La democracia, desde la cultura griega, se conoce como el gobierno del pueblo. La RAE lo define así: Del lat. tardío democratĭa, y este del gr. δημοκρατία dēmokratía.
- f. Sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes.
- f. País cuya forma de gobierno es una democracia.
- f. Forma de sociedad que reconoce y respeta como valores esenciales la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.
- f. Participación de todos los miembros de un grupo o de una asociación en la toma de decisiones. En esta comunidad de vecinos hay democracia. (1)
El diccionario Larousse trae la siguiente definición: DEMOCRACIA, (del griego demos, pueblo y kratos, autoridad). Gobierno en el que el pueblo ejerce la soberanía.
Este sistema político, que nació en la antigua Grecia, se impuso en la mayor parte del mundo occidental a raíz de la Revolución Francesa, con la que se pusieron los cimientos de la democracia moderna, con Rousseau, Voltaire, Montesquieu, muchos otros filósofos e ilustrados, que con sus planteamientos sacaron a esta parte de la humanidad del feudalismo, un sistema político y económico, basado en los terratenientes y su dominio sobre la tierra. La Revolución Francesa acuñó el término “ciudadano” como forma de denominar al nuevo hombre libre de las ataduras que le imponían los señores feudales, y que éste podía influir y tomar decisiones sobre el gobierno, la economía, la política, la cultura y todo lo relacionado con este sistema de producción. La base de la democracia es la participación ciudadana.
En Colombia solo se empezó a hablar de participación, como política pública, con la Constitución de 1.991. Antes, y aún ahora, los gobernantes se portan como esos señores feudales, reyes o emperadores con poderes omnímodos haciendo todo tipo de cosas que contradicen la decencia o la ética y sin que nadie ose hacerles críticas, ni puedan oponerse a sus designios.
Esas conductas y acciones las hacen los gobernantes a todo nivel, desde una alcaldía local, un municipio, una capital, una gobernación, los ministerios, secretarías y la presidencia. Además de tomar toda clase de decisiones impopulares y en contra de los intereses ciudadanos, utilizan el poder como forma de perpetuarse en él, armando toda una telaraña con pago de favores y compra de consciencias que hacen imposible que el pueblo pueda participar en las decisiones que lo afectan. Además, como si estuviéramos en la edad media, el poder lo traspasan a sus hijos, que se conocen en Colombia como “delfines”, inclusive un presidente fue “designado” por un “delfín” en un cementerio. Es tan grave lo que pasa en Colombia que la definición que nos ha dado la potencia del norte es banana republic (república banana o república bananera), precisamente por el manejo que siempre le han dado al país nuestras clases dominantes. Aquí se acuñó el término “gamonales de pueblo”, por ese manejo acostumbrado de todos los gobernantes, desde el pueblo más retirado hasta el presidente. Esos gobernantes han reglado territorios como Panamá o parte de la Amazonía, han feriado mares, sectores y territorios para la explotación de todo tipo de negocios a multinacionales y particulares, todo ello sin ningún recato. Nos han endeudado y se han apropiado de los recursos públicos, y los “paganinis” somos los ciudadanos. Todo esto y mucho, más a espaldas del pueblo, sin tener en cuenta su parecer y sin su participación.
Esta forma de “gobernar” ha llevado a que el país sea uno de los más antidemocráticos y antiéticos del mundo. Esto se ha acentuado en los últimos años y más en estas administraciones nacionales y locales, salvo muy pocas excepciones. El ascenso al poder del joven que dijo Uribe, Iván Duque y de Claudia López, que subió a la alcaldía de Bogotá (segundo cargo ejecutivo del país), con un discurso alternativo, han demostrado el manejo equivocado, dominado por intereses personales y empresariales, en los que han dejado por fuera de las decisiones al pueblo y han impuesto un manejo autoritario, clientelista, plagado de cosas oscuras. El último ejemplo, que unió a los dos mandatarios, fue la ida a la Cumbre Internacional del Clima en Glasgow, Escocia, en la que ambos fueron a posar de defensores del clima y en contra del calentamiento global, mientras Duque, en Colombia, dio autorizaciones para desarrollar proyectos de Fracking, sigue con los proyectos mineros y permite la deforestación de la Amazonía por grupos particulares, y algunos al margen de la ley, entre muchos hechos; López proyecta troncales de Transmilenio, tala árboles, va a permitir una urbanización muy cerca de la Reserva Van der Hammen y otra en la zona del río Tunjuelito, va a re-densificar muchos sectores de la ciudad, va a intervenir humedales y proyectaría, según la cartografía oficial del POT, la Troncal Bolivariana (que llegaría al municipio de Cabrera en Cundinamarca), una vía que atravesaría y partiría la mayor fábrica de agua del mundo, el Páramo de Sumapaz, entre otros.
Todos los gobernantes usan dinero que no es de ellos, es proveniente del aporte de todos los colombianos con sus impuestos, o sea que ellos no lo pueden utilizar a su arbitrio. Además, dejen entrever, que las “pocas obras que hacen” es porque son muy buenas personas que es como si el dinero saliera de sus bolsillos. No señores, un gobernante, cuando se hace elegir, trabaja con la plata de todos y llega a cumplir con unos programas comprometidos en esa misma elección, además se ganan un excelente sueldo, que nosotros pagamos para que hagan esa labor. Se gastan el dinero de los ciudadanos como “se les da la gana”, sin contar con ellos y para rematar les quedamos debiendo.
¿Acaso no es una falta a la ética prometer una cosa y hacer otra?, ¿mentir en campaña?, ¿hacer todo lo inmoral para acceder al poder? Lo preocupante es que haya electores que, sabiendo como son, sabiendo lo que van a hacer, siendo pobres, estando dentro de los ejércitos de desempleados, sin salud ni educación sigan votando por ellos, vendan su voto, voten en blanco o no voten.
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