RODOLFO HERNÁNDEZ: EL SISTEMA SE VISTE DE ANTISISTEMA

RODOLFO HERNÁNDEZ: EL SISTEMA SE VISTE DE ANTISISTEMA

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Daniel MoyaHabrá segunda vuelta. Y la habrá en el peor escenario imaginado por Gustavo Petro: se enfrentará a Rodolfo Hernández el próximo 19 de junio. El Pacto Histórico ha sumado una cifra sin precedentes desde la Constitución de 1991: ningún candidato recibió en primera vuelta ocho millones y medio de votos. Son unos registros históricos para la política colombiana, pero aún más para la izquierda. Con todo, la sonrisa de este triunfo parece efímera puesto que en los comicios que habrá en tres semanas, parece complicado que Petro sea el próximo inquilino de la Casa de Nariño.

Se palpa en el aire un titular que dice que Colombia ha votado cambio por dar la espalda al Centro Democrático de Álvaro Uribe. Se ignora, intencionadamente claro, que las simpatías de Álvaro Uribe están también con Rodolfo Hernández. Es la lógica del caballo ganador. Fico, Rodolfo, la cuestión de nombres es superficial e irrelevante. Rodolfo Hernández es el cambio en la continuidad. Rodolfo Hernández es aquello de “cambiar todo para que nada cambie”, que decía Lampedusa en su obra Il Gattopardo.

El discurso del ingeniero es un discurso vacío, lleno de contradicciones y sin más recorrido que dar soluciones sencillas a problemas complejos. Es la misma inutilidad que llevó a Donald Trump a la Casa Blanca, a Jair Bolsonaro al gobierno de Brasil o a Boris Johnson al número 10 de Downing Street. También a Volodimir Zelensky a Ucrania, al que la geopolítica le ha dado de bruces contra la pared.

¿Qué representa Rodolfo Hernández? El sistema. Y el sistema es el mercado. Rodolfo construye su imperio empresarial en base a las premisas del capitalismo: el Estado privatiza las ganancias y la empresa fomenta la desigualdad; el trabajador crea la riqueza y el propietario la amasa en su cuenta. Ésta no es una idea menor en un país como Colombia en la que según el Departamento Administrativo Nacional de Estadístico (DANE), daba cifras de que el 42’5% de los colombianos era pobre en 2020, más de 21 millones de personas. Siete millones y medio estaban en condición de extrema pobreza. Equivale prácticamente a la población de Bogotá. Más de lo mismo.

Pero Rodolfo Hernández representa, además, una depreciación en los valores. Su discurso machista, misógino y xenófobo aumenta una lacra muy instaurada en el país. Tristemente, la sociedad colombiana no es sólo pobre, está además muy atrasada como fruto de una ideología conservadora que le impide modernizarse. Rodolfo Hernández, tristemente, representa una ignorancia supina: la que le llevó a confundir a Adolf Hitler con Albert Einstein. Es el triunfo de la mediocridad más absoluta, una oscuridad para una sociedad a la que han condenado a ser mediocre. Rodolfo Hernández no representa nada distinto.

Su campaña electoral se ha basado en proclamas vacías al aire, en titulares sin propuestas. Menciona pensiones universales, pero no aporta una memoria económica; no afronta uno de los principales problemas de Colombia, el narcotráfico; pretende convertir espacios protegidos como el Tayrona en un complejo turístico reservado a la élite económica llevándose por delante uno de los tesoros del país, su biodiversidad. La educación y la sanidad pública, condiciones imprescindibles para la dignidad humana, están fuera de su discurso.

Hay preguntas que tienen fácil respuesta. Si Colombia requiere un cambio, pero un cambio amenaza a los poderosos, ¿cómo es posible que Rodolfo Hernández no haya sido presentado como una amenaza para el colombiano? Todo cambio conlleva la reacción y la defensa del establecimiento. Es lo lógico. Pero el establecimiento no se defiende del ingeniero porque el ingeniero es parte del establecimiento. Las oficinas de migración ya no son noticia, aunque hay millones de colombianos viviendo fuera de sus fronteras porque el actual modelo de país, que también representa el de Santander, no les ofrece una oportunidad.

Rodolfo Hernández se asemeja bastante más a Nicolás Maduro de lo que el colombiano medio piensa. Un discurso populista lleno de ignorancia e incapacidad. Ha construido su campaña en torno al absurdo “ni de izquierda ni de derecha”. Pero salta a la vista y esto es lo significativo. Sólo hay un camino por el que Rodolfo Hernández se sentará en la Casa de Nariño. Ese camino será el que le construya el apoyo de la derecha corrupta contra la que ha basado su discurso. Más de lo mismo.

Las opiniones realizadas por los columnistas del portal www.laotravoz.co no representan la identidad y línea editorial del medio. Les invitamos a leer, comentar, compartir y a debatir con respeto.

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La Otra Voz
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