Al elector lo tratan como ganado

Al elector lo tratan como ganado

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Telegram
Email

En nuestro país se acostumbró, conforme a su tradición feudal y patriarcal, a tratar a los ciudadanos como ganado, como animales, como semovientes, les molesta que piensen y que tomen decisiones propias e independientes. Sí, como ganado, como animales, no exagero, inclusive el expresidente Uribe trata y alimenta mejor a sus caballos que a sus siervos, perdón, trabajadores. Recordemos un solo hecho, el protagonizado hace algunas semanas de esteseñor poniendo a uno de sus colaboradores como eje para que uno de sus caballos girara en torno a él. (1)

Ese trato nos lo dan en todos los ámbitos de la vida cotidiana, desde que nos levantamos a coger un articulado de Transmilenio, que nos llevan peor que el ganado (por lo menos a ellos les dejan un espacio vital), hasta en el llamado entretenimiento, en los que las filas y la forma de asistir a determinados “conciertos’ son dignos de cualquier esclavo. Pasando por las citas médicas, entrega de medicamentos, diligencias privadas y públicas, sistema judicial, etc, la falta de respeto por el ser humano está a la orden del día.

Ese trato es más notorio, paradójicamente, en época electoral, época en la que la democracia debiera ser caracterizada por el respeto al ciudadano y a sus libertades. Pero no, en elecciones se ve toda clase de vejámenes al ciudadano, veamos: presiones económicas, armadas, amenazas, asesinatos, lesiones personales, secuestros, compra de votos, clientelismo, etc, etc, etc, todo por seguir en el gobierno saqueando al Estado.

El lenguaje usado para referirse a los electores es, por lo menos, ofensivo, y más el usado por los medios, que son los que han determinado las elecciones en los últimos años.

Resulta que los politiqueros son “dueños”, “amos”,“propietarios” de las vidas de quienes depositan el voto por ellos. Términos como: “varones electorales”, “dueños de votos”, “propietarios de electores”, que llevan a ofrecimientos como: “yo tengo tantos votos”, “hay que comprar tantos votos” o “yo le ofrezco”, llevan a concluir que los ciudadanos se dejan tratar como mercancías porlos politiqueros y sus gamonales, los que les hacen el trabajo sucio de base, a los que nos referiremos más adelante, están seguros que son eso y así los tratan.

Los medios de comunicación tradicionales y comerciales son quienes han ayudado, ¿o fomentado?, este lenguaje ofensivo que ya ha calado en algunos de los llamados partidos alternativos o de izquierda. Oímos y leemos titulares o noticias que nos dicen: “necesita tantos votos para ganar”. ¿Qué tipo de afirmación es esa?, no importa el programa ni lo que propone, sino que es una mera mecánica electoral en la que el ciudadano es solo una cifra para que el politiquero llegue a dónde quiere.  O “la región tal pertenece este varón electoral y él lo ofrecerá a… o está esperando quien le ofrece…”

El ciudadano no es una persona, es solo una cifra que le ayuda a determinado aspirante a llegar, repito, sin importar propuestas ni programas. Por eso, porque solo es un trampolín, nadie lo respeta y mucho menos los medios de comunicación tradicionales. Quien más vulnera a los ciudadanos en todos los aspectos es este sector que pertenece a los que están en el poder, a los conglomerados económicos que se han “casado” con los políticos de turno para mantener su poder. Un negocio redondo, humillan, distraen, ocultan la verdad, manipulan y por eso les pagan los que necesitan dormido al ciudadano.

Los gamonales de pueblo y de barrio son otro elemento de humillación y dominio con el que los politiqueros mantienen su poder. Son ciudadanos, generalmente vecinos o conocidos del politiquero, que ejerce un raro poder entre sus congéneres para lograr sus oscuros objetivos ayer los hizo votar por tal partido y su representante de turno, hoy por el del partido contrario y mañana por el de oposición. No hay principios solo dominio. Uno los oye en reuniones o coloquios hablando de que en su barrio o municipio “él” tiene tantos votos y osa venderlos al mejor postor. Y hablan de la mejor democracia de América ¿ah? Es cierto lo que dice el famoso tango de Enrique Santos Discépolo “Cambalache”, en que que habla del comercio de los principios del ser humano, refiriéndose al siglo XX, pero en el presente todo se ha agudizado la letra del tango dice:

Que el mundo fue y será una porquería
ya lo sé…
(¡En el quinientos seis
y en el dos mil también!).
Que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos,
valores y dublé…
Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldá insolente,
ya no hay quien lo niegue.
Vivimos revolcaos
en un merengue
y en un mismo lodo
todos manoseaos…

¡Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor!…
¡Ignorante, sabio o chorro,
generoso o estafador!
¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
¡Lo mismo un burro
que un gran profesor!
No hay aplazaos
ni escalafón,
los inmorales
nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
¡da lo mismo que sea cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón!…

¡Qué falta de respeto, qué atropello
a la razón!
¡Cualquiera es un señor!
¡Cualquiera es un ladrón!
Mezclao con Stavisky va Don Bosco
y «La Mignón»,
Don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín…
Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remaches
ves llorar la Biblia
contra un calefón…

¡Siglo veinte, cambalache
problemático y febril!…
El que no llora no mama
y el que no afana es un gil!
¡Dale nomás!
¡Dale que va!
¡Que allá en el horno
nos vamo a encontrar!
¡No pienses más,
sentate a un lao,
que a nadie importa
si naciste honrao!
Es lo mismo el que labura
noche y día como un buey,
que el que vive de los otros,
que el que mata, que el que cura
o está fuera de la ley… (*)

 

Nadie respeta al ciudadano, ni él mismo y pareciera que, a algunos les gusta, les place que los traten como ganado, se sienten en el “cielo” diciéndole “patrón” a un terrateniente, narcotraficante, jefe o politiquero, o el tratándolos con el famoso “doctor” apelativo con el que estos personajes políticos surrealistas han creído y querido, estar por encima de los demás, insultando a este proceso educativo e investigativo, que es uno de los más altos y difíciles en la escala de la formación actual: el doctorado.

 

(*) Cambalache se asimila en Argentina a una compra-venta.

 

 

 

Heading Element

Las opiniones  realizadas por los columnistas  del portal www.laotravoz.co  no representan la identidad y línea editorial del medio.
Les invitamos a leer, comentar, compartir y a debatir con respeto.

La Otra Voz
Scroll al inicio