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En estos tiempos de pánico, temor, suspenso, enfermedad y miles de muertos, en todas las latitudes del orbe; esta hecatombe, es responsable un micro bicho, quien tiene a la humanidad en vilo. El mundo esta silenciado, estático, la humanidad en prisión en sus propias celdas, algunas construidas con orgullo y vanidad.
Por fin han callado por unos días los misiles, bombas, metrallas, el crimen del hombre contra le hombre, gracias a un invisible enemigo llamado coronavirus, quizá hace honor a su nombre, por su corona, pues tiene postrado al mundo ante sus pies, como si fuera el verdadero rey.
¿Dónde están las superpotencias, que destruyen en cuestión de segundos a centenares de enemigos muchos más grandes que este virus? Eliminan pueblos, ciudades, petroleras, lideres mundiales, generales, y todo lo que le viniera en gana.
Estas potencias, ahora han declinado sus cabezas, están de rodillas, encerrados en sus propias cavernas y altares, huyendo a un enemigo microscópico, llenos de terror, zozobra e impotencia, ven caer a sus gentes, días tras días como hojas en otoño, este pequeño enemigo, actúa sin disparar una sola bala, sin arrogancia, soberbia, sin armas de última tecnología, ausentes de drones, computadores ni ciencia que se pueda valer; basta con un simple estornudo, que es más peligroso que una bomba atómica, un abrazo más temeroso que un misil o un beso que se ha vuelto más peligroso que un disparo a quema ropa.
Ahora el emporio económico en profundo suspenso, la banca temerosa, pero sigue sin corazón, las industrias como la humanidad en cuarentena.
El mundo se presenta sin fronteras, tinte político, ideologías contradictoras; la ley de la supervivencia ha conllevado a todos unirse a combatir a un mismo enemigo “el coronavirus”: ¿Por qué no nos unimos igualmente forma, para combatir a la injusticia, la pobreza, la desigualdad social etc.?
Este fenómeno mundial, va a dar una sacudida a la humanidad, nos van a sacar de ese letargo automático en el que vivimos, que nos tiene intoxicado la inmediatez de la tecnología, aislados del sentido social, humanístico y del pensamiento autentico.
Alguna enseñanza positiva nos va a quedar de esta pandemia, ya que el hombre por su ambición de poder político, económico, bélico y cruda deshumanización, poco o nada les importan el sufrimiento ajeno. Dice el adagio popular “no hay enemigo pequeño.