El jueves trece de febrero de 2020, el abogado Barbosa, egresado de la Universidad Sergio Arboleda, —misma del presidente Duque, misma que el viernes 3 de julio, en pleno día sin ivapublicó una promoción del 20% de descuento en las matrículas en todos los programas de posgrado para los miembros del Partido Conservador—, se posesionó en el segundo cargo de la Nación, según la categorización que el propio fiscal hace de la alta burocracia del Estado. A escasos cuatro meses y medio de asumir sus funciones simuló una comisión de trabajo para viajar a San Andrés, con su señora, su menor hija y una amiguita de la niña, utilizando para ello bienes públicos: avión y combustible. Ese paseíllo ha sido la torpeza más reciente, porque uno tras otro han sido muy zopencos los pasos andados en su breve trayectoria como fiscal.
Con motivo de la investigación por el ingreso de dineros del narcotráfico a la campaña de Duque, provenientes del señor José el “Ñeñe” Hernández, llamó a declarar al jefe de la campaña presidencial de Petro.
En esa misma investigación del Neñe Hernández, el fiscal Barbosa anunció públicamente que haría una inspección a la sede del Centro Democrático —el partido de gobierno—, para poner sobre aviso a los presuntos implicados. Es como preguntarle al que se va a capturar, ¿cuál es la hora que más le conviene?
Con la misma eficiencia con que actuó para involucrar a la campaña de Petro en los audios del Ñeñe Hernández, le abrió investigación penal a la alcaldesa Claudia López por haber salido a hacer mercado con su esposa Angélica Lozano. Igual de diligente estuvo al calificar de peligrosa la personalidad del gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria, por un presunto delito cometido hace quince años.
En relación con la violación de la niña indígena por siete soldados, primero se mostró triunfalista, con gran despliegue de medios, por haber descubierto a los delincuentes en menos de setenta y dos horas, cuando fue el sargento Juan Carlos Díaz, superior de los criminales, el que los denunció; y luego, se disgustó por las críticas que le llovieron, debido a que calificó el delito como acceso carnal abusivo en vez de acceso carnal violento.
Actuando no como un fiscal sino como un mariscal, dijo indignado refiriéndose a la alcaldesa Claudia López, sin mencionarla, a propósito de la cuarentena total: “Es que es una vergüenza, hacer cuarentena de qué […] El país no puede entrar en dinámicas exóticas, de epidemiologías de Twitter”.
Y, el más reciente destello de inteligencia del fiscal Barbosa ha sido simular bajo el ropaje de una comisión de trabajo, un paseo familiar y social a las Islas de San Andrés. Muchos analistas se preguntan si era necesaria esa visita, en pleno confinamiento por la pandemia del Covid-19, con el cierre de playas, piscinas y restaurantes en ese lugar. El Fiscal Barbosa mismo ha dicho que él no instruye los procesos ni adelanta las investigaciones —cosa que es cierta, por Constitución y ley—. Si eso es verdad ¿a qué iba San Andrés?
De ese paseo resultaron dos ruedas de prensa: la de allá y la de aquí. En la de allá ratificó dos cosas: que él ocupa el segundo cargo más importante de la Nación, y que le informaría al presidente de la República de la situación de los isleños, lo que demuestra que sigue siendo un subalterno, mandadero y razonero de Duque.
En la rueda de prensa de Bogotá dijo que la visita había sido en comisión oficial, que su hija le había dicho que también quería ir a San Andrés con una de sus amiguitas, que ante ese pedido no podía negarse; que su hija ni siquiera había salido de la habitación; y que si el objetivo de la opinión pública era apedrearlo, él lo seguiría haciendo, porque antes que fiscal era padre familia y ser humano.
Aquí está lo más grave. Así no se haya configurado el delito de peculado por uso indebido de bienes públicos, como algunos juristas piensan, se han quebrantado unos principios éticos que no están escritos en ningún código. Aceptemos que no hubo violación de principios penales ni éticos, pero lo que si quedó a descubierto fue el ejemplo: con que educa a su hija, y con el que inspira a los corruptos que pretende perseguir. El mensaje quedó claro: hay que simular, para usar y abusar de lo público como si fuera privado.
Por eso, fiscal Barbosa, como antes que fiscal es padre de familia y ser humano, lo mejor es que renuncie. Le haría un gran bien a la sociedad y a su familia.
*Rafael Ballén, profesor investigador y escritor. Ph.D en derecho público de la Universidad de Zaragoza-España. En ficción es autor de Cenizasy La vida ejemplar de Constantinay de cuatro novelas inéditas, sobre el conflicto armado colombiano. En no ficción ha publicado más de dos docenas de libros y numerosos ensayos, en temas de ciencia política, filosofía, sociología jurídica e historia. Entre sus obras destacan: Ilegitimidad del Estado; La pequeña política de Uribe; Carta sin sobre a los Inconformes de Colombia; Platón: vigencia de su pensamiento político; Los males de la guerra: Colombia 1988-2008; Corrupción: los otros bandidos, y Estructura del Estado.