No siempre el primero que abre la boca es el que dice la verdad. Casi siempre quien primero parla es el verdugo, quien interroga a su víctima.
Los autores de esta columna no somos videntes –porque veamos más que los demás– ni videntes –porque tengamos dos dientes–. ¿A qué viene este ‘biloquio’? Acabamos de inventarnos esta palabreja que podría decirse es un coloquio entre dos y lo hacemos porque ahora se volvió ‘in’ inventarse términos para definir aquello para lo cual ya teníamos una palabra. El mejor ejemplo: en vez de poner un negocio o abrir una tienda ahora se habla de un emprendimiento y por tanto, en vez de tendero tenemos a un emprendedor. Como toda moda, la noción del “emprendedurismo” se ha tornado en esencial para que los pequeños empresarios prosperen en sus negocios, no son pocos los apoyos estatales que parecen estar condicionados a identificarse como “emprendimientos”, vocablo clave en la “economía naranja”.
Palabra tan rebuscada como esa es la tal “juntanza”, que no sabemos si se trata del encuentro de barrigas, o sea, panza contra panza, o si se trata del encuentro amoroso entre Sancho Panza y Teresa Panza. Este término se lo hemos escuchado a varios snobsen espacios académicos y medios de comunicación. Pero quizá la de más amplio uso en el país, contraviniendo toda regla idiomática, es el verbo “aperturar”, porque usted ya no abre una cuenta corriente sino que apertura una cuenta. En el lenguaje de policías ya no se abren investigaciones sino que se aperturan pesquisas, para hacerlo sonar más complejo. Y como hay que estar a tono, no sorprendería que en la noche de bodas un galante novio le diga a su consorte “mijita, aperture las piernas”. Gracias a estas palabras, no falta el tonto que por dárselas de elegante pasa de tunante a pedante.
Y en deportes ni se diga. Ya no se anotan goles sino tantos y, como si fuera privilegio de la bandera de Colombia ser de tres colores, los narradores de fútbol hacen sinónimo de la selección con la “tricolor”, como si la enseña del Ecuador no fuera de tres colores –y con los mismos tonos–, la de Venezuela ídem y seguramente decenas de banderas más. Pero para los comentaristas solo hay una bandera tricolor, y es la nuestra. En la misma línea de los tantos, ya no hay porteros sino guardametas. No entendemos quién guarda la meta –y dónde se halla esta– sí una meta es el sitio al cual se llega como resultado de una labor. Ilustres comentaristas, tengan la amabilidad de bajarle a la fantochería, que no es cosa distinta al maltrato de nuestra lengua.
Y ya que de lambericas hablamos, vimos en el periódico “El Tiempo” una noticia donde nos cuentan que los tres Reyes Magos no eran reyes ni tampoco magos. Dice la nota que habría sido una alucinación de Mateo en uno de sus evangelios, puesto que no hay prueba alguna de que esos tres desocupados mirando para el zarzo hayan visto la estrella que se incrustó sobre Belén indicando un accidente aéreo, un meteorito o la llegada de un extraterrestre. ¿Se imaginan cómo sería la traba de Mateo cuando supuso la llegada de los Tres Reyes a un establo y así lo contó a todo el mundo? Lo cierto es que no hay cómo probar la existencia de Melchor, Gaspar y Baltasar, en otras palabras “Malhechor, Gastar y Malgastar”, quienes no serían más que unos lambericas echándole cepillo a un desconocido, pues ninguno de los periodistas de la época sabían qué aconteció en ese lugar. Así las cosas, los que volaban o explotaban a Herodes el seis de enero resultaron excelentes libretistas como Bernardo Romero Pereiro, Pepe Sánchez o Mauricio Navas, muchos de ellos ilusos pero poco de historiadores. El padre Jiménez en el barrio Egipto y el padre Campoamor en Villa Javier gastaron mucha pólvora mientras el pueblo tomaba pola, metía morcilla, papita y hueso de marrano. Y obviamente el pueblo era el marrano que se creía los cuentos y daba buenas limosnas a quien hiciera de párroco organizando.
Como todo se copia, los gringos no copian ni las morcillas ni los voladores, ni a los reyes vagos, sino que en un procedimiento con nombre extraño, “impeachment”, y en varios “hearings” de la comisión que investiga el asedio al Capitolio, buscaban hacerle imputaciones al señor Trump por la marranada que quiso hacerle hace un año –en día de reyes– a Biden al tratar de armarle furrusca, dañar la fiesta y demás locuras, pero que le resultó al revés. Parece que no se trata de despelotar a Herodes el 6 de enero, sino al señor Trump que no sabemos cuál de los reyes vagos quiere representar: si al Malhechor, al Gastar o al Malgastar.
Salgamos del día de Reyes y volvamos a lo que comentamos en este espacio hace ocho días en nuestra columna “Un dolor de cabeza será pagar la recompensa por la captura de Otoniel”. Nos reafirmamos: Alias ‘Otoniel’ no fue capturado, sino que se entregó, y la mejor prueba de ello es el testimonio del padre Javier Giraldo S.J (@javiergiraldosj), a quien le damos plena credibilidad, como también al periodista Gonzalo Guillén (@HELIODOPTERO). Ambos coinciden, y así lo expresó Giraldo en entrevista con El Espectador, en la que afirma que la captura de Otoniel fue una obra de teatro.
Transcribimos parte de la entrevista al padre Giraldo: “pocas personas en Colombia se tragaron esa versión de la captura de Otoniel, eso fue una obra de teatro mal preparada. La presencia del Clan del Golfo ha sido ciertamente de un paramilitarismo coordinado y articulado con la Fuerza Pública. Entre octubre y diciembre en la región del Chocó y el norte de Antioquia hubo tal agresión de los paramilitares coartando todas las actividades, incluso religiosas, que hubo misiones de verificación en las que participaron varios obispos, organismos internacionales y humanitarios. Esas misiones sacaron unos comunicado más fuertes y resulta que el Ministerio de Defensa está enfurecido…”
Después de leer esto, insistimos: les creemos al padre Giraldo (@javiergiraldosj) y a Guillén (@HELIODOPTERO). Y reiteramos nuestra pregunta: ¿a quién se le van a entregar los milloncitos que se ofrecían como gratificación a quien ayudará a la captura o localización de alias Otoniel? Es una pregunta que necesitamos tenga respuesta.
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