Este adagio popular ha cogido fuerza con la actuación de nuestros gobiernos y sus promesas incumplidas después de salir elegidos. Tanto el mandatario nacional como la distrital se caracterizaron por asegurar, durante sus campañas, que harían ciertas cosas, que no harían otras. Ya en el cargo, hicieron todo lo contrario a lo planteado en campaña.
Parece un juego de palabras, pero es precisamente lo que les gusta hacer: jugar con las palabras, para confundir y que nadie sepa, al fin de cuentas, que van a hacer o hicieron en sus gobiernos.
Por eso el refrán motivo de nuestro titular coge vigencia. Ante la falta de confianza que les inspiran los gobiernos a los ciudadanos, estos ya no creen en nada. Este actuar de los mandatarios se ha instaurado en nuestro país a todo nivel en la llamada burocracia. Hasta los funcionarios de menor rango, en la toma de decisiones abusan y ejercen un supuesto poder que les da el ser empleado del Estado, a cualquier nivel, imitando a sus jefes. Lo cierto es que la ciudadanía en general no confía en los gobiernos, no creen que vayan a realizar los objetivos que plantearon en campaña y mucho menos que los gobiernos hagan cosas en beneficio del pueblo o sean democráticos.
Por ello la reacción de las personas es pensar siempre mal, que nada de lo que hagan los gobernantes los va a beneficiar o ayudar y eso se agravó con lo que ha pasado durante la pandemia. La gente perdió sus trabajos, empresarios se quebraron y tuvieron que cerrar sus negocios, muchos ciudadanos quedaron al borde de perder sus inmuebles por falta de pago, y muchas otras consecuencias. Muy pocas ayudas y las que dieron llegaron a destiempo. Los únicos beneficiados, los de siempre, los grandes empresarios que se creen dueños del país. La gente del común piensa mal y acierta porque ese ha sido el resultado desde siempre. Los pocos gobernantes o aspirantes que han intentado o han hecho algo por el pueblo han tenido destinos difíciles y en la mayoría de los casos, fatales. Los acosan, los persiguen y finalmente, si no se pliegan a los intereses de los poderosos, los matan. Hoy usan, también, otras armas: el desprestigio, el acoso judicial y tratar de que pierdan la credibilidad del pueblo.
Cómo estarán de mal los gobiernos, tanto el nacional como el distrital, que las encuestas, manejadas por empresarios afectos o pagados por ellos, muestran unos índices de popularidad y credibilidad que bordea el piso. Se ha llegado a decir en las redes sociales que como será de malo presidente Iván Duque que ya le quitó el primer puesto del peor presidente de la historia a Andrés Pastrana. Curiosidades que produce la gente. Este es un reflejo de la falta de confianza y lo mal que están. Pero lo peor estaba por venir, según la ley de Murphy. ¡No les importa!, siguen burlándose de la gente en su cara, siguen haciendo cosas en contra de los ciudadanos, usan su poder en el legislativo para aprobar lo que quieren, sin contar con la gente, ya ni siquiera en la madrugada como ladrones, como lo hacían antes, hoy es a plena luz del día. Tienen a la clase política a su favor, los partidos tradicionales los apoyan, la mayoría de los miembros del legislativo no les hacen control político y los medios de comunicación solo cuentan lo que los gobiernos les dicen que digan y a todos les pagan con el erario, con puestos y con poder.
Los hechos de los últimos días así lo demuestran, para poner algunos ejemplos: el caso de la conexión de internet que contrató el Ministerio de las Comunicaciones, que sigue en desarrollo y el del llamado “rescate social” de Transmilenio, son algunas muestras de que a los gobernantes no les importa la gente y mucho menos que participe. Obviamente siempre dicen que es para beneficio del pueblo y la gente, según ellos, termina debiéndoles, como se dice popularmente, ya que quedan como unos desagradecidos.
Hacen lo “que se les da la gana”, van a hacer todas las reformas que se propongan, no les importa la Constitución, si es legal o no la decisión, no les interesa la opinión del constituyente primario y mucho menos persiguen fines de beneficio común. Por eso en Colombia ya la gente solo piensa mal para saber que va a pasar y acertar.
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