Cuando un partido político se percibe desgastado, mancillado por los escándalos de corrupción, la degradación de la parapolítica o el desprestigio, recurre a una estrategia ya habitual; primero, se cambia el nombre y el logo; segundo, recluta “caras frescas”; y tercero, renace como una “opción diferente”. Creería que el caso más conocido es el de Convergencia Ciudadana, un partido de derecha fundado en 1997 como plataforma del exguerrillero, Alberto “El tuerto” Gil (condenado por parapolítica), para 2009 su plana fundadora se encontraba tras las rejas, así que en el entretiempo a las elecciones de 2010 se rebautizó como el Partido de Integración Nacional -Pin- (también conocido como el partido de los herederos de la parapolítica) y tres años después se pasó a llamar Opción Ciudadana.
Al parecer, el partido de la U le va siguiendo los pasos del extinto Pin. Pero se los va siguiendo a salto triple, al menos, así se puede entrever con las movidas de su presidenta, Dilian Francisca Toro, una política tradicional y con bancada propia, quien se ha empeñado desde que asumió la presidencia en noviembre de 2020, en “curar” al partido de todos sus males; es decir, quitarle el aura de gobiernista crónico, acercarlo al centro y renovar su imagen. Para lograrlo, echo mano del recurso más importante que tienen los presidentes de los partidos: la asignación de avales. Eso sí, equilibrando la “apertura” a nuevos perfiles y la permanente presencia de los representantes de la clase política tradicional, familiares de condenados y personajes cuestionados.
Siguiéndole los pasos a María Isabel Urrutia, la también medallista olímpica, Caterine Ibargüen, decidió saltar a la política como cabeza de la lista. Una posición estratégica y disputada entre los candidatos. Y aunque ser cabeza de lista de entrada no le garantiza la curul, si la proyecta como una importante apuesta de opinión de cara a las elecciones de 2022. Sin embargo, no sé qué tanto el perfil de Caterine, una exatleta respetada, reconocida a nivel nacional y con un gran carisma, sea suficiente para lavarle la cara a un partido profundamente desprestigiado, sin mayor coherencia ideológica y convertido desde su creación como plataforma uribista en 2006, en un mero apéndice de la clase política tradicional y corrupta.
Tan solo hay que poner la lupa en lo siguiente: los infames “Ñoños” de Córdoba, Musa Besaile y Bernardo Elias, que se convirtieron en los mayores electores del partido en 2014. Alcanzando una votación conjunta cercana a los 285.000 votos. A pesar de que a los pocos años ambos salieron del Congreso, Musa por presuntamente haber pagado una coima para detener una orden de captura (en un proceso por parapolítica que sigue abierto) y Elias por la corrupción de Odebrecht, para las elecciones de 2018 les cedieron sus “cupos” en la lista a sus herederos, Johny Besaile y Julio Elias Vidal. El primero fue elegido con una alta votación y el segundo se quemó “en la puerta del horno”.
Tampoco se puede olvidar que en la U cohabitan las cabezas de algunos de los principales clanes y cacicazgos de la politiquería tradicional; entre ellos: los García Zuccardi; los Name; y los Gnecco, así como clientelistas profesionales, esos políticos que a base de manejos burocráticos -a escala nacional y regional- han constituido sólidas estructuras clientelares, siendo los casos de Germán Hoyos en Antioquia, Maritza Aristizábal en el Meta, Eduardo Pulgar en Atlántico (condenado por corrupción y quien le cederá su lugar en la lista a su esposa) y la misma Dilian Francisca en el Valle.
De ahí que algunos analistas asuman que la U más que un partido con coherencia ideológica o programática, tan solo opera como una máquina de avales, siendo una especie de correa de trasmisión entre los poderes regionales y el gobierno nacional (siempre es partido de gobierno).
No creo esa naturaleza vaya a cambiar de cara al 2022, pues su dependencia de las maquinarias, el clientelismo y la politiquería, es prácticamente la savia vital que garantiza su existencia como partido. Esa es una realidad que ni un cambio de nombre, la conversión del logo o la sonrisa de la “diosa de ébano” pueden ocultar.
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