Si existirá algo peor que sufrir un accidente o una enfermedad terminal, eso sería estar en la sala de urgencias del Hospital de Kennedy, en el sur occidente de Bogotá.
No es por criticar ni aprovecharme de la gran emergencia sanitaria que enfrentó el sector de la salud debido al covid-19. Pues la pudrición viene desde antes, por culpa de la corrupción y el abandono del estado.
Les voy a contar mi experiencia en las instalaciones del hospital hace un par de meses, cuando por causa de un atraco a mano armada, termine en su sala de urgencias.
“En una noche capitalina” Un viernes en la noche, sobre las 9:00 pm, me atracaron llegando a mi casa en la localidad de Kennedy al sur de la ciudad; Por suerte uno de mis vecinos me auxilio, y al ver que estaba sangrando debido a un golpe en mi cabeza, me llevó al Hospital de Kennedy, puesto que era el más cercano.
Recuerdo mucho que la ambulancia jamás llego. El vigilante me alzó y me ayudo a ingresar a la “dichosa sala de urgencias”. Yo ingresé muy gravé, pues había perdido mucha sangre, y había perdido el conocimiento por un rato.
Al entrar, la sala estaba totalmente llena, se encontraban varias personas en camillas, en las sillas y hasta en el suelo. A mí me tocó buscar una silla y hacerme presión en la herida con una toalla. Comprendí que se presentaron casos peores que el mío, y debían ser atendidos primero.
Sin embargo, al pasar más de dos horas, empecé a perder un poco la visión y me dolía mucho la cabeza, así que empecé a llamar a las enfermeras, pero estaban muy ocupadas, de repente me caí a suelo y no pude levantarme. ¡Oh! Sorpresa cuando reaccioné y evidencié que pasaban por encima de mí y una señora me dijo que cuando pudiera me arrastrara hasta la silla.
Entonces como que reaccioné y pensé “coman mierda” yo pago un seguro médico, no sé qué hago aquí, tal vez no es grave, es mejor que me dejen salir. Pero no podía levantarme.
Entre tanto el alboroto, empecé a observar detenidamente, cuando vi, a varias personas mayores postradas en el suelo; – escuché un abuelito que decía “Ayuda me duele” y la enfermera respondía – “se está haciendo”.
Un joven herido, no dejaba de apretar su herida y lloraba como un niño, Una señora con la pierna amputada lloraba por el dolor y una niña con ataques de ansiedad paseaba por la sala.
Entiendo la crisis hospitalaria, entiendo el abandono del hospital, que hasta hace un par de meses se publicó una noticia en donde a la sala de urgencias le entraba agua cuando llovía.
Pocas veces he estado en urgencias, creí que así era siempre. Pero al pasar el tiempo, llegaban más y más heridos, y todos estábamos en un rincón esperando. Las enfermeras fueron muy groseras con las personas, contestaban horrible. Recuerdo una chica trans que peleaba con la enfermera y ella le gritaba de una forma despectiva “señor, señor yo ya le expliqué, ayúdenme con este señor”.
Al llegar mi dichoso turno, expliqué lo que me ocurrió, caminé hacia el consultorio, la enfermera peleaba por teléfono con la jefe y le decía –“no hay gasa, ni conque brindar atención ¿por qué no hay utensilios?” Colgó y me revisó la herida, me suturó la cabeza y me dijo que debía tomarme un tac. Me pusieron 10 puntos encima del cabello, el procedimiento estuvo tan mal que no tomo el cuero cabelludo.
Después de durar horas en observación, me dieron la orden de salida, pero quedaron muchas personas que no eran atendidas. Comprendo el estrés y la frustración de los médicos al no contar con un sitio más amplio y con las herramientas necesarios ¡porque eso sí! El sistema se cayó. Por ello se demoró más la atención.
Lo que sí es inaudito, es el maltrato que le brindan a los pacientes, si las enfermeras odian ese empleo, pues dejen a otras personas que si pueden hacer mejor el trabajo. No sé dónde estudiaron ni quien las capacita, pero nadie se merece la atención de estas “enfermeras”.
Nadie quiere estar en la sala de urgencias, por eso se llama accidente, no es porque uno quiera ir a pasar su viernes en la noche. El hospital carece de recursos de servicio, son varias las denuncias que se hacen al hospital, pero nada mejora.
Es impresionante la cantidad de historias y muertes que ocurren allí, en donde la gente por necesidad y urgencia debe asistir. Yo por mi parte digo que “si es al hospital de Kennedy, déjenme morir” porque a este lugar no vuelvo.
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