Fantasmas del oeste de los Estados Unidos transitan el pavimento bogotano. Rostros enmascarados crean el espejismo en el cruce de la carrera séptima con calle trece.
Las bicicletas se tornan equinas, los buses articulados imitan trenes. Tantas caras ocultas harían pensar que el pueblo está lleno de bandidos que esperan un descuido de la sheriff para asaltar el banco ubicado en aquel cruce.
El viento que sopla desde Monserrate y Guadalupe desvanece la ilusión. Billy the kid no se asoma. Los comanches no lanzan una lluvia de flechas. Quedan las máscaras y, tal vez, solo tal vez, los bandidos.