La etapa posterior a las votaciones del 13 de marzo en que se eligieron nuevos parlamentarios y señalaron los candidatos presidenciales (Petro, Gutiérrez y Fajardo) de las tres mayores coaliciones políticas se ha sobrecargado de tensiones y choques políticos entre el bloque popular triunfante, que encarna el Pacto Histórico liderado por el senador Gustavo Petro, y la pieza central de la ultraderecha que reúne al uribismo de todos los pelajes.
El neto de las votaciones mostró una potente fuerza popular emergente, engarzada a las revueltas sociales de los últimos tres años contra el gobierno de Duque y el sistema neoliberal narco y violento. La presencia del Pacto histórico ha sacudido desde sus bases el régimen de dominación oligárquica dando pie a múltiples procesos en la sociedad que involucran el campo político, el marco electoral, los sentidos comunes, los mercados (educativos, de la salud, del trabajo y los biopolíticos), los sistemas de comunicación, las tendencias de la guerra, las influencias geopolíticas, los liderazgos, las creencias religiosas, las hegemonías y las redes del poder en todos sus ámbitos.
Pues bien, en la noche del 13 despegó una ruta de control, veeduría y vigilancia sobre las mesas de votación para observar los denominados pre conteos iniciales y el escrutinio con la presencia de 5 mil jueces y otros actores del quehacer electoral. Desde ese momento fueron evidentes las irregularidades, los desfases, las omisiones y las maniobras de una autoridad electoral asociada con el aparato uribista preponderante entre los funcionarios de la Registraduría.
En principio, a solo dos días de los ejercicios de revisión, nos encontramos que en cerca de 29 mil mesas de votación no aparecía un solo voto por el Pacto histórico, por su consulta presidencial y su lista cerrada al senado. Era algo bien extraño, pues un partido copiosamente votado por la ciudadanía presentaba un abultado déficit en un tercio de los nodos de votación. Rápidamente denunciamos esta perversa irregularidad y el Registrador, señor Alejandro Vega (una ficha de la parapolítica llanera del gobernador del Meta, Guillermo Zuluaga), se vio en la obligación de reconocer el vacío, caracterizándose como un error entre el preconteo y el escrutinio con fuerza vinculante en materia de la representación que debía asignarse al PH.
Las denuncias en las redes y otros medios de comunicación permitieron establecer que al PH le habían desaparecido casi 400 mil votos lo que significaba 4 senadores más.
Recuperado el faltante, a renglón seguido, la ultraderecha uribista y gobiernista lanzó una campaña para posicionar la idea de que las víctimas eran ellos y sus listas. Por supuesto, quedó al desnudo el robo en perjuicio del Pacto histórico y en favor de los conservadores, los uribistas, los de Vargas Lleras y los santistas del partido de la Unidad. Robo que en plata blanca es el inveterado fraude con que los partidos oficialistas organizan históricamente sus cupos en el poder legislativo mediante la compra de votos, las prebendas, las limosnas sociales y el intercambio clientelista.
Pero esta vez, todo se les fue al suelo. Por ejemplo, se desplomó electoralmente una de las mafias políticas más aceitadas y consolidadas del país como la rosca narco de los Char en Barranquilla, que prácticamente quedó hecha añicos. Los uribistas perdieron más de 25 parlamentarios; senadores prominentes del Cauca, Bogotá y Cali mordieron el polvo de la derrota ante el empuje arrollador de las fuerzas populares petristas.
Enseguida Uribe, el capo mayor de este andamiaje, intentó voltear la torta y ordenó desconocer los resultados, como una forma disfrazada de promover un golpe de estado que en el instante fue denunciado por Petro y los otros sectores políticos democráticos. Petro anunció que no asistirá a más debates con los otros candidatos hasta no tener las garantías de transparencia en el sistema electoral.
El eco en el gobierno y en la Registraduría fue inmediato y se ordenó un recuento de los votos abriendo el boquete para consolidar el fraude y anular la votación rescatada por el Pacto histórico.
Después de juntar las piezas para identificar la maniobra, los voceros del PH señalaron que lo que se pretendía, una vez levantada la cadena de custodia sobre las tulas con sufragios, era adulterar el resultado del escrutinio por parte de la red de funcionarios uribistas que son la mayoría en la Registraduría departamentales y en el Consejo electoral, agregando votos de la derecha y anulando los votos petristas.
Un reconteo de la votación en el Senado jamás se ha dado en la historia electoral colombiano y es la ruta escogida hoy por el establecimiento político derrotado, para recomponer sus dominios en el poder legislativo y en el campo político sobre el que perdieron el control.
El Pacto histórico, Gustavo Petro y la nueva bancada parlamentaria de izquierda, han rechazado de manera tajante ese reconteo y mediante miles de acciones de tutelas van a defender el derecho al voto, a elegir y ser elegidos, al respeto a las decisiones de los jueces y a vivir en paz.
La oligarquía colombiana, el podrido régimen violento neoliberal, entró en pánico con las encuestas y los escenarios diseñados con herramientas de inteligencia artificial que indican que Petro triunfaría con un 62% de la votación frente a un 31% del ultraderechista neonazi Federico Gutiérrez, el candidato de Duque y de Uribe Vélez.
Sueñan con dar un golpe de estado pero la correlación de fuerzas y el contexto internacional no les apalanca tan descabellada idea.
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Foto Portada: Tomada de Canal Institucional