Marchan lo conejos.
Marchan y arengan con su mudez a cuestas.
Marchan mientras agitan sus narices a manera de reclamo.
La calle es un tapete que brinca en cuatro patas,
desde sus colas de nube
hasta sus orejas de algodón.
Reclaman su derecho
a no salir de las chisteras los domingos
y descansar cada cuatro pases mágicos.
Enviaron un pliego de peticiones
a los ilusionistas del mundo
en un as de picas de un naipe encantado.
Tras una vuelta de varita,
ven desaparecer los acuerdos logrados en las negociaciones
mientras giran
en los asadores
de los agentes antidisturbios.