Buscando a un candidato con la lámpara de Diógenes

Buscando a un candidato con la lámpara de Diógenes

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El sabio no compra títulos ni se los inventa. No necesita ir a la universidad y menos hacer aspaviento de su saber. Él sabe que sabe.

Cuando se habla de Diógenes viene a nuestra memoria el recuerdo del filósofo Diógenes de Sinope, nacido en lo que hoy es Turquía y en aquella época hacía parte de Grecia. Se trata de un pisco anterior a Cristo, pero más despreocupado que parlamentario recién elegido. Dice la leyenda –y tal vez historia– que este filósofo caminaba por las calles de Atenas con una lámpara encendida en pleno día. Cuando se le preguntaba por qué lo hacía, decía cínicamente: “estoy buscando a un hombre honrado”. Este pensador pertenecía a la escuela de los cínicos, que no es la misma a la que se suscriben muchos políticos colombianos, quienes después de despilfarrar 70.000 millones resuelven vetar y censurar a quien les recuerda todos los días que esa plata se perdió. Termina el ladrón denunciando a su víctima, como en el caso de Katherine Miranda (@MirandaBogota), a quien los ladrones persiguen por insistir en la búsqueda de los 70.000 millones abudineados. Para algunos personajes ese monto es bicoca, pero en el presupuesto nacional deja un hueco enorme. Con su lamparilla de aceite de oliva Diógenes buscaba a un hombre, y en igual labor nos encontramos Pablo y Germán, buscando a un Presidente. –Hacemos la acotación de que el aceite de oliva está carísimo–. La diferencia está en que él pudo acceder a una lámpara de aceite, mientras que nosotros, en medio de esta carestía, no nos podemos permitir gastarnos el aceite en esas cosas.

Por estos días los políticos andan desesperados buscando un candidato. Se hacen consultas, se citan ruedas de prensa, debates y entrevistas, unas ridículas y otras iguales. Cada comentarista de exabruptos da sus vaticinios, califica y descalifica, prende la lámpara, pero el candidato por ninguna parte aparece. Lo curioso de Diógenes –según la leyenda– es que su padre era falsificador de moneda y lo mismo se dice de él, pero nos preguntamos, ¿qué delito puede comportar hoy en día falsificar una moneda si cada día vale menos? Suponemos que los falsificadores están en problemas, ya que salen más costosos los materiales del billete que se falsifica que su valor en la calle. Cuando las autoridades competentes no tienen nada que hacer, resuelven imprimir papel moneda. Diógenes no cometía delito, de lo contrario, que alguien nos explique de dónde emana la facultad de los tiranos para emitir moneda, ¿solo porque eran emperadores y reyes se sentían autorizados para definir qué servía para comprar y cuánto debía valer? Chimbo el emisor, chimbo el billete y chimbo quien aceptó sin rechistar que el mandamás lo hiciera rico o pobre a su antojo. 

Alguien nos dijo “hombre, perdió su tiempo Diógenes, la mejor manera de encontrar al hombre es buscándolo en las páginas rojas de los periódicos afines al gobierno, ahí están en letra de molde y acompasados con aplausos.” El lector poco se interesa en conocer si el candidato que le están presentando es bueno o si se trata de una falsificación, como aquellas que creaban Diógenes y su padre. A lo dicho agregaremos que para buscar gobernantes también podemos acudir a los registros judiciales de aquellos comprometidos en peculados, conclusiones, cohechos, entre otros, pues suelen ser los más opcionados para ganar. 

No sabemos cuál es el poder de atracción que produce un proceso penal que les sirve tanto a los candidatos para ser elegidos. Formule usted una denuncia contra un político por prevaricato, por auxiliar al paramilitarismo, o por cualquier otro delito, y verá usted que duplica los votos de quien no tenga antecedentes. Ahora bien, si los cargos son de tal entidad que pueden inhabilitar, estos son pasaporte y recomendación de buena conducta para que su pareja, hijos, primos y demás familiares asuman un cargo en la burocracia u ocupen una curul en alguna corporación pública.

Dice la historia sagrada que cuando el juez romano le pidió al pueblo que escogiera entre Barrabás –delincuente con más antecedentes que un miembro de una BACRIM– y Jesucristo –un muchacho que protestaba contra el imperio en primera línea junto con 12 apóstoles y que era enjuiciado justamente por ello–, la chusma no tuvo que hacer malabares para que exoneraron a Barrabás y condenaran a Jesucristo. Parecían miembros de un cuerpo de inteligencia colombiano o fiscales a cargo de los procesos contra manifestantes del paro nacional.

Traído a tiempo presente, condenaron a los jóvenes que protestaban en primera línea y soltaron a los paracos y a los disfrazados por parte de la Fuerza Pública. Según el gobierno… ¡Se hizo justicia!

Cuando uno les pregunta a los electores por qué no votan por alguien de una primera línea en vez de los consentidos del sistema, le contestan que en Colombia el que proteste es un comunista y por tanto merece ser enviado a la chirona. Sin lugar a discusión. En nuestro país el famoso vox populi vox Dei (la voz del pueblo es la voz de Dios) no aplica; aquí el vox chusma –mejor conocido como protesta– es un ataque insurgente que debe ser reprimido con bolillo, gases y una que otra bala ‘perdida’ que provenga de un fusil de la Fuerza Pública.

Volviendo a Diógenes, es bueno recordar su anécdota cuando Alejandro el Grande –el macedonio–, quien admiraba al filósofo, se acercó al barril donde él descansaba –como antecesor del Chavo del 8– y le dijo: “pídeme lo que quieras y te lo concederé”, y éste le contestó: “señor, por ahora le pido que se haga a un lado porque me está tapando el sol”. Entre otras cosas, esa respuesta indicaba que a Diógenes le importaba un pepino el poder de Alejandro –y eso que no era egresado de la Sergio Arboleda–, mensaje que entendió inmediatamente el macedonio y por el cual no se sintió ofendido, como sí lo habría estado el duque Iván. La admiración y respeto que Alejandro tenía por Diógenes era tal que les dijo a otros filósofos que daría todo por ser Diógenes y no Alejandro. Estamos seguros de que si le preguntaran a nuestro presidente a quién le gustaría parecerse, diría que al Führer. 

Diógenes despreció el poder, el dinero, el bien vestir y el buen vivir. Se satisfacía con decirle a todos lo que tenía en mente y dicen que murió intoxicado por comerse la cabeza de un pulpo. Nosotros, que ahora sabemos de qué está llena la cabeza de los pulpos, por fin entendimos la razón por la cual a algunos genios se les dice pulpos y no, no es porque tengan muchas manos –como los cuatromanos de Chiquinquirá– sino porque tienen la cabeza llena de ideas de alcaldes de Bogotá. En vista de que se nos acabó el aceite de oliva para prender la lámpara, los dejamos a oscuras y hasta el próximo martes, cuando trataremos algún otro enredo de importancia. 

Adenda: nos pasó algo sorprendente. Salimos a buscar un candidato con nuestra lámpara y, poco antes de un debate, nos topamos con los integrantes del Equipo por Colombia. Sentadotes allí estaban Federico Gutiérrez, Enrique Peñalosa, David Barguil, Aydeé Lizarazo, y hasta el dummy de Alejandro Char –porque el tipo no aparece–. No alcanzamos a acercarnos cuando nuestra lámpara se apagó.

Las opiniones realizadas por los columnistas del portal www.laotravoz.co no representan la identidad y línea editorial del medio. Les invitamos a leer, comentar, compartir y a debatir con respeto.

 

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La Otra Voz
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