Hace un siglo Jorge Eliecer Gaitán le advertía al pueblo de Colombia la importancia de la unidad nacional en contra de las oligarquías Liberales y Conservadoras, pues estas corrientes políticas se rifaban el poder y ningún otro movimiento tenía derecho a participar en política, luego, las grandes maquinarias electoreras derrotarían a cualquier otro surgimiento político que quisiera incursionarse en la contienda electoral.
La semana pasada se instaló el cuarto periodo legislativo del gobierno Duque, con un hecho histórico que podría ser un buen reflejo de lo que nos espera en las contiendas electorales para el año 2022, se trata de la “jugadita” del Partido Verde encabezado por la senadora Angélica Lozano y el senador Antonio Sanguino que promovieron el voto en blanco en contra del senador Gustavo Bolívar una de las cabezas más visibles de la oposición que aspiraba a ocupar la segunda vicepresidencia del Congreso de la República como lo señala el Estatuto de la Oposición; los partidos que se declaran en oposición tienen derecho a ocupar la segunda vicepresidencia y para este último periodo le correspondía al senador Bolívar, sin embargo, el partido verde que también se declaró en oposición al actual gobierno le dio la espalda y le hizo el cajón para que no pudiera ocupar el cargo.
Lo que nos demuestra este pequeño acto de traición por parte de los verdes es que una vez más los partidos alternativos llegan divididos, y lo más preocupante es que el país está a menos de un año de las elecciones presidenciales y por ahora vemos a una derecha tradicionalista unida y consolidada, pero desprestigiada a causa del mal gobierno del presidente Duque, y una izquierda dividida que hace que el mismo pueblo tenga dudas a la hora de elegir en las urnas, lo que le da vía libre a los partidos tradicionales de impulsar un solo candidato fuerte y afianzado, mientras la oposición ve como una vez más el establecimiento lograría seguir dominando todas las esferas del poder.
La maniobra de traición que realizó un sector de los verdes me da para pensar que actuaron de mala fe en contra de los senadores Petro y Bolívar dirigentes del Pacto Histórico; que ha buscado unir distintos sectores a lo largo del país, desde comunidades afro, hasta líderes indígenas, han logrado coincidir en este movimiento que busca reunir diferentes voces que puedan llegar a aportar a un eventual gobierno alterno y verdaderamente democrático. No obstante, la extrema derecha ha tenido fichas claves en partidos de oposición que buscan torpedear su trabajo y lograr desestabilizar la unidad. La malicia de Angélica Lozano y su actuar solapado de seguir dividiendo a la oposición deja mucho que pensar, pues estaría dejando la puerta abierta para que una vez más el uribismo siga dominando el Estado.
Gaitán lo recalcaba hace más de 60 años y le hacía el llamado al pueblo colombiano: “¡No se dejen dividir! Porque el hambre conservadora es igual que el hambre liberal”, y hoy vemos que el hambre de poder por parte de los mismos que han venido gobernando hace dos siglos sigue intacta y quieren seguir dominando los altos organismos que someten el sistema legislativo, ejecutivo y judicial a placer de unos cuantos.
Colombia pareciera que vive en un bucle, la historia ya la conocemos y sabemos cómo termina, un bucle que reinicia cada cuatro años; crisis social, crisis económica, la crisis del petróleo y la incapacidad de un Estado en generar fuentes de ingreso alternas a las que el neoliberalismo criollo nos tiene acostumbrados, el pobre pueblo tendrá que cargar con las grandes deudas que los gobiernos anteriores no han sabido manejar y de allí vuelven y surgen las crisis que los viejos y jóvenes de este país ya conocemos y estamos cansados de seguir viviendo año tras año.
El 2022 da la oportunidad para que nuevos actores políticos se sumerjan al ejercicio democrático, pues los nacidos en el año 2004 podrán disfrutar del derecho al voto y obtendrán participación política desde las urnas, una generación que tiene en sus manos gran parte del destino de este país y ojalá el 2022 se convierta en el año en que se ponga un final al eterno bucle al que parece que Colombia está condenado a vivir.