Cada quien examinará y calificará el domingo 7 de agosto de 2022 de distinta manera, según el ángulo desde el que lo haya visto. Sin embargo, es imposible ignorar tres acontecimientos: la explosión de alegría y felicidad del pueblo, el alto contenido simbólico y el primer acto de poder ejercido por Petro, un minuto después de tomar posesión como presidente de la República.
Desde muy temprano la gente salió a las calles y plazas en las principales ciudades, pero también en poblaciones intermedias y pequeños caseríos. Bogotá se convirtió en la suma de todo el país. Esa diversidad étnica, racial, lingüística, cultural, ecológica, geográfica y territorial que enriquece nuestra nacionalidad, desfiló por las principales arterias viales de la ciudad para expresar su alegría, con sus cantos, sus ritmos, su vestuario y su folclor.
El foco central de la explosión de alegría fue la Plaza de Bolívar. Pero también lo fueron el Parque de los Periodistas, el de Santander, el de la Independencia, la Plaza de Rosario y de Las Nieves. Gentes muy humildes amanecieron en estos lugares, porque querían asegurar el espacio. Familias enteras viajaron con tres días de anticipación de otras ciudades o de pequeños poblados. No fueron pocos los que estando radicados en otros países hicieron el viaje, se dieron cita con parientes y amigos en esta gran metrópoli, para celebrar un sueño: asistir a la posesión del primer presidente de izquierda de Colombia. Algo que aún mucha gente no se lo cree, porque más que una ilusión parecía una utopía.
Las expresiones de alegría reverberaban en los rostros y en los cuerpos de las distintas agrupaciones humanas, antes de comenzar el acto protocolario de la posesión del nuevo mandatario. Todo fue una fiesta diversa y multitudinaria. Hubo Muchos combos por ciudades y regiones, parejas de jóvenes y viejos (quizá veteranos de mil batallas ideológicas, sindicales y políticas), que iban agarrados de la mano, sonreían, se abrazaban y se besaban, al igual que ocurre en los grandes carnavales de nuestro país y del mundo.
Es imposible abarcar en un par de líneas todos los mensajes simbólicos que lanzó Petro este domingo 7 de agosto. Sus seis invitados especiales, son en sí mismos un símbolo de lo que es la Colombia del común: el pescador Arnulfo Muñoz, la trabajadora de Quibdó Katherine Gil, la barrendera de Medellín Kelly García, el cultivador de café Roberto López, el silletero de Santa Helena y la joven música bogotana Jenifer Gómez.
El propio discurso de Petro fue un poema con muchas metáforas y símbolos: de unidad latinoamericana, de un nuevo tratamiento a la lucha contra las drogas y al cambio climático. Según su alocución, llegó la hora de que consumidores y contaminadores asuman su responsabilidad por sus vicios y crímenes. Terminó su alocución con un decálogo envuelto en más símbolos: trabajar por la paz, proteger los ancianos, los niños y personas discapacitadas; gobernar con y para las mujeres; conducir el país con todos, sin excepciones ni exclusiones; mandar cerca del pueblo, escuchando a hombres y mujeres; trabajar para que las familias se sientan seguras; luchar tenazmente contra la corrupción; proteger el suelo y el subsuelo, los mares y los ríos, el aire y el cielo; desarrollar la industria nacional, la economía popular y el campo colombiano; cumplir y hacer cumplir la Constitución.
Pero sin duda alguna, el hecho protagónico de mayor significado y simbolismo, fue su primer acto de poder, tan solo un minuto después de tomar posesión. No fue un simple trámite gubernamental —aunque Duque quiso darle esa connotación—, fue una decisión de poder. «Le ordeno al Jefe de la Casa Militar que traiga la espada de Bolívar a este lugar. Esta espada representa demasiado para nosotros, para nosotras, y quiero que nunca más esté enterrada, retenida. Que solo se envaine, como dijo su propietario, cuando haya justicia en este país».
Si la fiesta que se vivió el domingo 7 de agosto de 2022, en la transmisión del mando, se repite periódicamente, y si el poema de símbolos que contiene el discurso de posesión se materializa en hechos tangibles, estos cuatro años serán un carnaval de la vida, del trabajo, de la producción, de la riqueza y la honradez. ¡Será un carnaval que ha de llamarse Petro!
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