No se trata de un simple rumor, sino de un plan estructurado, que no se llevó a cabo por las labores de inteligencia del equipo de seguridad, que recibió información de primera mano. El plan se frustró porque Petro no se puso en el escenario que los sicarios necesitaban para ejecutar el crimen. Al enterarse de que el grupo ilegal La Cordillera ya había contratado, por la suma de 2.500 millones de pesos, a cinco sicarios para eliminarlo, Petro suspendió la gira que tenía programada por el Eje Cafetero para los días 3 y 4 de mayo.
Los autores intelectuales, pues, fueron los miembros de la mafia La Cordillera. Pero hay que admitir que en Colombia no opera una sola mafia, sino una coalición de la que hacen parte narcotraficantes, paramilitares, políticos, usurpadores de tierras y agentes del Estado. Durante su larga carrera política, Petro ha combatido, señalado y llevado a la cárcel a buena parte de esas mafias, por lo que todas lo tienen en la mira y serán las autoras intelectuales de cualquier atentado.
Sin embargo, se puede advertir, sin muchas dificultades, que hay una amalgama de fuerzas e intereses, que con la intención de generar miedo, para impedir que Petro llegue a la jefatura del Estado, sin proponérselo, se convierten en autores intelectuales prístinos, originarios y estratégicos.
Con el propósito de atemorizar a la gente, es mucho lo que se ha escrito en periódicos, revistas y libros, lo que se ha dicho en los canales de televisión y radio, lo que se ha hablado en cócteles y clubes, lo que se ha echado a circular en las redes sociales. Fueron muchas las sanciones arbitrarias que los órganos de control —procuraduría y contraloría de Bogotá— impusieron, como penas disciplinarias y fiscales máximas, para cortarle el camino a Petro. Fue lo acaecido hace una década. Lo agenciado últimamente no tiene nombre: Petro es el Putin que baña de sangre el mundo, es un monstruo que hace pacto hasta con el diablo para alcanzar el poder y arruinar a Colombia.
Hoy, el propio presidente Duque —convertido en gerente, tesorero-contador y jefe de la campaña de alias Fico—, ataca con rabia y odio a Petro. Y, de ahí hacia abajo, lo repiten todas las expresiones de poder, con las mismas pasiones, para señalar y deslegitimar al candidato del Pacto Histórico. Sin mencionar los ministros, el fiscal y Zapateiro, cuyas intervenciones son ampliamente conocidas, al azar agarro algunas de esas falacias que siembran el miedo.
«Contra Petro lo que sea»: Francisco Santos. «No quiero ni imaginarme a Petro sacando a las hordas de gente a incendiar el país»: Felipe Zuleta Lleras. «Un solo tirano sanguinario, Putin, ha obligado a Petro a quitarse la máscara»: Héctor Abad. «Colombia ya sabe lo que le espera con la llegada de Petro a la presidencia: dictadura, miseria y hambre»: Luis Felipe Henao. «El candidato de las Farc es Gustavo Petro y la candidata del Eln es Francia Márquez»: Humberto Amín. «La democracia está en riesgo […] Petro no le conviene al país»: alias Fico. «Petro es una amenaza»: María Fernanda Cabal. «Los cantos de sirena del populismo son una seria amenaza para los muy valiosos resultados de la reactivación poscovid-19»: El Tiempo. «Hay que frenar a Petro. Es un psicópata, mentiroso, es un enfermo metal»: Enrique Gómez Martínez. Voces externas, comenzando por el embajador y algunos legisladores de Estados Unidos, así como diputados españoles, también hacen su parte.
Todos, sin proponérselo, se convierten en la segunda categoría de autores intelectuales prístinos, originarios y estratégicos en un eventual atentado de carácter general, porque han preparado y predispuesto el estado emocional, para que cualquiera, de manera oficiosa, apriete el gatillo contra Petro. La elaboración psicológica es sencilla: si las principales autoridades, la gente de bien y los medios pintan a Petro como un monstruo, como un gran peligro para la sociedad y la democracia, cualquiera que ame estos valores se siente autorizado para quitar del camino al mayor enemigo de Colombia. No se necesita que alguno de esos autores intelectuales estratégicos le pague a un sicario o le dé la orden para que vaya y mate a Petro. La orden se ha fabricado y se ha expedido por anticipado, minuto tras minuto, día tras día, durante lustros, años, meses y semanas.
Si cualquier colombiano, de manera oficiosa, está legitimado para cometer el magnicidio, con más veras la coalición de mafias, de la que siempre hacen parte agentes del Estado, está autorizada para contratar los sicarios y sacar del camino al enemigo número uno de nuestro país.
¿Qué hacer? Solidarizarse con Petro y con su fórmula presidencial. El arma secreta de los autores intelectuales y de los propios sicarios, es la soledad de su víctima. A Galán lo asesinó Pablo Escobar, pero ante todo lo asesinó la enorme soledad en que lo dejó el régimen. Por eso, mi llamado es a que el pueblo, en su más amplia diversidad étnica y política, abrace a Petro y Francia Márquez.