Al comienzo de 2021, todavía en medio de las cuarentenas, se respiraba la esperanza de un gran cambio en el comportamiento de las sociedades. Muchos abrigábamos la ilusión de que en adelante la cooperación entre países y al interior de ellos reemplazaría el acendrado individualismo del “sálvese quien pueda” y que algo del ánimo de lucro podría ceder ante las necesidades de los menos afortunados. Pero al terminar el año esas ilusiones se habían disipado.
En el campo internacional, a pesar de que la vacunación universal es requisito para una reactivación plena, no fue posible que la Organización Mundial del Comercio levantara el monopolio de propiedad intelectual para ampliar y abaratar el suministro de vacunas contra el COVID-19 para los países más pobres. El Gobierno Duque estuvo entre los que negaron su voto a ese imperativo humanitario.
La explosión social de abril fue manejada por el Gobierno nacional y muchos de los seccionales —por ejemplo, Bogotá— con la gasolina de la represión cuando se requería diálogo y atención social para quienes habían sufrido la peor parte de la crisis. Hay una película de sátira en Netflix que refleja el ambiente de negación gubernamental frente al estallido desesperado de jóvenes y sus familias que finalmente se suspendió, sin traer soluciones de verdad.
Relata las intimidades de un gobierno que busca aplacar un movimiento de masas dirigido a generar consciencia sobre la realidad de lo que está ocurriendo. Para contrarrestarlo, lanza el eslogan que es título de la película, “No mire arriba”, para negar la base científica de la tragedia que se avecina. Viene un inmenso cometa en trayectoria de colisión con la Tierra capaz de provocar un evento de extinción masiva, pero una empresa público-privada pretende convertirlo en un gran negocio de extracción de minerales raros. Las encuestas muestran que un alto porcentaje de la población ni siquiera cree que el cometa exista. Cuando el cometa por fin aparece a simple vista en medio de la Osa Mayor, surge un movimiento que apunta al cielo y pide a la gente que eleve la mirada para cerciorarse del inminente peligro. El gobierno y sus cajas de resonancia en las redes sociales y los medios responden con una campaña masiva de no mirar hacia arriba.
No les daño la película, pero en 2022 debemos quitarnos la ceguera y recuperar el sentimiento que empezaba a formarse en medio de la pandemia y que nos invitaba a construir un nuevo mundo mejor, más solidario, amigable con la naturaleza, menos desigual, en diálogo y democracia. Entramos en un año electoral en el cual debemos escoger el proyecto que dirigirá los destinos de Colombia en medio de una gran acumulación de problemas insolutos.
Nos hemos acostumbrado a elegir a congresistas y presidentes que promueven privatizaciones de lo público a costa del bien común, que impulsan la concentración del poder dominante en los mercados con su consecuente reducción de salarios y aumento de precios, y que, en resumen, buscan que no miremos hacia arriba, porque de pronto encontramos quién los reemplace en el Gobierno y el Congreso. ¡Colombia, cambia! En 2022, miremos hacia arriba.
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