Una campaña que nace de la indiferencia
Texto y fotos: Helda Martínez
El origen
Gigante es un municipio del departamento del Huila situado en la margen izquierda del Río Grande de La Magdalena.
Se ubica a 84 kilómetros de Neiva, la capital departamental. El clima es tropical cálido con 24 grados centígrados, por cuanto asciende sólo 860 metros sobre el nivel del mar.
El área urbana tiene una extensión que no supera los 4 kilómetros cuadrados, pero la rural abarca hasta 622, según información oficial de 2019.
Nativos y turistas reconocen a Gigante por La Ceiba de la Libertad, sembrada en la Plaza principal y con la majestuosidad que le imprime su altura de 40 metros, con un tallo que en su parte más amplia tiene una circunferencia de 12 metros y cuatro en la más angosta.
Tamaño que le otorga su antigüedad: la ceiba fue sembrada para celebrar la abolición de la esclavitud (1813). Sin embargo, dos siglos después en un evento de ironía, la Represa El Quimbo, fue construida por la multinacional española Emgesa que ocupó afrocolombianos del Caribe y del Pacífico. Una manera de retornar a la esclavitud con la afectación adicional de mulatos y nativos. Perjuicios a las personas y a la ecología, porque Gigante “es un municipio rico en bosques, ríos y quebradas, aunque en la actualidad haya disminuido su porcentaje debido a la destrucción”.[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Gigante_(Huila)
La ausencia de humanismo
El origen de la campaña Pescando Justicia y su continuidad radica en la DIGNIDAD de un hombre: Orlando Ramírez, natural de Gigante.
Hoy, con 64 años, tiene como antecedente principal el ser pescador a orillas del Magdalena la mayor parte de su vida. Con el producido de su trabajo educaba a sus hijos y llevaba una vida tranquila en medio de la búsqueda de equilibrio y equidad social que ejerció como líder comunitario.
Pero igual, fue engañado como muchos más pescadores giganteños a quienes en esa ocasión San Antonio de Padua no los protegió como debía. El patrón de Gigante tal vez se distrajo como los pescadores mismos.
Todos distraídos permitieron sin preocupación el ingreso de la multinacional española Emgesa, en los años 2008 y 2009. Una empresa que llegó pasito para construir la Represa El Quimbo.
Y lo hicieron once años después de que, en 1997 en la presidencia de Ernesto Samper y la gobernación en Huila de Jaime Lozada, “la licencia ambiental fue negada, considerando inviable la obra en la región más productiva del departamento y, por tanto, muy difícil la recuperación de la economía local” explica el abogado Sergio Salazar.
Pero en 2008 y antes de gestionar las debidas licencias iniciarían la construcción de un túnel: “porque desde el principio fueron ilegales” dice el pescador Ramírez sin abandonar esa mirada sostenida que combina tristeza, impotencia y frustración. Incluso en momentos de lágrimas y rabia.
Porque tiene un acumulado que supera los diez años en busca de la justicia que aún no logra pescar, pero sobre la cual mantiene el hilo de terca esperanza en compañía de dos jóvenes abogados, quienes, de manera espontánea, gratuita y, por ende, generosa, lo acompañan desde 2017 en la múltiple gestión que debería de lograr esa pesca milagrosa que tantos esperamos: ellos son Sergio Salazar y Sergio Alejandro Rodríguez.
Otro paso incompleto: el censo a los afectados en procura de la Licencia Ambiental
Para surtir la Licencia Ambiental en 2009 – 2010, Emgesa debía realizar un censo entre los pobladores afectados con la construcción de la represa, censo que incluía personas de la influencia del embalse de 8.250 hectáreas, lo que equivale a 86 veces el parque Simón Bolívar.
Según Ramírez, en lo que atañe a Gigante, en efecto hicieron la encuesta, pero incluyendo sólo una quinta parte de la población: es decir, el 20 por ciento, e ignorando al 80 por ciento restante.
En ese amplio porcentaje estaba Orlando Ramírez y muchos compañeros, conocidos, pescadores, a quienes él ha seguido la pista en sus historias de abandono, pobreza e incluso fallecimiento en soledad.
“Cuando nos dimos cuenta del censo incompleto fuimos a reclamar, pero nos dijeron: nada. El censo ya se acabó”.
Fotografía tomada de internet: Portal Verdad Abierta
“Insistimos, llevamos pruebas de pertenecer al área de influencia porque en nuestra vereda éramos casi todos pescadores. Pedimos que por favor enmendaran el error del censo, porque llevábamos más de 20 años en la pesca. Nada. En 2010 iniciaron las obras que hacen con retroexcavadoras y explosivos, porque todos los materiales de construcción los sacan ahí mismo del río, y entonces el pescado empezó a acabarse. En 15 meses ya no lográbamos ni siquiera para comer nosotros mismos. En 2012 tuve que dejar de mandar plata a mis hijos para su sostenimiento y empezamos a poner tutelas sin resultado. La verdad, es que estas multinacionales son tan poderosas, y tan corruptas, que pusieron a los jueces y a los funcionarios a su favor. Lo digo porque tengo pruebas”, enfatiza Ramírez una vez más, como lo ha dicho en incontables testimonios a lo largo de los años.
La afectación familiar: un golpe fuerte
En un país en el que es normal el abandono de los padres, el mayor dolor de Orlando Ramírez radica en la situación que la construcción de la represa, y el hecho de no tener cómo trabajar dejó en sus hijos. Sobre el tema tiene muchos manuscritos. Para este recuento el abogado Salazar resaltó dos: el primero narra cómo su hijo mayor Orley, quien estudiaba el primer semestre de Ingeniería de Sistemas tuvo que retirarse y conseguir un trabajo como domiciliario de agua en botellón. El papá, mantuvo durante meses la esperanza del reintegro de su muchacho. Su segundo hijo, Orlando, cursaba 10 grado en una población en los Llanos en donde viven los jóvenes con la mamá.
“Un día me llamó y después de saludarme me dijo: papá, no tengo zapatos buenos para ir al colegio y los tenis también están rotos. Yo le dije, hijo no se está cogiendo pescado casi ni para echar a la olla, pero tranquilo que voy a ver qué se puede hacer. Como a los tres días salí a vender un poco de pescado y como eso no alcanzaba sino como para comprar algo de mercado, fui hasta donde un amigo que tiene ahí en Puerto Seco un montallantas y le dije que me prestara cien mil pesos para mandarle a mi hijo.
El amigo con mucho gusto me los prestó, me fui para Gigante, vendí el pescado que llevaba y me fui para la oficina Suchance S.A, pero antes de poner el giro llamé a los Llanos y me contestó la abuela de mis hijos; le dije doña Julia, Orlando ¿dónde está? ¿Está en el colegio? me dijo no. Él niño se retiró del colegio. Le dije cómo así, si hasta hace tres días hablé con él y estaba estudiando. Me dijo sí, pero ayer tenían un desfile por el pueblo y como tenía los zapatos rotos, él dijo que así no iba por allá porque se le burlaban los compañeros y como el vecino estaba buscando trabajadores para recoger patilla, en un gigantesco patillal que tiene por allá en la Sabana, pues se llevó un camionado de trabajadores y ahí se fue él”.
Aunque soy muy hombre, y dicen por ahí que los hombres no deben llorar, reconozco que esta situación en que me he visto inmerso (…) ha sido superior a mis fuerzas y esa vez que se retiró mi hijo del colegio, fue la primera vez que lloré por causa directa de la construcción de la Represa El Quimbo; las otras han sido las últimas navidades y año nuevos que me han tocado desearles a mis hijos, feliz navidad y feliz año nuevo desde lejos, sin poderlos visitar y sin poderles enviar nada; eso para mí ha sido tenaz”.
Con la esperanza puesta en la gran capital
En 2015 supo que en el río no había nada más que hacer. Entonces, ante la negativa de las entidades judiciales se declaró víctima de desplazamiento y armó un cambuche en el parque principal de Gigante. Ahí cerca de la Ceiba de la Libertad. Pero la indiferencia ante todas sus pruebas se mantuvo. “Los jueces, y muchos funcionarios públicos fueron adiestrados, no solo en Gigante sino en 26 veredas más para ponerse a favor de la multinacional”, reitera el pescador.
En 2017 Orlando Ramírez pensó que Bogotá, capital del país y sede de las más grandes instituciones en todas las ramas, sería la puerta para alcanzar la justicia en la que insiste con una terquedad que inspira respeto. Imposible no hacerlo, por parte de quienes lo seguimos de cerca.
A Bogotá llegó y se paró al lado de la estatua de Bolívar. Al frente del Palacio de Justicia. Lateral de la católica Catedral, por un lado, y del Palacio Liévano sede de la Alcaldía Mayor, por el otro. Ahí, cerca del Congreso Legislativo. Ahí, en donde todos parecen ciegos, sordos y mudos como entona Shakira.
En ese punto, con las pancartas escritas por él mismo, en septiembre de 2017 Sergio Salazar, entonces estudiante de Derecho en la Universidad Externado de Colombia lo conoció y habló con él. A pocos días sumó por iniciativa propia y sin conocer a Salazar, Sergio Alejandro Rodríguez, también entonces estudiante de Derecho en la Universidad Libre.
La coincidencia unió a Rodríguez y Salazar en el interés de apoyar el sueño de justicia de Ramírez. De ayudarlo en el proceso de pescar en un río revuelto. De tirar el anzuelo con él, esperando que los peces gordos piquen la carnada. afirma el ya abogado, Sergio Salazar.
Abogados en ciernes y con el corazón limpio, como también a ratos desilusionados de la realidad de una profesión que no compagina con la teoría de la cátedra, pero sin perder la esperanza.
Por eso acompañaron a Orlando Ramírez hasta la población de Garzón, luego a Neiva, lo han ayudado en la redacción de los Derechos de Petición, seguido en el Incidente de Desacato cumplido el término de Reparación Directa, e insistentes en tres ilegalidades cometidas por la Sala Civil de Neiva, y que llegó hasta la Corte Suprema de Justicia que se contradijo en este caso, frente a otro similar que aprobó años antes. Pero que, para este, el de Ramírez, el Magistrado no quiso aplicar y no sustentó, aún siendo su obligación hacerlo, explica el abogado Salazar
Ahora el proceso pasará a la Corte Constitucional en donde no debería negarse a cumplir sus propias sentencias.
Por tanto, una vez se supla la vacancia judicial, es decir, a inicios de 2021, el caso será presentado ante la Corte Constitucional, y es ahí en donde radica el encuentro con la justicia. Una justicia que Orlando Ramírez merece. Y que tanto Salazar como Rodríguez esperan con admiración por el demandante, por esa calidad humana que de él han conocido, y reconociendo que la mayoría de las personas al volverse mayores abandonan sus sueños y sus convicciones.
Pero este pescador y líder comunitario insiste: y ha hecho más de lo posible. Tanto en el Huila, como en la Secretaría de Transparencia de la Presidencia de la República, la Procuraduría General de la Nación… todas las entidades de Justicia. Esa, que tanto los abogados como yo, quien también lo conocí en la Plaza de Bolívar e invité en dos ocasiones a Uniminuto Radio, esperamos un final feliz para su historia. Una justicia real y completa.
Ojalá don Orlando Ramírez se reúna de nuevo con sus hijos para, ahora sí, poder envejecer tranquilo, apoyándolos al máximo posible pero, sin duda, con varios sueños resquebrajados.
Orlando Ramírez, demandante, y Sergio Salazar, abogado defensor, frente a las instalaciones de Enel, en el norte de Bogotá, en donde instaló su más reciente cambuche, luego de que la pandemia lo sacó de la Plaza de Bolívar y lo mantuvo alejado de la causa, por varios meses
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