Hemos visto en estas últimas semanas los tours del expresidente Uribe por Colombia –algo así como vive Colombia, mata por ella– y no es para más, su partido y todos sus títeres están perdiendo fuerza y ¿saben por qué? El pueblo está cansado de aguantar hambre.
Sí señores, hambre es lo que se sufre en Colombia desde hace décadas. No olvidemos quién fue el ponente de la Ley 100 y el que impuso una reforma laboral en el 2002; para los que aún no tienen conocimiento, la Ley 100 es la que ha llevado al sistema de salud al colapso y eso se ha demostrado con más fuerza durante la pandemia, comercializaron con la salud y la reforma laboral en el 2002 (Ley 789) la cual les ha quitado garantías a los trabajadores potenciando la inestabilidad laboral –más trabajo, menos empleo–.
Nos llevaron a trabajar, trabajar y trabajar porque a Colombia la está matando la pereza –palabras del mesías– y para completar, no nos brindan educación, ni estabilidad laboral, ni salud; Un sistema diseñado para que usted crea que sus problemas económicos y emocionales son solo culpa suya, psicológicamente usted es un ser débil, su vida miserable no es culpa del gobierno, es la falta de inteligencia emocional, recuerde que hay que trabajar, trabajar y trabajar para lograr el éxito y aportar a la democracia.
¿Qué me dicen de la famosa seguridad democrática?
El mesías Álvaro Uribe Vélez implementó la seguridad democrática para combatir a los grupos insurgentes y así, la gente de bien pudiera viajar a sus finquitas ¡oh, que maravilla! Pero mientras la gente de bien (gente de bien en todos los estratos) disfrutaban de la seguridad democrática, en los territorios apartados de las urbes se gestaba el episodio más doloroso de la historia colombiana… La ejecución extrajudicial de jóvenes inocentes a manos de los héroes de la patria. La cifra 6402 falsos positivos puede ir aumentando, un crimen de estado que debe estar inmerso en nuestra memoria histórica para la no repetición.
Uribe y su complejo de mesías
Ese complejo lo ha llevado a Soacha para captar fieles votantes, sin importarle que, de allí, sus héroes de la patria sacaron alrededor de 19 jóvenes para asesinarlos y hacerlos pasar de guerrilleros gracias a la seguridad democrática; un ególatra que habló sin vergüenza alguna sobre el episodio que él mismo creó; su mirada refleja el desprecio hacia el pueblo, hacia el más débil; su carisma, teatralidad y poder de manipulación lleva a los adeptos a creer en sus discursos repetitivos, a eliminar al que piensa diferente, incluso los lleva a odiar el conocimiento porque para ellos la palabra del mesías es única y verdadera, una obsesión de poder que quedó demostrado en su visita a Soacha, la nulidad de su empatía por el dolor ajeno lo hace un buen dictador.
Una tarea difícil pero no imposible, es transformar el pensamiento del pueblo colombiano que aún cree en los discursos de odio que profesa el mesías y sus apóstoles, cambiar esos patrones de conducta sociópatas que los lleva a aniquilar al diferente y no tener un discernimiento entre el bien y el mal requiere de la gallardía y ética profesional de los que estamos interesados en seguir en la constante edificación de la memoria histórica para la no repetición, deslegitimado esos mecanismos que han utilizado para hacerle creer el pueblo que el uso de la violencia es normal a través del arte, de la educación, de la medicina y de la ciencia…
Hay que tejer redes de paz para los jóvenes del mañana.
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