En distintos debates parlamentarios, en una sociedad patriarcal que trataba a la mujer como un ser inferior y limitados derechos, Jorge Eliécer Gaitán reivindicó el derecho a la igualdad del género femenino, que se deberían tomar medidas afirmativas en ese propósito para la liberación progresiva de la mujer: «La mujer no puede transformarse ella sola en el sentido primitivo de nuestros métodos, de nuestras costumbres, de nuestra vida, porque toda nuestra actividad social está incidida por el criterio de la superioridad del varón. De ahí que seamos nosotros quienes estemos obligados a crear el ambiente que le permita educarse, encauzándola hacia actividades que le son profundamente necesarias para su liberación».
Gaitán reconoció la influencia de su madre en la defensa de los derechos de las mujeres, Manuela Ayala Beltrán a quien le rindió bello homenaje en el prólogo de su tesis de grado como abogado en la Universidad Nacional, lo que permite concluir su gran amor por ella pero también que su vida de niño o de joven no había sido fácil “con el tributo pleno de mi amor ardentísimo; a ella, faro en mis tinieblas, puerto en mis naufragios, caridad y bálsamo en el dolor cruel de mis heridas”.
Siendo ministro de Educación recordó a su madre quien ayudó a forjar su carácter inclaudicable para vencer sobre las adversidades y los más duros obstáculos «Y si algo me faltara, ahí está lo primero, la dulce maestra de escuela, hoy peregrina de la eternidad, quien con su ejemplo me enseñó que en el camino del bien lo imposible no es sino lo difícil, mirado por ojos donde no ha nacido la fe y ha muerto la esperanza».
El 11 de diciembre de 1934 Jorge Eliecer Gaitán pronunció ante el Senado un discurso que intituló “Igualdad de derechos para la mujer”, en el que criticó la posición de los liberales de avanzada, quienes eran reacios, entre otras cosas, a que esta asistiera a la universidad. Las posiciones de varios de estos políticos pretendían que las mujeres estuvieran siempre dedicadas a las labores del hogar, ante lo cual Gaitán argumentó lo siguiente:
“Se dice —y aquí mismo se ha dicho— que la mujer es inferior al hombre. Pero eso se expresa a humo de pajas, sin demostrarlo científicamente que es como se deben demostrar las afirmaciones. Pues bien: yo niego enfáticamente semejante tesis. Muy al contrario. Considero, y así lo sostienen muchas autoridades de fama mundial cuyos conceptos conozco y puedo citar en cualquier momento, que la mujer es en muchas de las actividades humanas superior al varón. Si hoy le falta la adecuada preparación es por causa y como resultado de las circunstancias ambientales y eso es lo que debemos modificar, lo que estamos en mora de emprender para cumplir nuestra obligación de legisladores de proporcionarle los medios que le permitan avanzar en ese nivel superior a que es acreedora y cuyo camino le hemos cegado siempre.“
Antes de 1933, a las mujeres en Colombia solo se les permitía la escolarización hasta la educación media. Jorge Eliécer Gaitán promovió y defendió el decreto número 1972 de 1933 para permitir a las mujeres recibir educación superior. El decreto fue aprobado y firmado por el gobierno liberal de Alfonso López Pumarejo. Siendo la Universidad Nacional de Colombia, la primera institución de educación superior en permitir estudiantes femeninas.
La lucha de Gaitán permitió que las mujeres comenzaron a ser vistas por muchos como iguales a los hombres por sus logros académicos, creatividad y disciplina. Al mismo tiempo, los ciudadanos comenzaron a apoyar la idea de ciudadanía para las mujeres siguiendo el ejemplo de otros países.
El Voto Femenino
Muchas mujeres eran seguidoras y declaradas “gaitanistas”, que con su muerte se llenaron de fuerza para continuar en el mar de obstáculos puestos por tanto por conservadores como los liberales por el temor que con su participación en las urnas el otro fuese ha ganar las contiendas electorales. La relación cercana con las políticas de Gaitán logró que mujeres que aún no se sentían identificadas con las otras corrientes, lo hiciera con él, por su reconocer en que era importante un otorgamiento de los derechos civiles y políticos a las mujeres.
Gaitán defendía el voto femenino desde sus días en el UNIR; para él, el sentimiento y la fuerza femenina era importante. Fue consciente de que estás necesitaban una voz que alzara y visibilizara la suya en medio de una realidad donde no eran tenidas en cuenta en los procesos de transformación del país y donde siempre habían desempeñado sin reconocimiento o respeto un papel importante. Las mujeres debían ser vistas como actores de transformación y cambio social, ellas eran parte de su lucha, de su visión de pueblo libre y justo.
Aparte de denunciar la actitud renuente hacia el reconocimiento de los derechos de la mujer, Gaitán también elevó la propuesta de que en las labores de desempeño profesional hubiera presencia femenina. Este líder en vida lucho por defender los derechos del pueblo en su conjunto, integrando a la mujer como pieza fundamental en los procesos de transformación de una sociedad.
Gaitán fue un actor importante en la lucha de los derechos de la mujer en Colombia, en este caso a la votación. Su muerte significó una pérdida de fuerza en cuanto a mayores avances para las mujeres colombianas.
Poco se conoce y es necesario relatarlo que en la historia del voto femenino, el primer lugar en otorgar este derecho a las mujeres fue el Estado de Wyoming, Estados Unidos en el año 1869. Lo que poco se sabe al respecto es que en Colombia, en la Provincia de Vélez, en el año de 1853, es decir, 16 años antes de que esto ocurriera se les otorga este importante derecho a las habitantes de este lugar del país. Así transcurre su conquista:
Lo que se conocía como Provincia de Vélez estaba conformada por varios municipios del sur del actual departamento de Santander y por algunos municipios del departamento de Boyacá. Era una provincia bastante numerosa, pues el número de habitantes rondaba un poco más de los cien mil y para el año de 1853 más de la mitad eran mujeres.
Este derecho tan importante y central en la conquista de las plenas garantías de participación para las mujeres, se dio en el marco de la expedición de la Constitución Política de la Provincia, que surgió mandatada por la Constitución Política de la Nueva Granada que otorgaba la potestad a cada región de establecer su propia organización y administración interna.
La Constitución en la Provincia de Vélez fue un importante hito en la conquista de derechos y libertades y su espíritu fue bastante progresista para la época en la que fue promulgada, prueba de esto es que en su preámbulo, a diferencia de muchas cartas de la época, invoca al pueblo en lugar de Dios y lo sitúa como fuente de soberanía y autoridad.
En su artículo 7º, esta Constitución no solo contiene y plasma el nuevo derecho de las mujeres a votar, sino que va más allá y lo extiende a la posibilidad de que estas pudieran ser elegidas en las juntas electorales como una medida real y efectiva para garantizar su participación y representación integral. Es así como la Provincia de Vélez se convierte en uno de los primeros lugares del mundo en darle voz y voto a las mujeres.
Muchas son las hipótesis que se desarrollan alrededor de este hecho histórico, la que cobra más sentido tiene que ver con que las mujeres de esta región ocupaban destacados lugares como comerciantes y hacedoras de productos de subsistencia básica, lo que les otorgaba un importante papel en el engranaje social y político de la región, pues tenían varias personas a su mando y su trabajo sostenía gran parte de la economía de la zona. Otra hipótesis habla de un gobernador de tendencias bastantes liberales quien tenía como esposa a una mujer muy activa políticamente que influyó en sus decisiones más progresistas y de avanzada.
Lo anterior nos muestra el carácter activo de la mujer en la conquista de este derecho, es decir, el otorgamiento del voto no fue dado meramente por la voluntad progresista de un puñado de hombres, sino que el importante papel de la mujer en la sociedad veleña determinó las condiciones para que este derecho fuera integrado en la Constitución naciente.
A pesar del importante avance que se dio al menos en lo formal en la conquista por los derechos de las mujeres, no hay evidencias históricas ni certezas de que las veleñas hubieran podido ejercer el voto, pues se cree que esta Constitución fue anulada entre 1854 y 1855 por orden de la Suprema Corte de Justicia que creía que los habitantes de esa zona no podían tener más derechos que el resto de habitantes de la Nueva Granada. Por otro lado, historiadoras de la zona, creen que tal vez sí pudieron ejercer su derecho al voto en una o dos elecciones que pudieron desarrollarse en medio de la guerra civil de 1854.
La Unión Femenina Colombiana, con seccionales y filiales en varias ciudades, fue crucial en la reivindicación de la igualdad de derechos para las mujeres, logró convocar 2 congresos nacionales en los años de 1945 y 1946. Estas Conferencias Nacionales de Mujeres reunieron a mujeres diversas, tanto política como socialmente, la primera de ella realizada en febrero de 1945 se centró en reivindicar la democracia contra el fascismo y en la protección de la maternidad y los niños. La segunda Conferencia, realizada en mayo de 1946, trabajó alrededor de la exigencia al gobierno nacional de cumplir la Carta de Naciones Unidas sobre el reconocimiento de los derechos plenos a las mujeres. En estos espacios surgieron liderazgos destacados como el de Lucila Rubio Laverde, quien en el discurso de apertura respondió a las críticas que hacía el conservadurismo a la lucha por el sufragio insistiendo en lo inoportuno y terrible que resultaba para la sociedad en su conjunto limitar la vida y obra de las mujeres únicamente al espacio del hogar.
Estos espacios de discusión colectiva, permitieron al sufragismo colombiano consolidar sus argumentos en pro de los derechos femeninos, que se pueden resumir así: en primer lugar, entendiendo la participación política como un deber, segundo por lo justo de su reclamo en pro de la igualdad y tercero por el aumento de la formación profesional que iban adquiriendo cada vez más las mujeres colombianas.
Después de años de lucha el derecho al voto de la mujer en Colombia fue aprobado el 25 de agosto de 1954 a través del acto legislativo No. 3 de la Asamblea Nacional Constituyente bajo la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, lo que se consolidó como un gran triunfo para el género femenino, aunque ese momento no fue escenario de elecciones. Estas hicieron uso de su derecho a votar oficialmente el 1 de diciembre de 1957, durante el plebiscito que consultaba el nacimiento del Frente Nacional. En esta fecha histórica participaron 1.835.255 mujeres.
Adicionalmente, Rojas Pinilla decidió promover la reforma constitucional para conceder el derecho al voto femenino, tanto para elegir como para ser elegidas, se concedió en primera instancia el derecho a contar con una cédula de ciudadanía, determinando que para las mujeres este número de identificación fuera superior a 20 millones. La primera mujer colombiana con cédula de ciudadanía fue Carola Correa de Rojas Pinilla, esposa del general y su número fue 20.000.001. A la vez fue elegida a la primera mujer en ocupar un ministerio público, cargo que ocupó Josefina Valencia en el Ministerio de Educación.
Especial mención merece Esmeralda Arboleda, fue una de las caras más visibles que surgió del movimiento sufragista y su vida como la de muchas de las mujeres de su época marca un camino de cambio para las mujeres del país; esta vallecaucana que nació en 1921, fue pionera en muchos aspectos de su vida. Se tituló como abogada en un periodo en que no era nada usual que las mujeres se formaran y logró además completar su educación fuera del país, poniéndola incluso en un nivel de formación mayor que muchos de los hombres públicos de la época.
Esmeralda fue una mujer políticamente activa y militante del Partido Liberal, gracias a su destacado papel como dirigente logró un cupo en la Asamblea Nacional Constituyente, donde a través de sus discursos e intervenciones impulsó el apoyo al sufragio femenino. Estas importantes posiciones en la vida pública le permitieron una independencia económica fuera de lo común para una mujer de su época, lo que favoreció que tuviera una autonomía sobre su vida personal que aún hoy en día es difícil de lograr para gran parte de las mujeres colombianas. Su vida y su lucha política dan testimonio de un nuevo modelo de mujer que se abría para las siguientes generaciones de colombianas.
Como feminista convencida y militante, expresaba:
“Feminismo es luchar contra las injusticias, yo me siento orgullosa de serlo, reivindico este título y lo reclamo para mí”. “Soy feminista aunque el nombre tiene implicaciones desagradables ¿Por qué? Porque tengo el convencimiento de que para las mujeres debe haber justicia y la justicia es igualdad de oportunidades, para trabajar, para trazarse su propio destino”
Su coherencia y compromiso con todas las causas que defendió la llevaron a ocupar importantes lugares y posiciones en la vida política del país. Trabajó en organismos internacionales donde se puso al servicio de los derechos de las mujeres, alcanzando importantes nombramientos y responsabilidades que la consolidaron como una líder no solo del feminismo en Colombia sino en América entera.
Su trabajo en la Asamblea Nacional Constituyente en pro del derecho al voto femenino fue decidido y dedicado. Sus intervenciones en el Congreso logran movilizar grandes apoyos a favor de esta causa, que además se propuso abanderar recorriendo diversos rincones del país buscando la adhesión de más mujeres y la sensibilización de más hombres sobre este importante tema.
En cada barrio, salón, vereda, sindicato y organización que visitó dio a conocer un Memorial redactado por ella y por Josefina Valencia -la otra mujer de la Asamblea Nacional Constituyente- donde se argumentaba la exigencia de este derecho fundamental que gran parte de los países del mundo había concedido a las mujeres. Alrededor de este memorial, Esmeralda logró recoger miles de firmas, tanto de mujeres como de algunos hombres, que fueron presentadas a la Comisión de Estudios Constitucionales como apoyo al proyecto sobre la integridad de los derechos políticos de la mujer.
Aunque su nombramiento dentro de la Asamblea fue parte de una cuota concedida por Rojas Pinilla al Partido Liberal, Esmeralda se mantuvo firme al decir que su trabajo en este espacio se iba a volcar únicamente en la lucha, defensa y promoción de los derechos de las mujeres, es decir, no iba a concentrar sus esfuerzos en los demás intereses partidarios de su colectividad.
Tras la aprobación del voto femenino y a raíz del protagonismo alcanzado por su trabajo político, es amenazada y perseguida, situación que la obliga a relegarse un tiempo de la vida pública y abandonar el país para proteger su vida e integridad.
A pesar de lo anterior, en el año de 1958 fue elegida como la primera Senadora en la historia de Colombia, donde se destacó por sus aportes y proyectos de ley a favor de las mujeres del país, como la Ley sobre capacidad civil de la mujer. En la administración del Presidente Alberto Lleras Camargo fue nombrada como Ministra de Comunicaciones, otro logro importante en un país que le cuesta reconocer a las mujeres como sujetas políticas con plenos derechos.
Esmeralda Arboleda señaló un nuevo camino para la mujer colombiana, en la medida en que sus logros políticos y profesionales, más que ser logros y victorias individuales, lograron calar en la conciencia colectiva de las mujeres, evidenciando que si es posible construir en igualdad y conquistar nuevos espacios y horizontes.
Finalmente debo destacar que el nuevo código electoral establece la obligación de la paridad en todas las listas de partidos y movimientos políticos para las elecciones a corporaciones públicas. Aunque la reforma es importante aún es deficitaria porque sino hay listas cerradas y en cremallera, no se alcanzará una igualdad real en la representación política de las mujeres. Continuaremos impulsado nuestra lucha por la superación de la cultura patriarcal, lo cual será menos difícil cuando las mujeres puedan realmente ejercer el poder político con una vocación feminista.
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