No confundir el alcalde de Zalamea con que se mea la alcaldesa.
En la semana que terminó tuvo lugar el festival de la fritanga. Sabemos todos que la fritanga es el mejor homenaje que se le ha hecho al colesterol, así como que la vendedora casi siempre sazona su comida con una que otra grosería de origen español. La mamá de Germán era clienta de doña Soledad, una cocinera de Las Cruces que hacía la mejor fritanga de la Calle Primera y que pronunciaba unas groserías que ni alcaldesa arrebatada. Esta semana nuestra alcaldesa resolvió adornar su “fritanga” política, siguiendo el ejemplo de doña Soledad, al referirse a Gustavo Bolívar (@GustavoBolivar) y de refilón a la campaña presidencial de Gustavo Petro como financiadores del vandalismo. Como diría el sastre, la alcaldesa “se salió de los chiros” y con su lenguaje de colesterólica quiso menospreciar a Bolívar –no el libertador sino el amigo de Petro–.
Nos da la impresión de que los términos empleados por la burgomaestre no son los más aconsejables para referirse a un rival político que a su vez es senador electo por una porción de la sociedad, así este haya exaltado el valor de las tetas y los paraísos. Desconocemos cómo hizo Bolívar para no darle con el sable a la alcaldesa, pero quienes escuchamos su diatriba sí tenemos algo que decirle: alcaldesa, nos enteramos que cerraron el frenocomio de Sibaté. No creemos que sea de buen recibo en una sociedad democrática que un servidor público se refiera en términos altisonantes a un contradictor. Señora López, háganos un favor, sanciónese a sí misma por su mal comportamiento, como nos dicen hizo el general Matallana cuando incurrió en una falta como director de una compañía militar y él mismo se arrestó. Su propósito fue dar ejemplo y es hora de que usted haga lo propio y se obligue a no vociferar ataques infundados, calumniosos y violentos. Ojalá que ese cambio de estilo nos permita comprender cuál es el proyecto que usted le ofrece a Bogotá, que para estas alturas sabemos que no es el mismo que el que presentó en campaña.
Bien podría Martuchis acompañar a López en esa auto-reprimenda. A día de hoy no ha podido satisfacer la curiosidad de los colombianos por saber qué “fantasma” la acompaña en sus aspiraciones de liberar a los sicarios internacionales o mercenarios que yacen en las cárceles de Haití. Como lo dijimos en este espacio hace unas semanas y lo reiteramos hoy, la vicepresidenta debe permitir que la justicia de ese país actúe como estime conducente. Es razonable que Haití no quiera ceder la competencia para juzgar a los mercenarios al observar los índices de impunidad que casos como este tienen en los tribunales colombianos.
Sobre el magnicidio del presidente Möise es bueno escuchar la intervención del senador Gustavo Petro en la que denuncia que quienes contrataron a los mercenarios son los mismos empresarios que manejan el software de la Registraduría Nacional. Tras escuchar esa información nos hemos erizado y creemos que es mejor callarnos cuando se trate de hablar sobre esta institución, pues así como hubo pum pum para el presidente de Haití, ¿por qué no lo habría para quienes se atrevan a criticar a sus determinadores? La denuncia de Petro en cualquier país medio decente habría causado un revuelo, pero aquí algunos siguen aplaudiendo y pidiendo la liberación de los asesinos. Y ya que empleamos el término de asesinos, es preciso recordarle a ciertos periodistas incipientes que en Colombia no existe el delito de asesinato, ergo no puede haber asesinos. Ahora, señores currinches (expresión que hace referencia a los periodistas novatos), para que se estructurara en el viejo Código Penal el llamado en aquella época “asesinato”, se requería que concurrieran ciertas causales de agravación que no ocurren en todo homicidio. Esta crítica responde a una afirmación que le escuchamos a un periodista radial hace unos días: “lo iban a atacar y el ciudadano asesinó a su agresor”. No podemos hablar de asesinato cuando hay elementos de legítima defensa, recordemos que reunidas unas condiciones la legítima defensa es un derecho y exonera de responsabilidad penal. Estos errores, que no son otra cosa que falta de preparación, se hacen visibles también cuando se habla de maltrato animal. Algunos periodistas han llegado a hablar del “homicidio” de un animal, creemos que acá la explicación del porqué es incorrecto sobra. Si quieren dárselas de creativos, podrían hablar de perricidios o gaticidios, pero por favor, sean cuidadosos con el lenguaje. Las redacciones deberían consultar con un abogado antes de presentar informaciones jurídicas y con ello evitar llamados de atención como este.
Estuvimos meditando sobre la decisión del Tribunal Superior de Bogotá que condenó a poco más de 5 años de prisión a Daneidy Barrera, mejor conocida como Epa Colombia. Nos quedan varias preguntas: ¿por qué la Fiscalía no imputó la incitación con fines terroristas en primera instancia y se esperó a la apelación? ¿A qué se debe la severidad con que fue juzgada? ¿Por qué para ella no hay un régimen especial como sí lo hubo con Andrés Felipe Arias? ¿Responde esta decisión a un criterio de clase o de justicia? Mientras nos planteábamos estos interrogantes, recordamos que tan solo hace unos días al señor dedo del extremo, es decir, al Pulgar, lo sacaron de la cárcel y lo llevaron a un batallón militar en la costa donde –dicen– goza de comodidades que muchos colombianos sueñan. Su traslado obedeció, según dijeron fuentes del INPEC a El Tiempo, a que estuviera cerca de sus cuatro hijos que residen en Barranquilla.
No se nos puede ir esta semana sin comentar al respecto del escándalo en el que se ha visto implicada Karen Abudinen Abuchaibe. La ministra ‘TIC’ ha estado en el centro del debate por la forma tan olímpica en la que ha manejado la pérdida de 70.000 millones de pesos asignados a la cartera que dirige. Es lógico que para ella ese dinero pueda ser una ‘chichigua’ al compararlo con el patrimonio de los Char, que la han adoptado en el seno de su familia y le han allanado el camino para convertirse en una burócrata profesional. Para nosotros, en cambio, eso es un jurgo de plata.
El señor presidente nos da a los ciudadanos las mejores referencias de su minTIC y como es tan “buena persona”, ¿para qué preocuparse por esas minucias? ¿Por qué preguntar por la plata? Dejemos las cosas así, que nuestro Sherlock Holmes a cargo de la Fiscalía aclarará cómo fue que esos ‘milloncitos’ salieron de las arcas del Estado y terminaron en manos de unos costeños muy cercanos a los Char con cuentas en un paraíso fiscal. Lástima que esas investigaciones de Holmes –no confundir con el finado minDefensa– no sean públicas, para que los colombianos conociéramos cómo es posible que nadie se hubiese dado cuenta de que las garantías presentadas para un proyecto de un billón de pesos eran falsas y que las dejaran pasar con la misma facilidad que un par de boletas falsas en un partido del Junior en el Metropolitano. Como van las cosas, nos atreveremos a pedirle al presidente que le conceda a la señora Abudinen una condecoración, o en su defecto, una embajada, en reconocimiento a la creatividad que demostró al permitir que se desaparecieran más de 70.000 millones de “barras”.
Le comentamos a un abogado que es conocido de esta ministra que qué opinaba de este posible desfalco, a lo cual respondió “quién los manda a ser pendejos”. Pero, ¿quiénes son los pendejos? ¿Los ciudadanos que confían en el debido manejo de los recursos públicos o los funcionarios que se roban el futuro de los niños más pobres del país?
Cuña: si quieren probar una buena fritanga visiten Aquitania (Boyacá), a orillas de la Laguna de Tota. La patria chica de Edward Rodríguez (@EDR_CD) ofrece morcillas y longanizas de primer nivel. Vayan y nos cuentan.
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