Por:
La sierra se cubre blanca, bajo el beso veraniego,
Flores guardando van,
No pintase prematuro matiz a orillas del riachuelo
que atraviesan las hojas muertas,
Él la morena roca golpea;
Danza antiquísima cómo la mañana.
El cóndor pasar yo he visto, en este otoñal ocaso,
Sentado en mi diurna terraza
degustando el tropical fruto,
Esparcido sobre la austera tierra.
Te he visto yo Mojana, sentada en el río su orilla; me miras, yo lo mismo hago,
En lejos mi chalupa va río abajo;
He visto los verdes montes desmembrarse ante la gente,
Viéndoles sólo verdes el matiz no distinguen.
De los indios yo soy puro,
Y sé que el alto monte resguarda,
La blanca casa, allí sembrada la papa,
Por las hijas y los hijos de mi americana tierra.
Atarraya abriéndose paso va,
Entre las aguas del Magdalena,
Señalas con tus fluidos, la perdida vereda,
Oculta pues la vana alegría, de esas mieles no parte hoy tendremos.
A las tantas cosas llamo, por nombres escuchados,
¿No son acasos esos?
Por tales cosas sólo pidote, cóndor, una pluma;
Así abre sentir de la montaña sus secretos.