En el Congreso se desaparecen hasta las actas de las sesiones

En el Congreso se desaparecen hasta las actas de las sesiones

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Lo importante de un proceso de cambio es que este no se plasme en un papel, sino en la mente de los destinatarios de ese sentimiento.

La familia Vega es propensa a meterse en problemas cuando se trata de asuntos electorales. Esta semana conocimos por una investigación de Diana Salinas para Cuestión Pública que papi Vega Goyeneche tuvo su buen enredo, con cárcel incluida, por compra de votos. Su hijito, Alexander Vega Rocha, también interesado en manejar a su antojo la voluntad de los ciudadanos, se lagarteó el cargo de Registrador Nacional. Desde allí, Vega júnior ha demostrado su incompetencia y profundo desconocimiento de la organización electoral, al punto que logró que fracasara algo que venía funcionando bien: el preconteo. Como lo vimos quienes seguimos las noticias, hubo una diferencia del 7% sobre el total de votos anunciados en el preconteo y los contabilizados en el escrutinio, que vendría a ser algo más de un millón de papeletas. Estas elecciones fueron, sin lugar a duda, las más desordenadas de los últimos años y queda en el aire si en medio del caos se beneficiaron los ÑeñesÑoños, los Ficos y los Kikos, asiduos amigos de la Registraduría. Afortunadamente se descubrió pronto el chanchullo, pero desconocemos qué tiene preparado el hijo de Vega Goyeneche para las elecciones presidenciales.

Hay cosas cómicas. Hace unos días Hollman Morris (@HOLLMANMORRIS) contó que Gustavo Petro y Francia Márquez firmaron el acta de inscripción para su candidatura con un esfero de guadua. Como los políticos hablan pura guadua, esperamos que este acuerdo llegue a feliz término y con ello Gustavo cumpla su sueño de ser Presidente de este manicomio. Admiramos a Petro, pero no le envidiamos. La Casa de Nariño es un lugar lleno de fantasmas y vampiros. En su tuit, Hollman opina que el esfero que se empleó para la firma es “el símbolo del cambio” y se pregunta “¿cuánto cambiaría Colombia si fuera símbolo nacional?”. A nuestro amigo le respondemos que, aunque el símbolo es bonito, la paz es un sentimiento y como tal se origina y crece en el espíritu de los ciudadanos.

Uno de los fantasmas que recorre el palacio presidencial –según nos cuentan– carga con el acta perdida de las curules de paz. Como recordarán, con el acuerdo se había definido la creación de 16 circunscripciones especiales con derecho a curul en la Cámara y cuyo objetivo era asegurar la representación de las víctimas en el periodo de implementación del acuerdo. Cuando el proyecto llegó al pleno del Senado, el presidente de la corporación hizo gala de su sabia ignorancia. Tras la votación, concluyó que las mayorías no eran mayoritarias sino que la minoría era mayoría. Un trabalenguas que fue rápidamente adoptado como suyo por la bancada de gobierno. Ahora imagínense que el acta en donde se asentó esta decisión se desvaneció, tal y como ocurrió en su momento con las ilusiones de las víctimas del conflicto. La Corte las solicitó y en el Congreso nadie responde. Los encargados de su custodia podrían repetir un aparte de la canción Yo no sé nada de Daniel Santos, que dice: “Yo no sé nada, yo llegué ahora mismo, si algo pasó, yo no estaba ahí.”

Conocida la desaparición de estos documentos, la Fiscalía General de la Nación –organismo inútil– dijo haber iniciado la correspondiente investigación para buscarlos, tal y como ustedes podrán leerlo en esta nota adjunta. Tendrán entonces estos personajes que investigar cuál fue el fantasma que desapareció las actas, que no es el mismo que ronda a la Martuchis, pero que sí es igualmente chocarrero.

Algún insulso comunicador habló del “hurto de las actas” y sería bueno recordarle que dadas las circunstancias lo que se configura es un delito de falsedad por destrucción, supresión u ocultamiento, ya que el bien afectado es la fe pública y no el patrimonio económico, pues las hojitas de papel no valen mucho. Les confesamos que no nos hacemos ilusiones con que las actas aparezcan, dado que con ellas los magistrados tendrían en sus manos el paso a paso de la maroma. Eso sí, las actas existen y alguien las tiene. Blanco es, gallina lo pone y frito se come.

Estimados lectores, llegados a este punto ustedes deben tener algún indicio sobre el paradero de las actas y de su guardián. Quien las tenga tendrá que demostrar que estas no fueron objeto de alteraciones o destrucciones durante el periodo en el cual no fueron custodiadas debidamente. Por más señas, el costeño presidente de ese entonces –que tiene casualmente el mismo apellido del senador Iván, gran líder del Polo Democrático (@PoloDemocratico)– deberá explicar por qué no se encontraban en el archivo correspondiente. Puede ser que, con la llegada de un nuevo Congreso, integrado por gente menos comprometida en la trama ilegal, se conozca dónde está la prueba de la “trampita”.

Hay desgracias que no vienen solas. Acá tuvimos que aguantarnos a los españoles cuando vinieron dizque a conquistarnos, o mejor, a malquistarnos; robarse el oro; violar indígenas y embutirle a todos su religión. Igual suerte tuvo el Sahara Occidental, país al que la desgracia le vino por igual vía. Los saharauis no conocen realidad distinta a los maltratos, despojos y bombardeos por parte de potencias extranjeros, cuando alcanzaron la independencia, los españoles entregaron su antiguo territorio a Marruecos y Mauritania para que estos lo administraran, contrariando la voluntad de la población. Tras años de conflicto entre los luchadores independentistas y el ejército marroquí, las partes con el concurso de las Naciones Unidas acordaron un cese al fuego, que tenía como condición que Marruecos celebrara un referendo de autodeterminación en el territorio ocupado. Han pasado 20 años y dichos comicios no se han celebrado. Es como si, por estos lados, los derrotados españoles en Boyacá hubiesen llamado a los ingleses para que se quedaran con esa colonia.

En esas tierras –a las que fuimos quienes escribimos esta columna– conocimos el valor de la convicción y el deseo genuino de ser un país soberano. La última zancadilla al pueblo saharaui llegó la semana pasada por cuenta del gobierno español, que cambió su postura respecto de la cuestión territorial y determinó que la resolución de esta es del resorte exclusivo de Marruecos, con lo cual entró a respaldar el plan de autonomía formulado por este y que no integra un referendo de autodeterminación. Hace unos años, durante una conferencia con delegados internacionales en el desierto, Germán sostuvo que al Sahara Occidental y a Colombia les unía la misma tragedia: haber sido sujetos al poder colonial español. Hoy, a miles de kilómetros de distancia, lo reitera.

Todo parece que los españoles quieren consolidar la expoliación que otrora hicieron en el territorio saharaui. No ha sido suficiente que más de 50 países hayan reconocido la soberanía de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) para que respeten su derecho a decidir. Mientras escribimos este texto, las relaciones diplomáticas entre nuestro país y la RASD se mantienen congeladas. ¡Una vergüenza!

Y mucha atención a esto… Daniel Coronell (@DCoronell) –en su columna publicada el domingo pasado, a la que pueden acceder dando clic aquí– nos abre los ojos, sobre una gran inundación en nuestro país. Los Ríos se están desbordando, y no por tanta agua, sino por tanto contrato. Lo que más picados –o ardidos– los tiene es que se esté destapando lo que en sus profundidades escondían. Estos Ríos no son el Magdalena ni el Cauca, son los Velilla y el Londoño, contratistas de TransMilenio y las basuras. Por citar a estos Ríos a una audiencia de imputación de cargos, el fiscal Barbosa –o Babosa– mandó a una honrada y capaz Fiscal a ‘descansar’ al Putumayo por haberse osado a investigar lo que, al ‘darcy’ cuenta, Coronell nos contó. De seguir así, la política colombiana terminará naufragando entre esos turbios Ríos, que dentro de poco se llevarán todo el poder.

Ñapa: el tuit de la semana, cuya selección le delegamos a Pacho Cristancho (@FACristancho), fue este de Ernesto Samper Pizano (@ernestosamperp): “Hoy es el día para recordar las víctimas de la esclavitud. Viene a mí el análisis de Thomas Piketty (@PikettyLeMonde) en su último libro, donde cuenta cómo los padres fundadores de EE.UU. eran esclavistas, y cómo la liberación no fue altruista sino de un negocio con los dueños de los esclavos.”

Las opiniones realizadas por los columnistas del portal www.laotravoz.co no representan la identidad y línea editorial del medio. Les invitamos a leer, comentar, compartir y a debatir con respeto.

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La Otra Voz
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