del maestro Epstein, puesta, en su tributo, en la tumba de Oscar Wilde, en el cementerio Père-Lachaise, en París. También se puede tomar como referencia la efigie, del maestro Dalou, acostada encima de la tumba del asesinado periodista socialista Víctor Noir, en su recuerdo, en este mismo cementerio, que los visitantes, en señal de fertilidad, le acarician su bulto, al punto que ya el bronce, por el trajín, ha cambiado de color. Mientras que frente al Prometeo, las fuerzas vivas y algunos pobladores de Ciénaga en aquel momento, se sintieron indignados porque al parecer era muy corta la reata, y se manifestaron de manera contundente en La Plaza de Los Mártires. Esta curiosa expresión cultural, y protesta ciudadana, paradójicamente tomó también ribetes políticos. Al final, concretaron que en una intervención posterior a la estatua, le alargaran su asta viril y así quedó hasta ahora.
Aunque muchos creemos que estos homenajes en vida son algo fetichistas, las imágenes del cantautor Carlos Vives, y la póstuma, al músico Guillermo Buitrago, ubicadas en la Plaza Central de Ciénaga, representan un reconocimiento a su vida y obra, quizás con buenas intenciones, para generar un espacio de encuentro de propios y visitantes, sin embargo, ha tenido polémica, como el busto a Gabo, puesto en su memoria, en el Paseo de los Poetas del Rosedal de Palermo, en Buenos Aires, Argentina, el pasado 28 de mayo de 2019. Cuando inauguraron el busto a Gabriel García Márquez, en Buenos Aires, la gente decía que no se parecía en nada al Nobel. Ahora en Ciénaga, con suspicacia, sorna y crítica, la gente manifiesta que además de que no se parecería a Carlos Vives, tendría el busto la fisonomía de una esbelta mujer, y la cara de otro personaje, que quizás recuerda a la película El Depredador, por demás, con alopecia.
Esto también recuerda a dos debates, sobre obras de este tipo, con astros del fútbol. Por ejemplo, sobre las imágenes difundidas de la obra inédita, quizá de Ripley, del maestro Irisma, que viene elaborando para homenajear a Falcao. O algo similar que pasó con la estatua de El Pibe Valderrama del maestro Ariza, que tuvieron que ponerle rejas porque los visitantes, además de tomarse fotos, se hurtaban sus rizos de bronce, como amuleto. También, hubo debate en esa coyuntura, por el alto costo de la obra en homenaje al mejor futbolista de todos los tiempos en Colombia, y por demás crack samario, Carlos Valderrama (US$130.000) Cuenta otra leyenda, que al parecer un tristemente célebre ex alcalde, que dos veces fue destituido e inhabilitado, habría de costearla con recursos para el pago de acreencias laborales del magisterio. Nunca se supo, eso como que quedó así, sin embargo, parece un cuento del senador Onésimo Sánchez, el Blacamán de la política.
Hay polémicas por estos homenajes en vida o póstumos. Ya Carlos Vives se pronunció, sus fans y la ciudadanía también. Ojalá logren superar este escollo, de golpe le toque al artista Barrera Díaz, volverla a hacer o el nuevo alcalde cienaguero, la mande quitar. Sin embargo, estas iconografías, como dijo Fernando Vallejo en La Virgen de los Sicarios, parece están condenadas al bombardeo de las palomas, desde que asumen su vida propia.