Las malas costumbres no se van, se transforman. Así sucede con el machismo, justo cuando la mujer ha dado pasos agigantados por obtener un papel mucho más fuerte en la sociedad, en la cultura y en la economía, los lazos que la subyugan ejercen mayor presión.
La mujer es la base más fuerte de la familia, por eso hoy, no sólo las vemos luchando por destacar a nivel profesional y social, también debe enfrentarse a ser una gran madre, una buena esposa y una ama de casa; tenemos cargas tan pesadas que somos las primeras en levantarnos y las últimas en descansar.
Por otro lado, el papel del hombre es un poco más fácil, tiene su foco claro y su prioridad puede ser solo una, por lo tanto, las excusas son válidas. Tienen derecho a enfermarse, a estar cansados y tomar su tiempo libre, pero la casa no para. Los hijos son un trabajo de tiempo completo y romantizamos a los esposos funcionales que asumen sus responsabilidades paternales y del hogar, llamándole a esto “ayuda». En conclusión, estamos convirtiéndonos en madres, no solo de nuestros hijos, sino también de nuestras parejas, los desaciertos de sus progenitoras hoy nos atañen.
En otro orden de ideas, si en un hogar la mujer aporta económicamente no se llama ayuda, esta si es una responsabilidad y vemos como carece de equidad la obligación parental y del hogar, frente al manejo económico, poco justo ¿verdad?
Es necesario que hoy evaluemos la familia, que abolamos esta forma de machismo que hoy pesa en los hogares colombianos, contemplémosla como la célula de la sociedad e iniciemos un cambio desde nuestras casas, donde estamos formando los adultos del futuro. La mujer seguirá siendo la base de la familia, pero de la misma forma que en un empleo, no te exigen más allá de tus capacidades físicas e intelectuales. La familia debe equiparar sus derechos y deberes para un buen funcionamiento.
Mujeres, es necesario que sean felices, que se sientan capaces y para ello deben contribuir de acuerdo a sus posibilidades humanas.
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