En pocas semanas la derecha se organizó y montó su principal vagón de tracción para conservar el poder de cara al 2022. Bajo el rótulo de Equipo por Colombia (nombre que recuerda al de un partido que se hundió en la parapolítica), toda la centro-derecha se agrupó en una misma sombrilla, con la notable excepción del Centro Democrático. Pero no hay que llamarse a engaños, pues el fichaje del Equipo por Colombia -Fico Gutiérrez, Char, Peñalosa, Barguil, Dilian Francisca y Juan Carlos Echeverry- representan los sectores que llevaron a Duque a la presidencia, tienen un tufillo de continuismo y en los últimos años (con la excepción de Echeverry) han compartido el poder con el gobierno más impopular desde que existen registros.
Por el momento, la extrema derecha se encuentra excluida, pues el papel que en 2018 jugó el inquisidor Alejandro Ordoñez -encarnado en la actual coyuntura por María Fernanda Cabal- no encuentra espacio en una coalición mediáticamente alejada del lastre uribista.
Sin embargo, Equipo por Colombia reúne a la plana principal del clientelismo regional, el continuismo, los cuestionamientos y la politiquería, perfiles que en diferentes grados se relacionan más con Uribe que con el Centro Democrático. Sin duda, Uribe voluntariamente decidió hacerse a un lado (por el momento) y fungir como “asesor espiritual” de un bloque empeñado en aferrarse al poder.
Todos los caminos conducen a Uribe
Con la excepción del Barguil y Echeverry, todos los integrantes del Equipo por Colombia fueron aliados o trabajaron con Uribe. Barguil y Echeverry salen en estricto sentido de ese calificativo porque el primero viene de hacer carrera política en el Congreso (como santista de primera línea) y el segundo ha combinado lo técnico con lo académico. Pero los grados de cercanía con Uribe se perciben en los demás integrantes de la coalición; por ejemplo, Peñalosa y Fico fueron los “candidatos de Uribe” en las elecciones regionales de 2011, ambos por el partido de la U, con Peñalosa cargándole el megáfono a Uribe y Fico pidiéndole que lo acompañara como principal asesor en su oficina. Y aunque ambos perdieron, en las siguientes elecciones y sin estar de la mano de Uribe, ganaron.
La relación de Uribe con Alex Char viene dada por su amistad con su padre, el gamonal Fuad Char, senador oficialista durante su primer gobierno (2002-2006), embajador en el segundo y aliado táctico en las elecciones del 2018. Además, los Char se han convertido en el grupo político regional con más poder en el gobierno Duque, tan solo hay que recordar que la exministra Karen Abudinen forma parte integral de la casa Char. En diciembre de 2020 Fuad, Alex y Arturo (a la usanza presidente del Senado), visitaron a Uribe en el Ubérrimo. Un encuentro entre aliados, separados levemente durante el gobierno Santos, pero siempre unidos por la defensa de los “intereses superiores de la patria”.
A Uribe también lo visitó Dilian Francisca, una política tradicional de ascendencia regional, con bancada propia en el Congreso y con el control de la gobernación del Valle. A Dilian Francisca se le recuerda como la presidenta del Senado que le instaló a Uribe la banda presidencial al arranqué de su segundo gobierno; ahora, como presidenta del partido de la U (el partido de Uribe), parece que volvió al redil del uribismo, tras marcar cierta distancia durante los años de santismo, recordando aquella máxima de que la política es dinámica. ¿Cuál banda le instalaría cuando lo visitó en el Ubérrimo?
¿Y el Centro Democrático?
No dudaría en afirmar que Uribe estuvo al tanto del lanzamiento del Equipo por Colombia, al menos, como una especie de director técnico a la sombra. Tan estratégico (nunca hay que desestimar sus habilidades políticas) y condicionado a los alcances del Estado de opinión, el caudillo bien sabe que su “bendición” ya no es suficiente para poner presidente, su desgaste y el desastre del gobierno Duque han convergido para reducir el uribismo a sus mínimas proporciones; sin embargo, también sabe que sus bases podrían ser determinantes para inclinar la balanza y otorgarle una victoria a la derecha en una eventual segunda vuelta muy reñida. El uribismo podría ser el centavo para ajustar el peso.
Que el Centro Democrático no se encuentre (por el momento) en el fichaje del Equipo por Colombia y que sus integrantes hayan llegado a un acuerdo sin esperar la definición del candidato uribista, indica que la estrategia a emplear en el entretiempo a la segunda vuelta consistirá en marcar una “sana distancia” con el huracán Cabal o el continuismo duquista de Zuluaga. Pero bien saben que el Centro Democrático llegará, como un refuerzo necesario e intempestivo.
Potencial electoral
Si hacemos un símil con el fútbol (con el perdón de los amantes del deporte rey), el fichaje del Equipo por Colombia reúne a clientelistas de élite, investigados excepcionales y “fenómenos” electorales. Tan solo entre las fuerzas regionales de Dilian Francisca -Nueva Generación- y Alex Char -el charismo-, podrían convergen varios millones de votos, pues no hay que olvidar que la sucesora de Dilian en la Gobernación del Valle, la actual gobernadora Clara Luz Roldán, alcanzó 945.238 votos y Elsa Noguera (la ficha de los Char en la Gobernación de Atlántico) sacó 670.000 votos.
Inclusive, David Barguil, el más joven del fichaje, en las elecciones legislativas de 2018 alcanzó 139.147 votos, convirtiéndose en un barón electoral cordobés y cabeza de un nuevo poder regional en la costa.
Pero esas transliteraciones de votos, tan arbitrarias como necesarias, no podrían aplicarse a Gutiérrez o Peñalosa, exalcaldes de ciudades capitales donde el voto de opinión manda la parada y el clientelismo al estilo Char o Dilian no resultan siendo determinante, solo hay que ver como en 2019 tanto Peñalosa como Fico fueron sucedidos por sus principales opositores (aunque Claudia López conserva los aspectos esenciales del modelo Peñalosa). Con todas las maquinarias y el clientelismo de la derecha copando el espacio de la consulta, Ficho y Peñalosa dependen del voto de opinión y la sumatoria de estructuras políticas dispersas.
El dedo de Uribe
Al final, el candidato que emerja victorioso de esa coalición tendrá el santo y seña de Uribe. Con Duque apoyándolo bajo la mesa y asumiendo el papel que se otorgó en la historia: como presidente y seguramente expresidente de segunda línea. Con cualquiera de esos candidatos el uribismo se sentirá cómodo, ninguno altera su status quo o su condición de poder, aunque el caudillo y su fallido pupilo tienen sus afectos concentrados, ya que en sus expectativas esperan que Fico gané y se convierta en la esperanza para seguir en el poder. Pues a Fico todos los caminos lo conducen a Uribe.