Desde que Gustavo Petro hizo su aparición en la vida política civil estuvo en la mira de los medios de comunicación tradicionales. Como senador, con sus denuncias de los corruptos, de los narcotraficantes metidos en la política, en el congreso y en la economía y de los que financiaban a paramilitares; y como militante del Polo Democrático Alternativo, denunciando el gran escándalo del llamado carrusel de la contratación en Bogotá, la llamada gran prensa, vista, escrita y hablada, no hicieron sino disminuir el impacto de esas denuncias, tratando de no darles relevancia y en algunos casos hasta ocultarlas y hacer que la opinión pública las olvidara.
Los ataques a Petro han sido de todos los calibres, con calificativos, ridiculizando sus denuncias y posiciones políticas y en muchos casos tratándolo de mentiroso, por no hablar de los epítetos ya conocidos nacional e internacionalmente, como el de “castrochavista”. Estos medios le hacen caso, casi a ciegas, a los políticos “más influyentes”, a los grupos económicos y los sectores de poder de la nación. Nunca o casi nunca han mostrado al, hoy presidente electo, en su verdadera dimensión y con una visión objetiva. Nunca han mostrado pruebas de sus “publicaciones periodísticas”, solo conjeturas y opiniones que tratan de pasar como noticias confirmadas.
En la campaña presidencial vimos a la gran mayoría de los llamados “grandes medios” actuar no como periodistas sino como jueces y enemigos en las entrevistas, como si Petro fuera más un delincuente que un político de oposición y un candidato presidencial, mientras que con sus competidores por la primera magistratura eran todo candor y, ahí si, olvidaron sus procesos judiciales, de corrupción, de vulgaridad y hasta escándalos de misoginia. Esos “periodistas” mostraron un comportamiento similar hacia Francia Márquez, a quien le enrostraron su procedencia humilde, su pasado de miseria, los trabajos a los que tuvo que recurrir para salir adelante, su color y en fin todo lo que ella representa para esta sociedad feudal y atrasada, olvidando que es gran ser humano, líder feminista, ambientalista, raizal y política.
Con la aparición de la internet y de las redes sociales, la comunicación cambió radicalmente en el mundo y Colombia no fue la excepción, lo hemos visto en los últimos años, con la pandemia, el estallido social y la campaña presidencial, solo para nombrar algunos de los mas relevantes. Nacieron los llamados “tubers” de todas las plataformas, que presentaron otra forma de relacionarse y comunicarse los colombianos. Las verdades de lo que ocurría en la realidad, se conocieron por las redes sociales contradiciendo diametralmente la verdad presentada por los medios oficiales. Las redes sociales, no es un secreto, fueron definitivos en la llegada a la vicepresidencia y presidencia de Francia Márquez y Gustavo Petro.
Pero también con la aparición de las redes sociales, los medios tradicionales y los dueños del poder las están usando para su propio interés y beneficio, con el montaje de páginas web, páginas de Facebook, canales de Youtube, de Twitter, Tik Tok, etc., para hacer lo mismo que sus empresas periodísticas conocidas y con comunicadores de la misma clase.
Desde el 19 de junio, con solo una semana de conocerse el nuevo presidente y la nueva vicepresidenta, han pasado hechos inesperados. Por un lado, algunos partidos tradicionales han manifestado su colaboración abierta con el nuevo gobierno, otros han declarado “independencia” pero que aprobarán en el congreso las leyes que beneficien al pueblo, otros se dividieron y parte “estarán” así sea parcialmente con el gobierno. Hasta el “ex” Uribe acordó reunirse con el nuevo presidente. Solo uno pocos políticos no se han dado por enterados de la nueva situación, como Fajardo y Robledo. En fin, se respira un aire fresco y esperanzador que nunca se había sentido en nuestro país.
Contrastando con esta situación, los grandes medios, desde que se conocieron los resultados, han querido mostrar que esa decisión del pueblo fue desastrosa para el país, publicando cosas como: que el dólar subió, que empresas se van o van a quebrar, que nos va a dejar sin petróleo, que muchos van a emigrar al exterior, que llegó el comunismo, etc., etc., etc. La misión es tratar de quitarle el piso de apoyo a Petro, que es el propio pueblo. Quieren “mostrar” una catástrofe inminente, un país que llegará a lo más profundo del averno y que ningún colombiano se podrá salvar. En esta “campaña” están unidos los medios tradicionales y algunos de los que se autodenominan “alternativos”, pero que son lo mismo que los otros. Esos medios “alternativos”, los que se están portando así, ya son bien conocidos por la ciudadanía participativa y se han ganado el rechazo total y permanente. Tal es la campaña de desprestigio y animadversión contra los recién elegidos que abogados y ciudadanos, cansados, denunciaron judicialmente por pánico económico a la directora de un medio tradicional.
Es de anotar que en todas las naciones de la región existen esas mismas clases feudales y dominantes que han explotado sus países y que parecen una logia, se ayudan entre ellos de país a país. El uribismo, llegó al colmo de incidir en la campaña presidencial de Estados Unidos, el mayor capitalista del mundo, a favor de Trump y en contra de Biden. Es esa prensa, la que representa y defiende estos intereses, la que trata de desestabilizar a cada uno de sus nuevos gobiernos alternativos, ayudando a los de siempre en detrimento de los pueblos. Y aquí, en Colombia, lo estamos viendo en vivo y en directo, cómo unos grandes medios (de los que son dueños los grandes emporios económicos) no les dan respiro a nuestros nuevos gobernantes que, sin haberse posesionado, ya son “culpables” de un “futuro oscuro” que solo está en las mentes, páginas, pantallas y radios de los grupos de poder.
Esos medios ya han perdido una gran parte de audiencia, televidentes, lectores y seguidores, su desprestigio es cada día mayor, pero no les importa porque el dinero de su financiamiento sale del mismo pueblo, que consume los productos que, también, ellos fabrican o importan, o con la propaganda oficial que le llega a manos llenas y se paga con el presupuesto oficial o sea con impuestos. Mal comienzo, que presagia unas relaciones muy tensas y cuatro años de noticias falsas, calumnias, entrampamientos y toda clase se obstáculos a Petro, Márquez y su gobierno.
¿Hasta qué punto son responsables estos medios de la violencia que pueden generar por los odios que ellos promueven?
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