La lucha feminista logra la consecución de un reclamo fundamental en sus batallas. Se convierte, además, en una referencia en toda América Latina. Hoy Colombia es un país más avanzado: la libertad para tomar una decisión complicadísima y a la que nadie llega por gusto es un síntoma de progreso. La eutanasia es otro paso de gran calado dado en los últimos meses. Ambos tienen un origen común en el posicionamiento de la Corte Constitucional. Y éste es un espejo que retrata.
Tras conocerse el fallo jurídico una de las cuestiones más notables ha sido la expresión de júbilo de algunas figuras políticas. No deja de sorprender cuando este asunto, el del aborto, ha sido ignorado desde los poderes ejecutivos y legislativos. La ciudadanía no ha encontrado en su representación parlamentaria un mecanismo útil para alcanzar sus demandas. Ha sido a través de la Corte donde un grupo de ciudadanas lo ha logrado. Un grupo de ciudadanas que con su esfuerzo y sus posibilidades podían emprender un camino largo y difícil. Pero este es un mecanismo que está al alcance de un grupo reducido de la población. Hay una preocupante omisión que desampara a gran parte de la ciudadanía colombiana.
Esta sentencia, en plena campaña electoral, sonroja. Se quiera o no, el aborto es una realidad cotidiana por más invisibilizada que se presente. Es un debate en el que las moralidades no son prioritarias: hablar del aborto es hablar de salud y del bienestar para madre y futura criatura, más aún en un país donde la dignidad humana carece de muchas garantías. Los que proclaman continuamente la libertad basada en tradiciones liberales son los primeros en restringir, posteriormente, cualquiera que se salga de sus prejuicios.
Al igual que pasó con la sentencia sobre la eutanasia, la omisión política en el Congreso preocupa, ciertamente. Pregonar el cambio para Colombia debe incluir mayor valentía discursiva (y por supuesto de acción) por parte de la dirigencia de estas opciones políticas. Hablar de aborto, eutanasia, colectivos LGTBI+, bienestar animal, no puede convertirse en temas tabús. La sociedad demuestra que va por delante de una clase política imbuida en procedimientos conservadores (más allá de sus ideas), lo que aumenta la orfandad de representación para la ciudadanía.
La principal preocupación política de Colombia no puede centrarse sólo en términos económicos. Plantear las democracias en términos estrictamente economicistas es reducirla a un sistema de producción, a despojar la sociedad de un componente humano. Por eso las democracias liberales acaban por ser insuficientes. Es obvio que en un sistema capitalista el análisis y el debate que se produce desde el materialismo histórico, independientemente de la ideología, copa un espacio fundamental en tanto que el capital se establece como el eje que condiciona nuestras vidas. Pero la vida va más allá. La economía lo impregna todo, pero no es lo único.
La avalancha de declaraciones desde todos los ámbitos políticos a raíz del fallo de la Corte Constitucional debería dar lugar a la reflexión. Temas capitales invisibilizados. El liderazgo político tiene mucho que callar en estos momentos porque la Corte no sólo ha dado libertad a las mujeres, sino que ha sentado frente al espejo a la clase política. Se lamentaba un candidato del Centro Democrático que la Corte sustituyó al Congreso en un tema tan delicado. La pregunta que le rebota es la reflexión que la propia Corte desvelaba indirectamente: ¿y dónde ha estado el Congreso todo este tiempo?
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