Todas las miradas se posarán sobre el Congreso. En pocos días el capitolio será el escenario de discusión de la espina dorsal del gobierno del “cambio”. Los representantes y senadores tendrán la responsabilidad de obrar con cabeza fría y discutir los alcances de una triada de reformas sociales (salud, laboral y pensional). Pero sin empezar la discusión y con los ánimos caldeados por lado y lado, todo parece indicar que aquello de obrar con cabeza fría solo será una ilusión y que en el Congreso se harán extensivos los pulsos de un evidente cerco mediático en contra de la agenda reformista y de una imprevisible agitación callejera que buscará presionar su aprobación.
Con cerco mediático me refiero a la escalada de artículos, análisis y escenarios apocalípticos al que han reducido la reforma a la salud algunos medios tradicionales. Medios que, en mayor medida, responden orgánicamente a los intereses de poderosos conglomerados económicos con manejos directos en los esquemas de intermediación de las EPS. La estrategia es muy clara: desgastar la reforma ante la opinión pública; distorsionar la percepción ciudadana sobre el sistema de salud -con encuestas que seguramente no se realizan en las filas que asedian los hospitales-; y convertir a la ministra Carolina Corcho en un ser tan dogmático como insensible.
Y lo están logrando.
Aprovechándose de la complejidad técnica que encierra el sistema de salud (estoy seguro que una gran mayoría de los colombianos sigue confundiendo a las EPS con las IPS), algunos medios se han limitado a asociar la reforma con la personalidad de la ministra Corcho. Y como la ministra ha actuado ncon irascibilidad en algunos escenarios públicos, su reforma la han convertido en una “declaración de guerra frontal contra las virtudes del sistema de salud”. Así, convierten la desinformación en confusión y logran que la gente piense o vote verraca. Es algo en lo que la extrema derecha criolla tiene bastante experiencia.
La respuesta del núcleo más duro del gobierno no se ha hecho esperar: agitar la movilización ciudadana en las calles para respaldar la esencia social de las reformas y acelerar su aprobación en el Congreso. La lógica es tan política como arriesgada. Si en el 2021 las calles tumbaron la reforma de Carrasquilla y la “invisible” reforma a la salud de Duque, las calles serán el catalizador ideal para impulsar la aprobación de la triada de reformas en un Congreso donde el gobierno cuenta con mayorías artificiales; inclusive, los elementos más tradicionales de la coalición gobiernista ya han trazado líneas rojas, azules y hasta amarillas. ¿Hasta cuándo resistirá la “aplanadora petrista”?
Y todo ocurre en un año electoral donde las fuerzas del Pacto Histórico se medirán en unas elecciones subnacionales asumidas por su núcleo duro como una “tercera vuelta presidencial”. Donde confían en no repetir los errores del 2019 -cuando se presentaron con pobres resultados bajo el paraguas partidista de la UP-Colombia Humana-, midiéndose en contra de una derecha que va saliendo de la confusión de su derrota y que se viene reorganizando para allanar la retoma del poder en 2026. Aunque parezca mezquino, esos cálculos electorales -tan alejados del impacto social de las reformas- no se escapan de las estrategias del gobierno y la oposición.
Todo ese ambiente es el que precede la llegada de la agenda reformista al Congreso y eventualmente podrían marcar el ritmo de las discusiones. Solo ahí podremos saber si el cerco mediático de los conglomerados económicos afianzó el hundimiento de la reforma a la salud o si la agitación ciudadana tiene el efecto presión en operadores políticos tradicionales que esperan jugar con cartas propias en las próximas elecciones subnacionales.
También podremos saber de lo que verdaderamente está hecho el gobierno -si se cae lo que está flojo- y si se cumple el leitmotiv petrista: el cambio son las reformas.