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Desarrollada a inicios de los años sesenta por el Psicólogo Clínico Marshall Rosenberg, es también llamada comunicación compasiva o comunicación colaborativa. Se basa en la idea de que todas nuestras acciones se encaminan a satisfacer necesidades; el objetivo es que las palabras, gestos y actos no generen daño ni a nosotros mismos, ni al otro. Es una comunicación directa donde abandonamos los juicios, calificativos, ofensas, chantajes y discursos repetitivos; una comunicación desde el respeto, donde el buen uso de las palabras tiene un poder importante. Esta comunicación se da desde el encuentro, cuidado, comprensión y empatía.
Debemos ser conscientes del sesgo de nuestra percepción de los acontecimientos, que es elaborado con nuestras propias ideas y creencias; heredamos una forma violenta de comunicarnos propiamente de la cultura, lo que hace que no conectemos con el otro y su sentir sino que estemos atentos a responder inmediatamente, esto conlleva a que se desvíe la conversación y termine trayendo al momento sucesos diferentes que no ayudan a resolver la situación. Cuando somos conscientes del sesgo de nuestras propias ideas somos capaces de ponernos en el lugar del otro y desde ese punto escucharlo para comprender lo que realmente necesita, no lo que creo que necesita, esto nos lleva a buscar soluciones eficaces.
La CNV es efectiva en la relación con nuestros hijos porque podemos mostrar nuestros sentimientos, nuestras motivaciones y a su vez nuestra preocupación por las necesidades del niño y que él se sienta contenido siempre. Lo que hacemos con este ejercicio es mostrarle que existirán momentos en que no estemos de acuerdo o en que una de sus actitudes pueda molestarnos pero eso no cambia el hecho de que estamos para ellos y no modifica el amor que sentimos.
La dinámica consiste en entender qué necesita el niño, dejarle claro que lo comprendemos, plantearle nuestra propia necesidad e invitarlo a que proponga qué acciones podemos tomar al respecto. Es una herramienta muy útil para establecer límites desde el amor y a su vez enseñarle a poner límites en sus relaciones con sus iguales. Con la CNV el niño entenderá que lo primero que debe observar es su necesidad, como se siente con lo que sucede o con lo que se le plantea, así que tiene la opción de negarse, de no estar de acuerdo y de proponer alternativas. Por ejemplo, si un amigo le propone al niño ir a algún lugar donde él no se siente cómodo, el niño podrá negarse al observar que no es algo que lo va a satisfacer y a su vez al entender que el amigo tiene necesidad de compartir tiempo con él podrá proponerle hacer otra actividad, tal vez en otro momento y de esta forma cuidar de él mismo primero y luego de su relación de amistad
Recordemos que el ser humano está preparado para defender la libertad, es por esto que la imposición no trae consecuencias positivas, a ninguna edad; es violencia porque no respeta al otro, produce distanciamiento. El dialogo y los límites claros que se establecen con el niño, involucrándolo, llegando a un consenso, preguntando siempre: ¿Qué podemos hacer juntos para resolver esta situación?, lo harán sentir respetado y le proporcionarán recursos para lograr su propia autonomía y un pensamiento crítico y libre.
Estos consensos en familia y el resaltar la importancia de sus necesidades permitirán que rechace todo acto que va en su contra, lo protegeremos de situaciones abusivas o que atenten su voluntad, y no dudará en alzar la voz en defensa de lo que cree, siente, quiere y necesita. Alzar la voz en el sentido de no temer expresarse. La CNV requiere de observación, atención y práctica diaria, de remplazar palabras y expresiones, de desaprender la forma de relacionarnos, requiere esfuerzo, pero los resultados valen la pena.