Los resultados de las votaciones del pasado domingo 13 de marzo en Colombia, cuando se escogieron los integrantes del poder legislativo y se definieron los candidatos presidenciales de tres coaliciones políticas conformadas recientemente, reflejan nuevamente el proceso de revuelta generalizada en que está el pueblo colombiano en el actual momento histórico.
El país está afectado por una profunda crisis política que golpea la legitimidad de sus instituciones, la credibilidad de los liderazgos políticos, la solidez de las narrativas sobre la supuesta democracia y liberalidad del Estado, todo como consecuencia de la violencia que golpea a millones de personas con masacres, asesinato de líderes sociales y exterminio de exguerrilleros; de la pobreza que azota a más de 23 millones de ciudadanos; del desprestigio del Presidente Duque; y de la corrupción de una podrida casta politiquera que despedaza sin contemplación los bienes públicos.
El domingo, no obstante la alta abstención, un viejo electorado, férreamente controlado por caciques, gamonales y siniestras maquinarias locales y regionales salió, voto con rabia y conciencia, para respaldar la lista independiente del Pacto Histórico promovida por el Senador Gustavo Petro, colocando 17 curules en el Senado y casi 30 en la Cámara baja; aunque el destape del fraude, hecho ayer lunes por el propio Petro está indicando que en casi 30 mil mesas de votación se dio una descarado robo al Pacto histórico, con la alteración de los tarjetones para favorecer al Partido conservador y al uribismo, unas estructuras feudales protegidas por militares, mafias, gringos e iglesias.
El desastre para el establecimiento ha sido demoledor y se ha llevado por delante reconocidas fichas del andamiaje del poder oligárquico. No es poca cosa el desplome de la mafia de los Char en Barranquilla, producto de las denuncias de Aida Merlano y sus abogados; o la ruina en que quedó el tal Manguito en Villavicencio, un tipo que se hizo elegir en el 2018 con el respaldo de Petro y a la velocidad del rayo se sumó a la tropa de Uribe Vélez; o el desfonde de la mafiosa Dilian Toro en Cali; o el entrabe del caporal Zuluaga en el Meta, al que le falló su sindicato con los parapolíticos de la Llanura para preservar el dominio absoluto de la región; o la extinción electoral del camaleónico vargas llerista Temístocles Ortega en Popayán; o la fase terminal en que quedó Zuluaga el candidato de Uribe a la Presidencia.
Para ponerlo en términos positivos, de los saldos de la jornada electoral quedan cosas muy favorables para la acción política popular como la escogencia de una bancada de izquierda nítida en el Cauca; la elección de un grupo combativo de líderes sociales en el Valle del Cauca; el regreso de la Izquierda en Villavicencio y el Meta; la gigantesca votación por el Pacto Histórico en Bogotá; los avances populares en Cundinamarca; y la insurgencia deslumbrante de la población afrodescendiente que se volcó tras la figura de Francia Márquez del Polo Democrático para darle un copioso apoyo.