Nunca volveremos a sentir el terror que surgió con los primeros casos que arribaron al país, aunque el miedo está latente las cifras pasan a ser meros números que apenas logran sacudirnos en esta montaña rusa en que nos sumergió el ya familiar virus. El Gobierno con su mejor aliado -los grandes medios de comunicación- nos han vendido que los responsables somos los ciudadanos, que tenemos el poder de detener los contagios; como si las posibilidades fueran las mismas para todos.
Ni siquiera para evadir la situación y darse un respiro, ni siquiera para olvidarse un poco de la pandemia, el estrés, las responsabilidades y tener un momento de esparcimiento se tienen las mismas opciones. Camila Zuluaga se queja mediante un trino la noche del 24 de Abril “En Bogotá la fiesta se trasladó a las casas. Saliendo a sacar a mi perro, me doy cuenta que mas de un apartamento anda de rumba. Luchar contra la cultura es muy bravo. Si no dejan la fiesta en la calle, por mas policía que haya, la gente se enfiestará en la casa. Así es este pueblo”, sus acomodados vecinos hacen uso de la permitida venta de licor a domicilio y entretienen el confinamiento estricto; puedo imaginar los alaridos gomelos de los selectos y bulliciosos habitantes del barrio que hicieron entrara en preocupación la prestigiosa periodista. Varios medios de comunicación han reportado el alto número de fiestas que la policía ha tenido que intervenir los últimos fines de semana.
Situación semejante daba curso la misma noche en el barrio Fátima dónde de una forma más dinámica ciertos habitantes de dicho sector organizaron una bebeta de cerveza con jugada de tejo; ejercicio, música y licor al ritmo de las mechas y con un festivo olor a pólvora. Prácticas inofensivas antes de la amenaza del virus. En este caso, más que la asegurada diversión, al menos una familia trabajaba por su sustento y la activación de su negocio. La impertinente policía detendría la felicidad, que muchos llamarán irresponsabilidad y sellaría el establecimiento. Yo no juzgo.
Por otro lado están los más pudientes que salen los fines de semana del país, y hasta se vacunaron, se hospedan en lujosos hoteles donde no dejan de reunirse e ingerir exclusivos licores o en sus casas de campo donde la policía no llega y los medios no se enteran. De cualquier forma hay una confianza en el otro, nadie se reúne con un posible portador del covid; -aunque todos somos posibles portadores- pero si es mucho más probable que los habitantes del barrio Fátima que salen todos los días a cumplir un horario laboral y que por obligación deben tomar el transporte público y atravesar la ciudad, tengan más posibilidad de adquirir el virus, así sean muy cuidadosos con el uso de tapabocas y el lavado de manos, el acercamiento excesivo en un bus por trayectos largos es el riesgo que deben correr todos los días. Los vecinos de Camila que seguramente se moverán en sus propios vehículos, igual que los que celebran fuera del país o en sus fincas son menos propensos a contagiarse.
Podemos ver las cifras, según los últimos datos del Instituto Nacional de Salud (INS Colombia) y la presentación del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), las defunciones por Covid 19 se han concentrado en personas de estratos bajos. Los estratos 1, 2 y 3 representan el 87.4%. Estos datos son tomados del intervalo de tiempo entre el 2 de marzo del 2020 y el 9 de Abril del 2021.
Así es este pueblo, como dice Camila, sin soluciones a la vista, sin una vacunación significativa, con más deudas y preocupaciones la necesidad de encontrarse y de celebrar esos encuentros es tan vital como la necesidad de comer y se hace inaplazable, se practica en todos los estratos, pero una vez más el riesgo más grande es ser pobre.
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