La educación en Colombia se debe presentar como un punto clave para el desarrollo del país, sin embargo, el Estado económicamente trata de minimizar los gastos de esta y dar más prioridad a otros. ¿El presupuesto de la educación no debería ser garantizado e ir en aumento? Según la lógica de cualquier ser que entienda la importancia de la educación, la respuesta sería obvia.
Se debe lograr una educación inclusiva y de calidad para todo(as) con la convicción de que la educación es uno de los motores más poderosos del ser humano.
Históricamente, las universidades han sido instrumentos o herramientas solo para las personas que nacieron en cuna de oro como llaman en Colombia, para el pobre solo quedaría trabajar y luego están diciendo que los pobres son pobres porque quieren.
¿Será que el Gobierno no quiere que los colombianos estudiemos?
Para un joven colombiano promedio pensar en una educación superior, es todo un sueño frustrado, una utopía, el Gobierno financia la educación básica (primaria y bachillerato) pero donde queda la idea de estudiar una carrera profesional en el área que cada persona guste.
¿Qué tantas posibilidades tienen para estudiar? Las universidades públicas tienen límites en sus cupos, aunque su nivel de educación es de los mejores del país, no cuentan con todas las facultades, no abastecen a todos los estudiantes que pretenden ser parte de esta.
Es decir, que si se quiere tener una formación “superior” se debe buscar la universidad que más se ajuste al “bolsillo” y no a las expectativas del estudiante, o entrar al Sena con una formación hasta Tecnológico en el que la base es “formar trabajadores”.
El Gobierno “ofrece” la “facilidad” del ICETEX en donde el porcentaje de interés es variable en cada caso y las personas pueden durar hasta 20 años pagando su deuda después de culminar sus estudios. ¡El chiste se cuenta solo!
Las universidades tienen una gran responsabilidad. Las academias implantan interpretaciones y reflexiones sobre la realidad y lideran transformaciones a través la capacidad de crítica a sus estudiantes, la docencia y la extensión social. Sin embargo, a veces parece que las universidades responden únicamente a las necesidades del mercado.
Además, en ese afán de producir resultados, de tener reconocimientos, que logren capitalizar las metas en el menor tiempo posible, las universidades han descuidado que no trabajan con productos, que el resultado no es una máquina hecha para un servicio, están tratando con seres, que tienen frustraciones, problemas económicos, que la gran mayoría está atravesando por su etapa de reconocimiento.
De nada sirve a una persona tener un título profesional, una especialización, un doctorado si ha perdido o no desarrollo su empatía.