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Si hay dos personajes que están tranquilos con la llegada del Coronavirus a Colombia, son el expresidente y hoy senador, Álvaro Uribe, y el presidente, Iván Duque, ya que los primeros contagiados les cayeron como anillo al dedo para tapar el escándalo por la compra de votos.
No hay noticiero de radio, televisión, primera plana de los diarios o portales informativos donde el asunto no ocupe titulares grandes, con lo que la probable destinación de millonarias sumas para comprar electores y asegurar la presidencia de Duque, pasa a un segundo plano.
Todo gira alrededor del tema y, por supuesto, pusieron a todo al país a hablar del asunto. En el imaginario popular está creciendo la visión apocalíptica de lo que se avecina cuando sean tres, cuatro y más los contagiados, cuando la realidad es que la expansión de la enfermedad es inevitable y, en segundo lugar, no representa un cataclismo en la medida en que se asuman medidas preventivas y de contingencia.
Esta situación se constituyó en una nueva cortina de humo para esconder realidades que resultan lesivas para los colombianos. Grave, por demás.
Quien puso el dedo en la llaga para sacar a la luz la última trastada en el Palacio de Nariño, fue el periodista Gonzalo Guillén. Denunció ante la justicia la irregularidad que se desprende de una investigación de la Fiscalía para esclarecer un asesinato en Barranquilla (norte del país) atribuido al ganadero José Guillermo «Ñeñe» Hernández.
En medio de la operación que incluyó la interceptación de llamadas telefónicas, se conoció una operación en la que se ofrecían hasta 50 mil pesos por cada voto a favor del candidato de Álvaro Uribe Vélez. Eso permitía que, en la segunda vuelta, en el año 218, Duque obtuviera el margen de sufragios necesarios para hacerse con el poder.
Por supuesto, el mandatario colombiano lo niegay se reafirma como un hombre transparente y honorable.
PERMANENTES CORTINAS DE HUMO
Las cortinas de humo para tapar los escándalos se han vuelto comunes en Colombia, fraguadas desde las esferas gubernamentales.
Una de las más recientes fue la película que se montó alrededor de la traída de 13 colombianosde Wuhan en China. Mañana, tarde y noche en todos los medios adeptos al gobierno, se sobredimensionó el operativo.
Se pretendía desdibujar las investigaciones por presuntos fraudes en un plan de vivienda de la fuerza pública por el que la Procuraduría General llamó a declarar al ministro de la Defensa, Carlos Hombres Trujillo; el informe de la ONU que cuestionó la falta de garantías para líderes sociales, defensores de derechos humanos, ex combatientes de las Farc y los desmanes del Esmad en las movilizaciones populares, entre otras.
Cuando el asunto parecía controlado, surge otro escándalo: el desempleose encuentra disparado en la geografía colombiana y llega a un 13%–uno de los índices más altos de los últimos 20 años–, que tiene en el asfalto a más de 3.2 millones de personas. Como por arte de birlibirloque, otra cortina de humo: el grave estado de salud del león Júpiter. De nuevo, se tocan los sentimientos y los colombianos olvidan la problemática colombiana.
Y ahora, ante lo inevitable de un escándalo de la gravedad que involucra la compra de votos para la Presidencia de la República, el Coronavirus. Se le apareció la virgen, dicen muchos. Y están en lo cierto. Y, por supuesto, cuando esta noticia esté perdiendo fuerza, saldrá otra. Al fin y al cabo, la creatividad de Álvaro Uribe no tiene límites. Más que político debió dedicarse a producir y dirigir películas de ficción, porque sabe armar argumentos propios de una inventiva sin límites.