El mal comportamiento, viniere de donde viniere, con o sin recomendación, no deja de ser mal comportamiento.
Los autores de esta columna estamos muertos de pena por haber tenido que montar en algo distinto a TransMilenio, lo cual puede ofender a los ilustres Claudia y Enrique, pues por esas cosas del destino nos tocó subirnos en el antipático sistema denominado metro subterráneo. Eso es terrible. Nos privamos del placer de ser manoseados y cartereados. Nadie nos quiso pedir limosna. Esperábamos que alguien por una razón u otra nos mentara la madre, como es costumbre en Bogotá, pero no lo hicieron –y si lo hicieron fue en otros idiomas, y como no los hablamos, pues no entendimos–. Nuestras carteras llegaron completicas y nos perdimos de ese espectáculo usual del atraco con puñalada; es decir, fue un viaje sin nada de acción. Nada de rápido y furioso. Todo a la velocidad de un metro.
Peñalosa había dicho una vez –y muchos le creyeron– que, al ser subterráneo, el metro era un transporte para ratas, pues por debajo del piso solo caminan las ratas y las cucarachas. Debemos confesar, con mano en el corazón, que no encontramos ningún Peñalosista o Claudista en todo el trayecto, así como tampoco escuchamos a ningún defensor de los BRT. Por el contrario, todos quienes se transportaban en el vagón se veían a gusto con ese medio de transporte. Tampoco vimos, a diferencia de lo experimentado por Peñalosa, ratas en las estaciones. Seguro habrá una que otra, como también puede haberlas en las calles de Bogotá; sin embargo, le solicitaremos al mejor fiscal del mundo que indague qué pasó con las ratas del metro, pues en nuestros recorridos parecían haber desaparecido. Quique y Clau, perdónennos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que alguna vez votaron por ustedes. Amén.
Como todo tiene su contraprestación, el sábado pasado un amigo nos llevó a dar una vuelta por la ciudad en su carro; al llegar a nuestro destino se incrustó en un parqueadero subterráneo de propiedad del condado. Cuando fuimos a pagar, como botarates, el cajero no nos cobró porque –según su argumento– por tratarse de predios del condado se puede dejar de cobrar los días feriados, como estímulo al ciudadano para que este salga a hacer compras, a pasear, a comer en restaurantes, y en general, a que disfrute de la ciudad en su automóvil. No como pretenden Quique y Clau en Bogotá, obsesionados con las restricciones y defensores acérrimos del pico y placa, hasta para los fines de semana, para que nadie saque su pichirilo.
En donde estamos, los ciudadanos pueden estar tranquilos de que sus autoridades jamás montaron una farsa como la que Contralor y Procurador le armaron a Gustavo Petro por haber rebajado el costo del pasaje de TransMilenio a esos pobretones que tanto afean la ciudad de Quique y Clau.
Dando vuelta a la página, nos encontramos algo que causa risa, y son las vakis, páginas web destinadas a recaudar fondos para una causa. En lenguaje coloquial se llama ‘hacer una vaca’ cuando, por falta de plata, varios hacen un aporte y con esa suma se compra lo que uno solo no podría. Que por qué a esta costumbre o manera de recaudar plata se le llama “vaca” y no burro, es cosa que no hemos podido entender. Recordábamos entonces, con ocasión al escándalo por los múltiples contratos de una persona cercanísima a un asesor presidencial, que mallorquina era un paquetico relleno de pedacitos de galletas que vendían en cercanías al palacio de San Carlos. ¡Fíjense cómo cambian las cosas! Ahora Mayorquín –este con Y y no con LL– ya no es aquella galleta entalegada, sino un asesor de palacio muy del corazón del Centro Democrático, casado con una señora Karen Váquiro, a quien cariñosamente sus amigos le llaman Vaquis; no sabemos si por su facilidad para conseguir contratos y recaudar fondos, pero lo cierto es que la señora Vaquis o Váquiro consiguió, en menos de lo que nos toma limpiarnos un ojo, contratos que superan los miles de millones de pesos. Que los consiguió, los consiguió; todo por su cercanía con el señor Mayorquín y a su vez por la cercanía de este con María Paula Correa, jefe de gabinete y mano fuerte del presidente Duque. ¿Que quién se inventó el cargo de jefe de gabinete y para qué sirve? No tenemos ni pio de idea. Habrá que preguntarle a Iván para qué sirve esa jefatura de gabinete, fuera de conseguir contratos. La gracia de la señora Vaquis está, entre otras, en haber trabajado con tres ilustres miembros del Centro Democrático, entre los cuales se dice estaría el ex… Uribe.
Del señor esposo de Váquiro y en particular de sus antecedentes laborales se sabe poco. Se conoce que hizo parte de una Unidad de Trabajo Legislativo en el Senado de la República, en la que tenía como funciones: “[la] asesoría en revisión ilegal de proyectos. Asesoramiento legislativo a procesos como marco jurídico para la paz (actos legislativos, Justicia Especial para la Paz, sistema legal y de resoluciones así como su estructuración al sistema interamericano de derechos humanos), estatuto de la oposición, regulación al derecho constitucional de petición, equilibrio de poderes y reajuste institucional, doble instancia y tribunal de aforados, reforma a la justicia penal militar, derecho a la licencia de maternidad a la mujer embarazada y trabajadora. Código nacional de Policía y Convivencia. Código de Ética Disciplinario del Congresista. Código de Extinción de Dominio” (Párrafo extraído de la publicación de La Silla Vacía)
Un dato curioso y piadoso que no puede pasar desapercibido es que el señor Mayorquín trabajó con el senador y pastor cristiano, John Milton Rodríguez, quien aspira a suceder a Iván Duque en la Presidencia de la República por el partido cristiano de Colombia Justa Libres. Buena recomendación en esta vida y en la otra. De diezmo en diezmo llena su alcancía el pastor y de voto en voto se llena la urna del triunfador.
Sobre el tema de los 24 contratos de la señora Vaquis, comenta el aspirante al Senado, Hollman Morris (Fuerza Ciudadana, número 5), en uno de sus tuits:
Los curiosos pueden encontrar ese contrato y sus anexos en el tuit de Hollman Morris (@HOLLMANMORRIS).
Como si de feria con escándalos se tratara, esta semana que terminó conocimos que la presidente del Concejo de Cartagena, Gloria Isabel Estrada Benavidez, y tres líderes más –todos promotores de la campaña del cantante liberal Lidio García Turbay, quien aspira a reelegirse en el Senado– fueron pichoneados con un cargamento de cocaína, una pistola, dos cédulas falsas y varios millones de pesos en efectivo. Que se sepa, los capturados no le hicieron pistola a nadie, pero que llevaban la pistola, la llevaban. En la camioneta, cubierta con propaganda electoral de García Turbay, no llevaban sino un kilito de coca. Los enterados en la materia dicen que eso no es extraño en la costa, según algunos, en las elecciones se pasa por aquí y se pasa por allá, aquí el pase es por la nariz. Parece entonces que no hubo ‘toque’ y las ‘aspiraciones’ de Lidio y su madrina (o ahijada) se quedaron en eso… en simples ‘aspiraciones’; a menos que el pueblo de Cartagena resuelva aplaudir a Gloria Estrada y pedirle a Lidio que se componga un vallenato para armar una parranda. No sería extraño que ocurriera esto último.
“En Colombia somos así”. Es la explicación que se da a quien se pregunta por estas bobadas.
Como ejemplo, un botón…
“Estas son expresiones culturales de nuestra tierra”, dicen los amantes de las corralejas, por ejemplo.
Adenda: Como no nos convence mucho eso de masculinizar o feminizar todos los términos por darle gusto a los anti-Cervantinos que por hacer política de género patean el castellano, veamos este Tik Tok que nuestro investigador periodístico, Francisco Cristancho (@FACristancho) nos ha hecho llegar…
Adenda 2: Un guasón nos manifestó que el Covid está en peligro, porque ahora lo tiene Peñalosa, y recordemos que él acaba con todo.
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