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La favorabilidad del presidente Iván Duque va en caída. Ahora marcó un 32% de favorabilidad, comparado con el 36% que tenía en la medición de junio. La tendencia marcada apunta a crecer ya que la inconformidad ciudadana viene tomando la misma fuerza que una bola de nieve como consecuencia de sus desaciertos en el gobierno.
Una lectura a vuelo de pájaro pasa desapercibida la cifra, pero si la graficamos, entendemos que es alarmante: por cada 100 parroquianos, solamente 32 están relativamente de acuerdo con su apuesta al frente de los destinos del país.
El manejo equivocado en un tema tan sensible como la pandemia, el préstamo millonario para salvar la compañía aérea Avianca y ahora el Decreto 1174 que enmascara una reforma laboral lesiva a millares de personas, se han convertido en ingredientes que atizan la molestia generalizada de una nación que no se repone del desastre generado el coronavirus y, de otra parte, por el cierre de fuentes de trabajo.
El presidente Duque no puede ocular que el país se le salió de las manos. Ahora prácticamente esta en manos de los norteamericanos, a los que les cedió la soberanía al permitir que militares gringos hagan nido en territorio colombiano. Por supuesto, en este caso, lo que se avizora es una pronta confrontación con Venezuela porque Trump no descarta posibilidad de moverle el piso a Maduro.
Basta salir a las calles de cualquier ciudad, donde el distanciamiento social recomendado por las autoridades de salud brilla por su ausencia, como consecuencia del desespero. La gente se expone a la enfermedad o se muere de hambre. Una disyuntiva a la que les sometió el pupilo del ex senador Álvaro Uribe.
El reavivamiento de las protestas, como las realizadas en todo el país el pasado 7 de septiembre, hacen prever que aquello que Duque creyó sepultado –el levantamiento que se hicieron desde varios sectores el 21 de noviembre del 2019—seguirá tomando fuerza y que, sus medidas impopulares, terminaran llevándolo en caída libre o, como decía mi abuela Mélida: “De culo pa´l estanco.”
Por el momento, lo que no quiere el presidente, es que se sigan promoviendo encuestas que corroboren su grado de desfavorabilidad entre la gente. Y su imagen negativa a nivel internacional.