Debo admitir que crecí rodeado de noticias sobre la polémica vida de la, hasta ese tiempo, senadora Córdoba. El reportaje de las doce hablaba sobre las liberaciones, el de las siete de la noche insinuaba relaciones secretas de Piedad con la guerrilla FARC. De tal manera forjé mi opinión política sobre ella: Una mujer llena de sospechas y escándalos. No obstante, por alguna razón intuía que ‘a ese gallo le faltaba una pata’, y sí, me di cuenta que aquellos escándalos y portadas de periódicos nacionales donde su fotografía llamaba la atención, eran producto de algo real; la difamación de los medios nacionales contra su persona, que en el mejor de los casos hacía intuir que se trataba de una guerrillera enmascarada.
Al leer la constitución política de Colombia hay dos artículos que traigo a citación:
ARTICULO 11—El derecho a la vida es inviolable. No habrá pena de muerte.
ARTICULO 12—Nadie será sometido a desaparición forzada, a torturas ni a tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes
En esos dos artículos podría resumirse la vida política de Piedad Córdoba. Un vívido ejemplo es cada que aparecía en las pantallas con personas liberadas. A esas gentes se les veía rebosantes de alegría al regresar a la libertad. No obstante, sus críticos la señalaban constantemente. La pregunta que siempre me he hecho desde que comencé a seguir su trayectoria política es ¿Por qué sus opositores nunca fueron con ella en los adentros del monte, a aguantar picaduras de mosquitos con el fin de constatar sus vínculos con las FARC?
Y es que la vida en este país sólo se dignifica en el papel, en la realidad es el derecho más violentado en toda nuestra historia. Los Colombianos hemos resignificado la palabra muerte haciendo que signifique un espacio común, habitable y constante.
Pasaron algunos años (aún era niño) y tuve que ver la expulsión de Córdoba y su inhabilitación política. En ese momento no presté mucha atención. Sin embargo, ahora entiendo que significa eso: En este país no caben los defensores de la vida, de la paz, ni políticos verdaderamente de izquierda; como era su caso.
Algo para no olvidar es su gestión en zonas dónde el conflicto penetraba con su eco. Eso me hace pensar que uno de sus pilares de vida es la lucha por alcanzar un país en el cual no nos matemos por ninguna razón.
Es admirable que una mujer afro, con turbante y de izquierda, haya podido ingresar en la terna politiquera Colombiana. Conforme al paso de los años el racismo ha ido desapareciendo, pero en los años que Piedad postulaba a un cargo político era impensable que una negra estuviese en cargo de poder. A pesar de todo lo logró.
En su postulación presidencial tenía muchas ilusiones de que ella llegará a ser presidente de la nación. No se pudo. Y no se pudo porque sería un escándalo que la primera presidente de la republica fuese negra, a parte de eso, socialista. Además, los mesías libertadores suelen ser hombres y no mujeres, ese campo a penas se está abriendo, y ojalá nos salgan cómo Piedad: políticas con sentido y con razón; ya estamos cansados de mesías y politiqueros.
No estoy seguro de que esté libre de ‘pecado político’, eso hay que dejárselo a las autoridades y al tiempo, pero de algo estoy seguro: Piedad siempre ha luchado por dignificar ese derecho del cuál nos hemos olvidado, el derecho a la vida, y eso es admirable en medio de la política nacional.