En Colombia se está dando una profunda recomposición en los partidos políticos y en el sistema de partidos. Por supuesto, la izquierda no es ajena a esa tendencia y presenta nuevos modos de organización y articulación.
Sobre la Izquierda y lo que sucede en esta hay diversas interpretaciones. En algunos momentos se planteó la tesis de su desaparición y muerte definitiva a raíz de la implosión del Estado soviético, el derrumbe del campo socialista y el fin de la historia en la versión hegeliana de Fukuyama.
Sin embargo, este mundo político, surgida desde el siglo XVIII con la revolución francesa, definida en el siglo XIX y en las primeras décadas por los grandes teóricos del materialismo histórico ligados a la clase obrera y sus luchas como Marx, Engels, Prudhon, Kropotkin, Bernstein, Kautsky, Trosky, Bujarin, Stalin y Mao, es portadora de una gran tradición en la historia colombiana, desde los artesanos de la revolución de Melo, las huelgas de 1918, la agitación revolucionaria de María Cano, la huelga de las bananeras en 1928, la fundación del Partido Socialista Revolucionario (1926), del Partido Comunista de Ignacio Torres Giraldo y Gilberto Vieira (1930), la presencia de Jorge Eliecer Gaitán con el UNIR y las reformas del gobierno de López Pumarejo.
En la segunda mitad del siglo XX, la izquierda también sumo la presencia de grupos maoístas como el PC (marxista-leninista), el EPL, el ELN vinculado a la revolución cubana, el Moir (degradación derechista del maoísmo) y las Farc como expresión de la resistencia agraria liderada por el Partido Comunista, el M19, la Unión Patriótica y a Luchar.
En esos años también la izquierda se presentó en diferentes coaliciones electorales (Firmes), para después de la Constitución de 1991 intentar articular importantes alianzas electorales como el Frente Social y político y el Polo Democrático con candidatos como Carlos Gaviria y alcaldes como Luis Eduardo Garzón.
Después del 2010 se presenta un gran auge de los movimientos sociales con huelgas universitarias (2011) y paros agrarios (2013).
Las movilizaciones por la paz y el acompañamiento de los diálogos y negociaciones entre el Estado y las Farc mostraron otras facetas en el campo de la Izquierda que en los últimos años se ha reflejado en las altas votaciones obtenidas por Gustavo Petro en el 2018 y en alguna medida en la copiosa votación en la Consulta anticorrupción (13 millones).
Los Acuerdos de paz de un sector de las Farc con el gobierno del señor Juan Manuel Santos igualmente impactaron la Izquierda en su dimensión armado porque un núcleo de esa guerrilla hizo el tránsito (de la mano y con la protección de los militares) a un movimiento político con representación parlamentaria (Comunes) cercana al santismo, mientras otros núcleos desataron fuerzas “neo insurgentes” (re insurgentes, dice Carlos Medina) estigmatizadas por el Ministerio de Defensa como disidencias, con arraigo en la histórica resistencia agraria y la lucha por las libertades democráticas, como es el caso de las Farc EP lideradas por Iván Lozada, Gentil Duarte y Jonier Toro Arenas (Comando Coordinador de Occidente) y el de la Nueva Marquetalia que encabeza Iván Márquez afectada por la muerte de Santrich, Romaña y el Paisa, quienes fueron asesinados por fuerzas mercenarias pagadas por el gobierno y la Cia.
En esta coyuntura, el ELN no cedió a las presiones políticas y bélicas dando continuidad a su lucha anti oligárquica en un ámbito geopolítico que le da margen de maniobra en la geografía de la frontera colombo venezolana. Todo lo cual ha configurado un tercer ciclo de violencia que reúne los ingredientes de los pasados tramos de guerra apalancados por la concentración de la propiedad agraria, el autoritarismo estatal y la corrupción que aún se conservan porque los pactos de la Habana arrastraron un aberrante reformismo del gusto del Banco Interamericano del Desarrollo BID y del FMI.
La Izquierda colombiana es hoy un bloque de grandes dimensiones que ofrece diversos matices y en su proyección para el siglo XXI estará asociada a diversos procesos de los cuales menciono los siguientes:
Primero. La profunda crisis de la dominación oligárquica reflejada en la crisis terminal de la ultraderecha uribista con el correspondiente declive de su hegemonía cultural y política, al tiempo que se da el auge de la contra hegemonía popular.
Segundo. La crisis del neoliberalismo y la emergencia de un nuevo paradigma de desarrollo.
Tercero. La transición geopolítica con el declive del poder imperial de los Estados Unidos y el posicionamiento de China, Rusia y otras potencias medianas en el concierto mundial con sus correspondientes incidencias culturales que desplazan los modos occidentales de relacionamiento con la naturaleza y la espiritualidad humana, pues el taoísmo, el budismo, el islamismo y la vida Zen discrepan de las lecturas occidentales del cuerpo y la mente; también las disparidades en la manera de superar la pobreza, la desigualdad y la inequidad que el paradigma liberal enmascaró con la retórica de una libertad que más bien es el gran sofisma de las castas oligárquicas para encubrir el hambre de millones de seres humanos; el ejemplo de China sacando de la pobreza a 850 millones de seres humanos es un hecho que confronta al Occidente capitalista con sus inconsistentes y fracasados modelos de desarrollo (Myrdal) .
Cuarto. El derrumbe del globalismo, el regreso del nacionalismo y la configuración de un paradigma post neoliberal que transita a otras formas de capitalismo, que algunos pretenden más humano o social en los términos de cierta retórica socialdemocratizante que sugiere la inviabilidad del socialismo como paradigma más humano, solidario y democrático como poder popular.
Quinto. La sustitución de la sociedad industrial por la sociedad digital, con los desarrollos tecnológicos que trae consigo el internet como la inteligencia artificial, el metaverso y el manejo de datos con su consiguiente efecto en la construcción de la ciencia y los desarrollos del conocimiento.
Sexto. La descomunal crisis ambiental del planeta y sus efectos en millones de seres humanos con fenómenos como la pandemia del coronavirus originada en la deforestación y el cerco a los mundos animales silvestres que arrastran virus no adaptados a las sociedades humanas.
Séptimo. Las nuevas formas de los conflictos bélicos como las guerras hibridas o de cuarta generación que ya se han instalado en Colombia por parte del Comando sur empeñado en destruir desde muestro territorio el gobierno de Venezuela.
Octavo. La constitución del movimiento social como sujeto de gran potencia que gravita con su presencia extra parlamentaria (revueltas del 2019 y del 2021) en el funcionamiento y organización del Estado oligárquico que muta hacia formas policiales degradadas y violentas en los que la masacre y el exterminio de líderes sociales y ambientales es su oficio rutinario en alianza con las mafias del narcotráfico y la corrupción, recuperando la vigencia de los derechos humanos en la tradición de la sensibilidad de la Izquierda.
Noveno. La crisis del proceso de paz que ha dado origen a una paz imperfecta y neocolonial por la incidencia en el mismo del modelo del Consejo de Seguridad de la ONU encargado de su monitoreo indolente y complaciente con las nuevas violencias.
Decimo. El protagonismo de los nuevos movimientos sociales específicamente el de los indígenas en su lucha por los territorios, el de los afros, el de las mujeres y los Lgtbi.
Es en este conjunto de tendencias que la Izquierda colombiana debe pensar su proyección a lo largo del siglo XXI, para lo cual seguramente surgirán centros de pensamiento ampliado con sus revistas y publicaciones especializadas (Cepa, Izquierda, Rebelión, Kaos en la Red, Periferia, Revolución obrera maoísta, Hekatombe, Desde abajo, Trochando sin fronteras, identidad, Voz etc), redes nacionales de reflexión sustentadas en el marxismo, coincidencias horizontales para coordinar y promover la acción de masas, articulaciones departamentales y locales alrededor de los temas ambientales como la protección del bosque amazónico, el agua, sistemas ecológicos estratégicos, mares, Parques naturales, fauna y la movilización contra el extractivismo minero y petrolero.
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