Los resultados electorales de las votaciones presidenciales en Chile ayer 19 de diciembre del 2021 confirman el vigor del nuevo ciclo de cambios progresistas en la región. La ultraderecha pinochetista representada por Kast quedó relegada y la ciudadanía fue consecuente con la enorme movilización desatada desde el segundo semestre del 2019 contra el modelo neoliberal y el poder de las oligarquías financieras y mineras que se apropiaron del Estado y de amplios bienes comunitarios desde la dictadura del General Pinochet y la perversa transición política gestionada por la denominada Concertación que contemporizo con toda la fantasía neoliberal y el consumismo postmoderno.
La casta dominante chilena es muy poderosa y existía el temor justificado por la desviación del proceso democratizador y de insurrección social que se presentó desde el 2019, mediante varias medidas o maniobras mediáticas y el recurso a la violencia con la militarización de la Macro zona sur donde habitan los Mapuches.
Además, la Convención constitucional en funciones ha sido objeto de la presión para acotar su trabajo a la construcción de un Estatuto armónico con los Ejes de la Constitución de 1989, inclinada hacia el mercado capitalista y contraria a los derechos fundamentales de la sociedad.
El pronunciamiento de ayer, no obstante las contradicciones políticas y discursivas de Boric, le da un respiro a las mayorías populares y recarga la potencia de la multitud para que se enfoque en una transición estructural que haga el corte definitivo con el paradigma neoliberal, socialdemocratizante, en su penúltima versión.
En los mismos términos estamos en Colombia. La ultraderecha retardataria y violenta agota toda suerte de maniobras para impedir la expresión política de las poderosas movilizaciones de masas ocurridas desde el 2019. La más reciente salida corre por cuenta de la verborrea populista de Rodolfo Hernández, una especie de Trump andino, que haciendo gala de su asquerosa fortuna derrocha demagogia contra los políticos corruptos y a favor de la arremetida policial contra los manifestantes estigmatizados como vándalos por la Presidencia de la República, el Ministro de la Defensa y el Fiscal.
Hernández esta disparado y lo que puede suceder es que con las ínfulas agregadas por la maquina mediática del uribismo, el debate se centre entre este personaje y Gustavo Petro, la figura principal del Pacto Histórico, la coalición democrática que crece como alternativa popular para el cambio y las reformas estructurales.
Lo cierto es que la escena política nacional se mueve por la preponderante incidencia de Petro que en el mediano plazo debe expresarse en la elección de un amplio grupo de senadores (40) y representantes (50) como un bloque legislativo comprometido con la propuesta programática del Pacto histórico.
Lo de Chile bien puede tener su resonancia en Colombia en los primeros seis meses del 2022. Amanecerá y veremos, a no ser que la violencia se expanda para bloquear la insurgencia revolucionaria de las masas.
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