Las mentiras que nos gobiernan

Las mentiras que nos gobiernan

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Estamos en un periodo importante donde tenemos la posibilidad de escoger candidatos que nos representen, este año será sin duda de campaña electoral y gracias a esta temporada de inseguridad, masacres y mediocridad en el cuerpo de funcionarios que apoya al actual Gobierno, y del mismo Presidente, por supuesto, es nuestro deber ser más activos políticamente y cambiar el rumbo del país. Olvidémonos de las orillas que nos imponen como responsables de nuestra desgracia y enfoquémonos en los programas de gobierno y en el debate, exijamos a cada candidato la exposición de sus ideas y compromisos y analicemos su coherencia de acuerdo a su trayectoria, qué no nos vendan discursos ambiguos, sin contenido, con mucho de qué y nada de cómo. Exijamos preparación académica, respeto y responsabilidad con lo que se dice.

Alejémonos de campañas basadas en la descalificación del oponente, el miedo al cambio y la mentira, este ya debe ser un signo de alarma y profunda desconfianza; no puede ser serio y mucho menos fructífero que concentren nuestra atención en los zapatos que usa un candidato y hasta lo vuelvan noticia, anulan un discurso por cuestiones irrelevantes. No aceptemos un “siguiente pregunta” o “qué pregunta tan chimba” por respuesta, esos incapaces de dar una explicación y de nutrir el debate con conocimiento, ideas y propuestas claras son los que usan el poder para lucrarse, unos como zánganos, otros peor que eso, delinquiendo.

Los candidatos estarán al acecho e intentaran convencer de lo que sea, porque en Colombia ningún cuento es tan descabellado, —si hay quienes creen en el rayo homosexualizador, el castrochavismo o el chip dominante de la personalidad incluido en la vacuna— aquí es bastante probable creer en cualquier cosa. Si la ciudadanía no está informada y si admite cualquier respuesta será presa fácil de manipulación, y aunque con ideas muchas veces absurdas, hay un grupo de nuestra sociedad, respaldada por los grandes medios de comunicación, que es experta en este tema; como serán de expertos que inventaron que el expresidente Juan Manuel Santos era de izquierda, por su bandera en la reelección que fue la búsqueda de la paz, hasta lo apodaron FarSantos. Tan eficiente fue ese cuento que parte de la izquierda también se lo creyó y hasta dicen extrañarlo.

Aquí creemos que un país se puede convertir en otro y que Cuba tiene la misma historia que Venezuela, qué todos los líderes sociales y ambientalistas tienen líos de faldas y además son muchos para protegerles la vida, qué las conversaciones con los de la campaña del no a la paz y las innumerables reformas que se hicieron con su participación no representaron un acto democrático, qué la paz no es un derecho, qué las causas del conflicto no son importantes, qué el conflicto se acaba con más conflicto, qué los excombatientes que se vieron obligados a volver al monte porque los están matando y encarcelando con montajes asesinan a su misma gente, qué el entrampamiento es licito, qué las FARC negociaron para no ser escuchados, qué hay buenos muertos y muertes atrasadas, qué los maestros son una amenaza, qué los estudiantes protestan por desocupados, qué al comprar unos bultos de papa en el peaje ya no es necesaria la reforma agraria, qué se tienen aseguradas 40 millones de vacunas. La única propuesta de izquierda la han ido eliminando a bala, no se ha respetado el proceso de paz y los integrantes del partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común han sido víctimas de asesinato, descalificación y ataques; lo que no les ha permitido tener esa participación política que fue uno de los objetivos de la negociación. Nos han vendido que la propuesta social demócrata del senador y excandidato presidencial Gustavo Petro es de extrema izquierda para atemorizar a los más ingenuos y alertar a los más violentos. Lo grave del asunto es que al creer de manera religiosa, —con una fe ciega — en esta campaña mentirosa se niega el ejercicio de la verdadera política y se sale a votar por falsos redentores que cada vez empeoran más nuestra situación. De alguna forma también se avalan los asesinatos de los que ha sido víctima la Colombia Humana.

Una parte de Colombia no vota por un programa de gobierno, vota por respaldar a un grupo de gente sin importar que esté mal capacitada, llena de investigaciones, involucrada en cosas raras, por ahí los vemos en registros fotográficos posando en reuniones con narcotraficantes; pero tiran la piedra y esconden la mano, dicen querer acabar con la producción y comercialización de la coca, cuando en realidad quieren acabar con el campesinado, los indígenas, los pobres y con todo aquel que los cuestione o exija lo justo, presencia del Estado en todos los rincones del país y participación política. La gente de la Colombia profunda quiere que los tengan en cuenta, que los recursos lleguen a las zonas rurales y no solo a las grandes ciudades, que les faciliten esa lucha diaria que requiere transportar la cosecha, para poder comercializarla, por carreteras por donde no quieren pasar ni las bestias, servicios públicos, escuelas, maestros, centros de salud por ejemplo. Muy fácil decir que quieren todo regalado desde la comodidad que ofrece la ciudad. Necesitamos un gobierno que esté abierto al dialogo con todas las comunidades sin prepotencia, que se comprometa con el cuidado de los recursos naturales y la protección de la vida.

Y lo más importante se requiere un compromiso individual, hacer nuestra parte, liberarnos de los sentimientos de venganza, reconciliarnos y no permitir que se nos olvide el país que deseamos construir. Qué las propuestas y creencias de nuestros líderes y las propias sean motivo de análisis y reflexión constante, contribuyamos a la búsqueda y difusión de la verdad, nutramos el debate con conocimiento. Preparemos el corazón y el intelecto, Colombia lo merece.

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