Cuatro décadas de la revolución en Irán. De semicolonia a potencia media

Cuatro décadas de la revolución en Irán. De semicolonia a potencia media

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Irán, estado que en lengua persa significa “país de los arios”, es una nación milenaria cuya cultura se remonta miles de años en la historia. Ubicado estratégicamente entre el Asia Central y el Medio Oriente, con cerca de 80 millones de habitantes en un millón seiscientos mil kilómetros cuadrados es el heredero del imperio persa que dominó por largo tiempo una amplia zona y dejó una huella que aún se siente en el mundo actual.

Entre los siglos XIX y XX el país no era ni sombra de lo que había sido y pasó a ser disputado por Gran Bretaña y la Rusia de los zares. Fue la pérfida Albión la ganadora del juego y sus compañías petroleras se apoderaron de los grandes recursos de hidrocarburos, cuya explotación monopolizaron mientras la mayoría de la población se hundía en la pobreza.

Naturalmente los poderes extranjeros contaban con cómplices locales encabezados por el Sha Mohamed Reza Palevi, rey del país, uno de los hombres más ricos del mundo. Poco después de terminada la Segunda Guerra Mundial, dado el impulso del movimiento descolonizador y el surgimiento del campo socialista, por poco tiempo hubo un gobierno nacionalista encabezado por Mohamed Mosadeg. Su principal propósito fue recuperar el manejo autónomo de los recursos naturales y nacionalizó el petróleo. Esa audacia le costó cara y fue derrocado por un golpe organizado en conjunto por Estados Unidos y Gran Bretaña en 1953. De allí en adelante la política del Sha se hizo más represiva, al tiempo que fortalecía su apoyo al recién formado Estado de Israel y en general su compromiso con las potencias occidentales en el marco de la guerra fría.

Fue prohibida totalmente cualquier disidencia y ante la creciente inconformidad, fueron los clérigos musulmanes, especialmente de la rama chiíta, ampliamente mayoritaria, quienes fueron canalizando la oposición. Entre ellos se destacó el máximo líder espiritual, el Ayatolla Komeini, quien para garantizar su seguridad se exilió en Francia desde comienzos de los años 60.

Ya a fines de los 70 las manifestaciones de protesta se hicieron cada vez más frecuentes y numerosas y en febrero de 1979 se produjo uno de los cambios geopolíticos más importantes del agitado siglo XX: la revolución que acabó con la ancestral monarquía y estableció la República Islámica que funciona como gobierno parlamentario a la vez que reconoce el papel fundamental del líder espiritual.

Nada volvería a ser como antes en el país ni en la región. El equilibrio geopolítico cambió totalmente ya que, de ser aliado incondicional de Israel, el nuevo gobierno se convirtió en eslabón esencial del eje de la resistencia de los pueblos oprimidos. No solamente eso, sino que oficialmente no reconoce al Estado de Israel y sostiene que es ilegítima su existencia misma. Ciertamente es una posición radical, pero en modo alguno implica estar en contra de las personas de fe judía, que por cierto existen y son reconocidos como comunidad y ciudadanos con derechos plenos en el propio Irán. Lo que afirma su dirigencia es que Israel es una entidad artificial que se creó para solucionar un problema europeo.  Algunas veces hasta ironizan diciendo que si el genocidio contra los judíos de Europa fue hecho por un austríaco que dirigía Alemania, debía habérseles dado un estado en Austria o en Alemania y no despojando de su tierra a los palestinos.

Puñalada por la espalda

Aún en su cuna, el nuevo poder se vio sometido al reto más duro: en 1980 se le impuso una larga y costosa guerra que duró 8 años. El gobierno del vecino Irak, al mando de Sadam Husein, con el apoyo político y en asistencia militar de Estados Unidos y sus principales aliados europeos, invadió e inició una guerra de grandes dimensiones utilizando como pretexto una disputa fronteriza. Esta primera guerra del golfo ocasionó a ambas partes aproximadamente un millón de víctimas mortales y trajo gran destrucción en todos los terrenos. Sin embargo, tras una dura lucha, finalizó con la victoria de Irán que por fin pudo enfocarse en un proyecto de recuperación económica. El control de sus propios recursos y el manejo autónomo de su economía y de la política internacional fue convirtiendo al país en un actor de gran peso en la política regional y mundial, así como en uno de los grandes productores de petróleo y gas.

La cuestión nuclear

Ante la necesidad de diversificar la economía se planteó el uso de la energía atómica con fines civiles. Sin embargo, la dirigencia estadounidense e israelí han satanizado estos proyectos diciendo que implican la construcción de armas nucleares. Ante ello los Estados Unidos han impuesto desde hace varios años unas sanciones muy severas que indudablemente afectan la economía y el mando israelí acudió a algo atroz e inédito. Se trata del asesinato de los científicos iraníes que trabajan en el campo nuclear y es así como han eliminado a varios de ellos. La última víctima fue Mohsen Fajrizadeh, padre del programa nuclear que había sobrevivido a varios atentados, eliminado en noviembre de 2020 en una operación con armas de inteligencia artificial operadas a distancia.

En 2015, como prueba de que el programa nuclear es pacífico, se firmó por Irán, Estados Unidos, China, Rusia, Gran Bretaña, Francia y Alemania, el llamado Plan Integral de Acción Conjunta. En este se pactó el levantamiento de las sanciones, la garantía de que no se fabricarían armas nucleares y que se permitiría que las instalaciones nucleares del país fueran inspeccionadas por la Organización Internacional de Energía Atómica.

Dicho acuerdo se venía cumpliendo, pero en 2018 por decisión de Trump los Estados Unidos se retiraron de él y reforzaron las sanciones, acicateados por el entonces primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu. Aun cuando en su campaña electoral el actual presidente norteamericano, JoeBiden, prometió volver al pacto, todavía esa promesa no se concreta y los signatarios llevan varios meses negociando en Viena el regreso de la gran potencia y el levantamiento de las sanciones. Cabe recordar que el líder Komeini dictó de tiempo atrás una fetua, es decir, un pronunciamiento con fuerza vinculante, que prohíbe la construcción de armas atómicas por ser inhumanas y contrarias al espíritu del islam. Dados los antecedentes de credibilidad y sinceridad del liderazgo iranio es difícil pensar que esta decisión no sea verdadera y sincera.

Ciertamente, como en toda empresa humana, hay sombras. Una de ellas es la situación de la mujer, que si bien dista de la opresión y papel totalmente subordinado que se impone en otros países, tampoco cumple con los estándares modernos de igualdad y derechos plenos. Otro aspecto es el propio carácter casi teocrático de la forma de gobierno, que le da al clero chiíta y particularmente al líder espiritual un papel determinante en el estado. A los ojos de la mirada occidental esto riñe con el carácter laico que debe tener el aparato estatal, pero a la vez la llamada democracia liberal es el producto histórico en determinados países y es el propio pueblo iraní quien debe definir la forma en que conduce sus asuntos.

En cuanto a un supuesto patrocinio del terrorismo que es una de las excusas más utilizadas para satanizar a Irán, cabe recordar que más bien son las potencias occidentales las que no han descansado durante más de cuatro décadas en el patrocinio de grupos terroristas que han cometido atentados monstruosos contra el pueblo iraní. Entre estos se destaca el MKO(Organización de los Muyaidines del Pueblo de Irán), cuyas acciones han ocasionado más de 17000 víctimas mortales y que cuenta con apoyo directo de Francia y Estados Unidos. El respaldo al grupo Hezbolá de Líbano es mostrado también como apoyo al terrorismo, desconociendo que ese es un movimiento político legal en dicho país que ha jugado un papel decisivo en la defensa nacional frente a las agresiones de Israel.

Sí hay un episodio aún no aclarado totalmente, que son los atentados a la mutual israelita y la embajada de Israel en Argentina en los años 90 con decenas de muertos, que se ha atribuido a Hezbolá en presunta complicidad con altos mandos iraníes. Tanto Hezbolá como el gobierno de Irán han negado cualquier responsabilidad y sostienen que cuando realizan una acción la reconocen. La muerte de Alberto Nisman, fiscal argentino que investigaba el caso no hizo sino añadir confusión a una trama sumamente complicada, digna de una novela de intriga internacional.  

Finalmente hay que destacar el apoyo del nuevo Irán a las causas más justas de los pueblos del mundo. Su solidaridad con Palestina es el ejemplo más vivo, lo mismo que el respaldo al pueblo de Yemen, sometido a la más cruel agresión por parte de Arabia Saudita y sus aliados desde 2015. Tanto en la reciente guerra entre Armenia y Azerbaiyán, así como en la actual crisis entre Rusia y Occidente por el asunto de Ucrania, como en general en los asuntos internacionales, ha abogado por la diplomacia y la solución pacífica de los conflictos. El envío de combustible a Venezuela cruzando los anchos mares que los separan y desafiando las amenazas de Estados Unidos es una de las páginas más hermosas de la solidaridad entre oprimidos, como manifestación de lo que el Che Guevara describiera como “la ternura de los pueblos”. Además, no se limitó a la provisión de petróleo, sino que incluye la ayuda técnica y financiera para tratar de restablecer el funcionamiento de las refinerías venezolanas y así romper el infame bloqueo al que viene siendo sometido el país hermano.

A Colombia también Irán le ha tendido una mano amiga y es así como en 1999 dentro de los diálogos de El Caguán se contemplaban proyectos productivos con inversión iraní. De allí que disuenen tanto las destempladas declaraciones de Duque y del ministro Molano en contra de Irán, mostrándolo como agente de guerra y terrorismo cuando es en realidad un promotor de la paz y la convivencia.  

Las opiniones realizadas por los columnistas del portal www.laotravoz.co no representan la identidad y línea editorial del medio. Les invitamos a leer, comentar, compartir y a debatir con respeto. 

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